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| domingo noviembre 17, 2024

VAERA, SHMOT Y VAIEJI 5778


VAERA 5778

Di-s se revela a Moshé utilizando las «cuatro expresiones de redención», El promete sacar a los Hijos de Israel de Egipto, redimirlos de su servidumbre, para después adquirirlos como Su pueblo elegido en el Monte Sinaí; luego los llevará a la tierra que le prometió a los Patriarcas como su eterno legado.

Moshé y Aarón hablan con el Faraón repetidas veces para demandarle, en nombre de Di-s, «Deja salir a Mi pueblo, para que Me sirva en el desierto». El Faraón se niega todas las veces. El bastón de Aarón se vuelve una serpiente y se traga los bastones de los brujos egipcios. Di-s envía una serie de plagas sobre Egipto.

Las aguas del río Nilo se vuelven sangre; una plaga de ranas azota la tierra; piojos infestan todos los hombres y bestias; hordas de animales salvajes invaden las ciudades; la peste mata a los animales domésticos; dolorosas ampollas afligen a los egipcios. Para la séptima plaga, fuego y hielo se combinan para descender del cielo como una lluvia devastadora. Aún, «el corazón del Faraón se endureció y no dejaba a los Hijos de Israel ir, como Di-s había dicho a Moshé».

 

LA HORA MÁS OSCURA

 

La hora más oscura de la noche es aquella que precede al amanecer.

En la parashá de la semana pasada leímos que tras el pedido de Moshé y Aarón de que dejara partir al pueblo, la esclavitud de los hijos de Israel se tornó más pesada y sus sufrimientos aumentaron. Pero eso sólo fue la hora nocturna previa al amanecer de la Redención.

Sabemos que cada cosa que ha ocurrido con nuestros antepasados es una enseñanza para nosotros.

Cuando sintamos que estamos agobiados enormemente y que nuestros sufrimientos son insoportables, pensemos que es la hora más oscura de la noche, y que ésta anuncia el amanecer.

 

24 DE TEVET, FALLECIMIENTO DE RABÍ SHNEUR ZALMAN DE LIADI ZTZ´´L

 

El 24 de Tevet (este año el jueves 11 de enero) es el iortzait de Rabí Shneur Zalman de Liadi primer Rebe de Jabad, autor del Tania, el Shuljan Aruj HaRab y el sidur Tehilat HaShem. Vaya esta breve historia en su memoria.

 

Cuando Rabi DovBer de Lubavitch era un hombre joven, vivía en la misma casa que su padre, Rabi Schneur Zalman. Rabi DovBer y su familia vivían en el apartamento de la planta baja, y Rabi Schneur Zalman vivía en el segundo piso. Una noche, mientras Rabi DovBer estaba profundamente absorto en sus estudios, su hijo más pequeño se cayó de la cuna. Rabi DovBer no oyó nada. Pero Rabi Schneur Zalman, que también estaba sumergido en el estudio en su apartamento del segundo piso, oyó los gritos del bebé. El Rebe bajó, levantó al bebé del piso, secó sus lágrimas, lo acomodó nuevamente en la cuna, y lo acunó hasta hacerlo dormir. Rabi DovBer seguía inmutable a todo. Más tarde, Rabi Schneur Zalman amonestó a su hijo: “No importa cuan elevadas sean tus ocupaciones, siempre debes poder oír el llanto de un bebé.”

El Rebe de Lubavitch contó esta historia en una reunión de activistas en 1962. “Para mí,” dijo el Rebe, “esta historia caracteriza el enfoque de Jabad-Lubavitch. Con todo el énfasis que uno debe invertir en el refinamiento personal y su servicio al Todopoderoso, uno siempre debe oír el llanto de un niño.”

“Hoy en día, esto es más aplicable que nunca, cuando muchos niños judíos de todas las edades, han caído de la cuna de su legado judío. Sus almas gritan hacia nosotros, y debemos tener la sensibilidad para oír sus gritos y responder. Debemos interrumpir nuestros rezos y estudios y hacer todo a nuestro alcance para apaciguar estas almas desesperadas y restaurarlos a la cuna de su legado”. (www.es.chabad.org).

 

¿Tuvieron Opción los Egipcios?

