A fines de octubre del presente año, Rusia conmemoró el Día en Recuerdo de las Víctimas de la Represión Política. En un sagaz ejercicio de cinismo, Putin, quien proviene de las filas de la KGB, inauguró el llamado “Muro del Dolor”, un memorial dedicado a las víctimas de la represión en la extinta URSS. El memorial fue impulsado por el Estado ruso como ofrenda a quienes murieron en las oleadas de terror tras la revolución bolchevique de 1917, al cumplir 100 años. Unas 170 piedras procedentes de los campos de concentración del Gulag, han sido dispuestas en la construcción del conjunto escultórico. En la ceremonia, Putin aseveró: “Estos crímenes no pueden tener justificación”. En los tiempos del imperio soviético, millones sufrieron la tragedia de la opresión; fueron acorralados, hostigados, torturados y fusilados, sin pruebas ni juicio; a cualquiera se le podían formular denuncias falsas, armar casos artificiales y recibir sentencias.
También este año se cumple el 80 aniversario de la campaña del “gran terror” desatada por Stalin, en la cual hubo cerca de un millón de masacrados y millones más de perseguidos. Miles de rusos participaron en la plaza Lubyanka de Moscú, frente al predio donde funcionó la KGB, en un acto de homenaje a las víctimas de las purgas del totalitarismo, especialmente estalinista. La gente se reunió, nombró a los martirizados en ese desenfreno de violencia, sus profesiones y edades.
Uno de los innumerables “incidentes” fue el asesinato hace 65 años, el 12 de agosto de 1952, por órdenes de Stalin, de exponentes de la cultura judía en la Unión Soviética. Alrededor de 30 escritores judíos fueron ejecutados secretamente en la prisión de Lubyanka, acusados de “traidores cosmopolitas”.
Paradójicamente, estos intelectuales eran activistas del Comité Judío Antifascista, fundado diez años antes con el propósito de conseguir ayuda internacional para combatir el flagelo hitleriano. Una prueba más de que el infierno soviético no es diferente al forjado por el nazismo, en ambos se esclavizó y masacró a la población, con el objetivo de mantener a una camarilla en el poder, ejercido arbitrariamente. Sin duda, esos métodos han traspasado el tiempo y en cierto modo continúan en la Rusia actual, donde no existe una alternancia en el mando.
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