La UE calla, pero Trump y Netanyahu animan a liberar Irán del yugo clerical islamista
OTRA vez están los europeos metidos en el lío de la lucha entre sus alardes de buenismo y probidad moral y su envilecedora obsequiosidad ante socios nada probos. En Irán la población sale a la calle a pedir democracia y el fin de la dictadura. En Bruselas todos miran hacia otra parte. Otra vez la UE con curiosos distingos y ominosos silencios. No puede atribuirse solo a la representante de la política exterior europea, Federica Mogherini. Aunque ella es todo un síntoma. Solo el «pensamiento puré» socialdemócrata explica que la política exterior de los 27 la represente una señora, devota de Cuba, que no puede evitar la lagrimita con la muerte de Fidel. Llora por el dictador, pero no llora por los asesinados en Venezuela. Y no es capaz de asistir a la entrega del premio Sajarov del Parlamento Europeo a la oposición venezolana. Porque Maduro no es sino un pelele cubano. Sobre Irán, la UE guarda silencio. Con lo rápido que condena Bruselas lo que no le gusta de Trump, presidente de la mayor y mejor democracia del mundo.
Resulta que en Irán se han extendido las protestas contra la dictadura de los ayatolás. Lo que hace días eran manifestaciones menores contra subidas de precios, abandono y corrupción son ya grandes concentraciones en las que se pide la caída del máximo líder religioso Jamenei, la disolución de la Policía secreta y la Guardia Revolucionaria, el fin de la ayuda –al terrorismo– en Gaza o Líbano y, ni más ni menos que el fin de la República Islámica. Que es el régimen teocrático de terror que instauró el Ayatolá Jomeini hace 40 años con la necia, cobarde y ciega ayuda de los europeos y de un presidente de EE.UU. tan fallido y tan dañino que aún goza de prestigio en la izquierda occidental. Ya hay muertos. No se sabe cuántos. Nunca se supo de las protestas sofocadas a tiros en 2009. Oficialmente unos 40. Extraoficialmente, cientos.
A los gobiernos europeos les viene ahora mal que los iraníes exijan dignidad, libertad y derechos. Terrible inconveniencia será que la dictadura islámica, que pintaban como un alumno aventajado en buenas maneras, se muestre como la brutal dictadura que es. Irán no solo aplasta a los suyos. Dirige la inmensa organización terrorista Hizbolá desde el Líbano en todo el mundo, con la que lleva a cabo la penetración en Iberoamérica con una red mafiosa que trafica con la cocaína de las FARC y del régimen de Maduro, con armas y otros bienes. Manda en Siria, interviene en el Golfo, controla a las bandas terroristas de Hamás en Gaza. Tiene un programa de armas nucleares que el acuerdo con Obama retrasa pero también legitima. Y tiene como razón de Estado la destrucción de Israel. Los europeos se unieron al saliente Obama para presentar a Irán como un país impecable en marcha hacia la democracia. Obama necesitaba aquel acuerdo para adecentar un pésimo balance. Los europeos para hacer negocios con quien, sin sanciones, vuelve a tener dinero. Una auténtica lata para Europa que los iraníes se levanten ahora para exigir libertad y derechos, eso que tanto defiende la UE.
El ministro alemán Sigmar Gabriel ha pedido a Teherán que no se exceda matando. Pero en general todos callan. Salvo Trump y Netanyahu, que han hablado y bien. Se han visto reafirmados por los iraníes en las calles, no desautorizados como los europeos. Han animado a los iraníes a liberar a Persia, una nación antigua, sofisticada y articulada, de la dictadura de los clérigos islámicos y unirse al mundo libre. Imaginen qué glorioso cambio. En principio nadie decente debería tener algo en contra.
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