Por Elisha Greenbaum

 

Cuatrocientos años antes de que los judíos dejaran Egipto, Di-s predijo a Abraham la esclavitud de sus descendientes y eventual emancipación. Esta profecía presupone que los egipcios estaban destinados al mal, como si dijéramos programados previamente por Di-s, para esclavizar al pueblo judío y cumplir su destino. Si es así, si nuestros carceleros fueron sólo peones en algún plan maestro cósmico, ¿cómo podemos demandar y celebrar su castigo?

La respuesta teológica tradicional a esto es hacer una distinción entre la causa y el efecto. Los judíos, como nación, estaban destinados a ser atormentados por los egipcios como nación. El mal, sin embargo, es la suma total de acciones maliciosas efectuadas por un cierto número de pecadores individuales. Ninguno de los egipcios puede haber optado por mantenerse fuera de las acciones de sus compatriotas y permanecer libre de culpa y limpio. Cuando demandamos retribución por las acciones de cada pecador individual, es en reconocimiento de que cada uno de ellos ejercitó la libre elección y eligió pecar.

¿Sin embargo tuvo Faraón la libre opción en la decisión de maltratar a los judíos? La justificación de que el mandato de Di-s debía cumplirse con o sin la participación de cualquier individuo egipcio parece no ser respuesta en el caso de Faraón. Si el líder de la nación se hubiera rehusado a participar, seguramente la esclavitud habría sido evitada completamente. Si es así, considerando que Di-s había predicho el maltrato a los judíos, Faraón podría no haber tenido elección conciente, sino que estaba predestinado a dirigir el programa de discriminación étnica.

Aun más destacable, en numerosas ocasiones en la lectura de la Torá de esta semana Moisés es enviado por Di-s a visitar a Faraón y amenazar con otra plaga. No obstante a Moisés se le previno que esperara que su admonición no tuviera un efecto inmediato y Faraón persistiría en su obstinación. ¿No deducimos lógicamente de esto que fue injusto castigar a Faraón por rehusarse a oír la orden Divina, pues su negativa fue pre ordenada por Di-s?

En la época de los profetas, cuando alguien proclamaba que tenía el don de la profecía le demandábamos que predijera varios eventos auspiciosos en el futuro cercano con un 100% de seguridad. Equivocarse aun en el detalle más pequeño demostraba que era un falso profeta. Si, sin embargo, su profecía consistía de tristes pronósticos y fracasaban en materializarse, no lo hacía automáticamente sospechoso. Di-s es bondadoso, misericordioso y siempre listo para dar otra oportunidad. Muchos profetas fueron enviados para dar noticias de una próxima perdición con la esperanza de que eso nos despertara para retornar a Él.

En otras palabras, las promesas de Di-s de bienes y bondades futuras son de cumplimiento garantizado; noticias negativas —no necesariamente. Cuando Di-s predijo el dolor y sufrimiento futuros para Su nación, teóricamente podría haber sido anulado ante Su orden. El hecho de que por cualquier motivo que eligió Di-s para no salvarnos, es entre Él y nosotros.

Las profecías de mal no tienen que producirse. Los judíos potencialmente podrían haber sido salvados y los egipcios podrían haberse rehusado a participar. A pesar que Di-s describió a Abraham la eventual esclavitud de sus descendientes, no era automático.

Cada uno de nosotros ejerce la libre voluntad en cada cruce de caminos de nuestro viaje a través de la vida. Los egipcios, como con todo imperio malvado y todo malvado a lo largo de la historia, eligieron practicar la miseria y la destrucción, ejercitaron la libre voluntad en su capricho, y merecieron completamente la retribución Divina. (www.es.chabad.org)

 

SHEMOT 5778

Los Hijos de Israel se multiplican en Egipto. Amenazado por la creciente cantidad de Israelitas, el Faraón los esclaviza y ordena a las parteras hebreas Shifra y Pua, matar a todos los varones que nazcan. Cuando ellas no cumplen, ordena a su propia gente arrojar a los bebes hebreos al Nilo.

Iojeved, la hija de Levi, y su marido Amram tienen un hijo. El niño es colocado en un canasto en el río, mientras su hermana, Miriam, observa desde lejos. La hija del Faraón descubre al niño, lo cría como propio y lo llama Moshe.

