El túnel de la Jihad, destruido por Israel, del lado israelí.
La desvergüenza de la Jihad Islámica de llamar a la explosión de su túnel el “crimen del túnel” no tiene límites. La explosión fue en territorio israelí, pues el túnel ya había pentrado en nuestro territorio, violando la soberanía de este país; y tenía intenciones violentas: matar civiles israelíes. ¿Qué esperaban? Pero que no los confundan con hechos: ellos son la parte herida, y han anunciado que planean una represalia para vengar el “crimen” de haber frustrado su plan terrorista. No solo lo anuncian. El coordinador de acciones de Tzahal en los territorios, Gral. Yoav (Poli) Mordejai salió anteayer con un video en árabe, para que se haga viral, en el que advierte a la Jihad que saben de su plan, y los previno, y por elevación al Hamás también, de que tal acción tendría un costo demasiado alto como para llevarla a cabo.
Dicho sea de paso, si hicieran un somero análisis de costo y beneficio, los radicales islámicos en Gaza deberían entender que el método de los túneles, más que épica de resistencia, no les ha dado nada. Y frente a la situación a la que han llevado a la población de Gaza, incluso lo de la épica sería fácilmente puesto en tela de juicio. No por nada Hamás ha hecho el intento más serio hasta ahora de reconciliarse con Fatah. Como era de prever, también este nuevo intento comienza a desbarrancarse, pero Hamás ha dejado en claro de varias maneras que no está interesado en una escalada de violencia contra Israel en este momento, y el episodio del túnel, provocado por sus opositores de la Jihad, lo ha puesto en nuevos problemas.
La tensión mayor, sin embargo, es en el norte israelí. En el Líbano ha renunciado el primer ministro, el sunita Saed Hariri. Aparentemente fue un apriete de Salman, rey de Arabia Saudita, por no cumplir con el compromiso de constituir un bastión sunita en el Líbano contra el avance voraz de Hezbollah, que se ha apoderado virtualmente del país de los cedros. Y Hezbollah es el proxy de Irán, archienemigo de Arabia Saudita, y está poniendo demasiadas fichas en plantar banderas en el mundo árabe. Construye un eje que va desde el Golfo Pérsico, pasando por la mitad chiíta iraquí, la Siria de Bashar Asad y el Líbano “hezbollahizado” hasta el Mediterráneo. Más allá, otra bandera clavada en la Península Arábiga, en el Yemen, donde los hutíes, un grupo chiíta apañado por Irán, ha conquistado la capital yemenita Sanaa.
Todo este rompecabezas mesoriental, dinámico y en evolución, deja a Israel colocado entre el islam radical sunita en el sur, y el islam radical chiíta por el norte. Ambos poseen cuantiosos misiles de corto y mediano alcance, capaces de cruzar prácticamente todo Israel. No todo es oscuro: el mundo sunita moderado -el Egipto de A-Sisi en el sur, Jordania, la Autoridad Palestina de Abbas y la Arabia Saudita del inusitadamente activo Salman-, están junto con Israel en esta vuelta. Por dónde estallará la contienda primero, eso ya es cuestión de lecturas. Pero habrá contienda, coinciden los analistas, pues todos los bandos están afilando sus espadas.
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