Ya de joven, Moshe deja el palacio y descubre las dificultades de sus hermanos. Ve a un egipcio golpeando a un hebreo y mata al egipcio. Al otro día ve dos judíos peleando entre ellos; cuando los advierte, éstos revelan lo que Moshe hizo el día anterior, así viéndose forzado a huir de Egipto hacia Midián. Allí rescata a las hijas de Itró, se casa con una de ellas – Tzipora, y se cinvierte en pastor del ganado de su suegro.

Di-s se aparece a Moshe en una zarza ardiente al pie del Monte Sinaí, y le instruye ir hacia el Faraón y exigirle: «Deja ir a mi pueblo, para que Me sirvan». Aarón, el hermano de Moshe, es designado como su portavoz. En Egipto, Moshe y Aarón reúnen a los ancianos del pueblo de Israel para decirles que el tiempo de la redención llegó. La gente les cree; pero el Faraón se niega a dejarlos ir, además intensificando el sufrimiento del pueblo.

Moshe retorna hacia Di-s y protesta: «¿Por qué has hecho el mal con esta gente?». Di-s le promete que la redención está cercana

 

ESCLAVOS EN EGIPTO

 

Dicen nuestros sabios que la esclavitud en Egipto no comenzó en forma repentina, sino que fue algo gradual. Poco a poco los egipcios fueron convenciendo a los judíos que se integraran a la sociedad y colaboraran en las obras edilicias del Faraón. Y los judíos, deseosos de colaborar se fueron sumergiendo más y más en el trabajo, y cuando se quisieron acordar, ¡ya eran esclavos!

¿Esto es sólo una historia del pasado? ¡No!

Comenzamos una carrera, una empresa, o en un nuevo lugar de trabajo. Poco a poco nos sumergimos en ello. Al principio no nos damos cuenta que nos está absorbiendo, que nos está esclavizando, hasta que un día, al abrir los ojos, vemos que estamos encadenados, que ya no somos libres.

Es entonces que alzamos la vista y clamamos pidiendo que un nuevo Moisés se levante para liberarnos de este nuevo Egipto que creamos para nuestras vidas.

 

 

La ingratitud te lleva a negar a Dios

“Y se levantó un nuevo rey en Egipto que no conocía a Yosef” (Shemot 1:8).

 

Rashí cita a nuestros sabios (en Sotá 11a) y explica que no se trataba de un rey nuevo que en verdad no conocía a Yosef, sino el mismo que hizo como si no lo conociera.

La justificación de Rashí es muy simple: Yosef fue una persona increíblemente importante en Egipto: gracias a él Egipto se convirtió en la potencia más rica de su época y gracias a Yosef el faraón mismo acumuló enormes riquezas. Siendo así, ¿cómo es posible que un rey no hubiese sabido de su existencia?

Normalmente los reyes de cualquier país saben de la historia de su propio pueblo, por lo que es improbable suponer que un nuevo rey no hubiese escuchado de Yosef. Debe ser, deducen los sabios, que no era un nuevo rey que no conocía a Yosef, sino el mismo faraón que previamente se había visto beneficiado por él, pero que ahora lo desconoció.

Más adelante en la parashá encontramos que Dios le dice a Moshé que hable con el faraón y le pida que deje salir a los hijos de Israel en libertad. Moshé lo hace y el faraón responde “¿Quién es Dios como para que lo escuche? No conozco a Dios” (Shemot 5:2). También esta pregunta es curiosa: ¿acaso el faraón no conocía a Dios? La mayoría de los comentaristas señalan que sí lo conocía, que sí había escuchado hablar de Dios y sabía quién era. Siendo así, ¿cómo es posible que ahora lo desconociera?

La respuesta es la siguiente: a mayor gratitud que una persona experimenta hacia a aquél que lo benefició, más cercano está en agradecer a Dios por haberlo creado y por todos los beneficios que constantemente nos prodiga. Lo opuesto también es cierto: a mayor ingratitud de una persona, más rápidamente negará a Dios. En otras palabras, cuando una persona es ingrata —inclusive hacia una persona—, eventualmente negará al Creador.

Aunque esta afirmación parece descabellada, no lo es tanto. La creencia en Dios está basada en la gratitud hacia Él. De hecho, esta es la razón por la cual Dios se presentó al inicio de los Diez Mandamientos, en el versículo del cual aprendemos la obligación de creer en Él, como “Yo soy Hashem tu Dios que te sacó de la tierra de Egipto” y no como “Yo soy Hashem tu Dios que creó el cielo y la tierra”, pues la creación del cielo y la tierra no hubiese evocado en ellos un sentimiento de gratitud tan poderoso como el sacarlos recientemente de la esclavitud egipcia. El Jobot haLebabot escribe que la motivación adecuada que una persona debe tener hacia Dios es la de la gratitud por todas las incontables bendiciones que le concede.

Aunque los mandamientos de la Torá sí están divididos en mitzvot bein Adam leJaberó (mandamientos entre una persona y su prójimo) y las mitzvot bein Adam leMakom (mandamientos entre una persona y el Creador), la personalidad humana no goza de esta distinción. Quien es paciente, lo será con sus compañeros y con Dios; quien es intolerante, lo será con su prójimo y también con lo que recibe de Dios; quien es agradecido, lo será con todos aquellos que lo benefician, ya sea el Creador o cualquier otra persona. Lo mismo aplica para la ingratitud: quien es ingrato hacia alguien, lo será también con Dios, a grado que terminará desconociéndolo.

El faraón empezó a ser ingrato con Yosef al desconocerlo, negando así todo el beneficio que le había proporcionado anteriormente y terminó desconociendo al Creador. (www.aishlatino.com).

 

VAIEJI 5778

 

Iaakov vive los últimos 17 años de su vida en Egipto. Antes de fallecer, pide a Iosef que jure que lo enterrará en la Tierra Santa. Luego bendice a los dos hijos de Iosef, Menashe y Efraim, elevándolos al nivel de sus propios hijos, como progenitores de tribus en la nación de Israel. El patriarca desea revelar el final de los días a sus hijos, pero es impedido por Di-s. Iaacov bendice a sus hijos, asignando a cada uno su rol como tribu: Iehuda producirá líderes, legisladores y reyes; los sacerdotes provendrán de Leví, sabios de Isajar, navegantes de Zvulún, maestros de escuela de Shimón, soldados de Gad, jueces de Dan y cosechadores de olivas de Asher. Reuben es advertido por haber «confundido el matrimonio de su padre»; Shimón y Leví por la masacre de Shjem y el plan contra Iosef. Naftalí es dotado con la velocidad de un ciervo, Biniamín con la ferocidad del lobo y Iosef es bendecido con belleza y fertilidad. Una gran procesión funeraria consistente en los descendientes de Iaakov, ministros del Faraón, los ciudadanos más ilustres de Egipto y la caballería Egipcia acompañan a Iaacov en su último viaje a la Tierra Santa, donde es enterrado en la Cueva de Majpelá en Jevrón. Iosef también fallece en Egipto, a los 110 años. Él también ordena que sus huesos sean llevados de Egipto a la Tierra Santa, pero esto ocurriría sólo con el éxodo de los Israelitas de Egipto, muchos años después. Antes de morir, Iosef deja a los Hijos de Israel el testamento del cual tomarán esperanza y fe en los difíciles años venideros: «Di-s seguramente los recordará, y los elevará fuera de esta tierra, a la tierra que prometió a Avraham, Itzjak y Iaakov».

 

No Estamos Solos

José murió y fue puesto en un ataúd en Egipto. Genesis 50:26

A lo largo de sus vidas, nuestros patriarcas y matriarcas se aferraron a Di-s y Su plan para la creación. Ellos por lo tanto no estaban afectados por el ocultamiento de la Divinidad de nuestro mundo. A pesar de que nuestra conciencia Divina es mucho menor, hemos sin embargo heredado algo de su capacidad para elevarnos por encima de las limitaciones de este mundo. Esto es lo que nos permitió cumplir con la misión Divina descrita en el siguiente libro de la Torá, Éxodo. En el libro de Éxodo, veremos al pueblo judío recibir la Torá y comenzar a construir un hogar para Di-s en este mundo.

Para proveernos de esta inspiración, nuestros ancestros, también, tuvieron que vivir en un estado similar al exilio. Esto sucedió cuando Jacob y su familia descendieron a Egipto. A pesar de que nunca fueron esclavizados, ellos estaban en “exilio”, apartados de la Tierra Santa. Al mantener un dominio espiritual sobre Egipto, Jacob y sus hijos nos dieron la fuerza para sobreponernos a la oscuridad espiritual de nuestro propio exilio. Luego del relato de Jacob en Egipto, la Torá nos da la inspiración que nos sostendrá hasta el fin de nuestro exilio: “José fue puesto en un ataúd en Egipto.” No estamos solos; José está con nosotros en el exilio, recordándonos que nosotros también nos podemos elevar por encima del exilio y transformarlo en Redención

 

La bendición de los hijos

Por Elisha Greenbaum

Incluso el mejor de los niños en el mejor de los tiempos a veces necesita un poco de disciplina. Un reciente viaje por la carretera, en donde los tiempos de la comida se habían retrasado, transformó el humor de mi hijo de cuatro años. Olvidando el llanto el cual podíamos controlar, cuando insistió en correr demasiado cerca del borde del muelle, no tuve más remedio que levantarlo y llevarlo de nuevo al coche.

Digamos que no lo había tomado tan amablemente el repentino cambio de planes.

Parcialmente ensordecidos por sus gritos y luchando en agarrarle sus brazos y piernas, todo lo que pude ver en mi caminata por el muelle fueron las miradas de un pequeño grupo de pescadores que se encontraban en mi camino hacia la disciplina.

Se veían tan cómodos y sin preocupaciones. Bronceados por el sol, con la botella de cerveza fría al lado de sus cañas de pescar. No pude dejar de reflexionar sobre la discrepancia entre mi experiencia de vacaciones y la de ellos.

Mientras luchaba para pasar por allí, todos se dieron vuelta a la misma vez para verme.

Teniendo la paciencia casi agotada, y sintiéndome un poco avergonzado por su atención, pregunté: ¿alguno tiene hijos?, y todos respondieron felices “no”.

“¿Quieren uno?”, pregunté luego, señalando al paquete que llevaba en mis brazos.

Obviamente estaba bromeando, ya que no cambiaría a mis hijos por nada. Sin embargo, no podía dejar de pensar en la respuesta unánime de rechazo que recibí de los pescaderos. Claramente no tenían idea de lo que se estaban perdiendo.

Algunas personas simplemente no aprecian la bendición que traen los hijos. Muchos esperan a que las cosas se pongan serias para poder empezar a armar una familia.

Pero, ¿quién dijo que cuando estés listo para la bendición de Di-s, Él los mandará tan libremente? He tenido varias conversaciones con personas que comparten su desilusión por no haber comenzado una familia antes. Ahora se arrepienten, pero ya es tarde.

Cualquier otro placer se hace insignificante cuando se compara con el privilegio de tener hijos.

Cuando nuestro ancestro Iaakov se dio cuenta que su vida estaba llegando al final, convocó a su hijo Iosef, y a sus nietos a que se acercaran.

Y él bendijo a Iosef y dijo: “El Di-s el cual mis padres, Abraham e Itzjak caminaron, el Di-s que me sostuvo todo el tiempo de mi vida, que sea el ángel que me liberó de todo mal, el que bendiga a estos jóvenes (Génesis 48:16-17)

Parece no tener sentido. Iaakov comenzó prometiendo bendecir a Iosef, pero de la continuación de la bendición parece que ignoró completamente a su hijo y se concentró en sus nietos. Seguro que Iosef tenía una razón para quejarse. ¿En dónde estaba su bendición prometida?

Pero ningún padre preguntaría eso. Cuando Iaakov bendijo a los hijos de Iosef, él también se sintió bendecido.

Los hijos son un regalo de Di-s, y cada uno es otro regalo de nuestro amado Padre en el Cielo. Nadie puede prometer que no se van a portar mal en público, o que la decisión de tener hijos no te va a interrumpir mientras te sientas a pescar. Pueden ser caros, pero valen la pena.

Puede que no sea la forma más sencilla o confortable de vivir, pero tener el privilegio de criar a los hijos de Di-s, es la mayor bendición que uno puede aspirar. (www.es.chabad.org)

 

 

 
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