Sólo como hipótesis, supongamos que los palestinos consiguen un día su objetivo de asegurarse una capital para un Estado palestino en Jerusalén. ¿Qué podría suponer eso para los residentes y visitantes de la ciudad?
Lo ideal sería que los lugares sagrados gozasen de protección y que se pudiera acceder a ellos, que todo el mundo pudiera disfrutar de la libertad de culto, como bajo la administración israelí. Pero los antecedentes –y comportamientos más recientes– de los palestinos no son muy tranquilizadores.
La parte de Jerusalén que los palestinos exigen para su capital estuvo bajo control árabe desde 1948 hasta 1967. Jordania ocupó la zona y la Margen Occidental durante 19 años, y, curiosamente, los palestinos nunca exigieron el fin de la ocupación o la creación de un Estado palestino con capital en Jerusalén. Estas demandas sólo surgieron cuando Israel –es decir, los judíos– se hizo con el control. Los palestinos jamás han sido capaces de explicar ese vacío de casi dos décadas en su supuesto anhelo de autodeterminación en la tierra que reclaman arteramente como ancestralmente suya.
Antes de defender una nueva división de Jerusalén, sus partidarios deberían conocer la historia de ese periodo. Israel hizo de la parte occidental su capital; mientras, Jordania ocupó la sección oriental, pero no trasladó su capital allí. Jordania vulneró el Acuerdo de Armisticio de 1949 al negar a los israelíes el acceso al Muro Occidental y al Monte de los Olivos. Peor aún, el Barrio Judío de la Ciudad Vieja fue arrasado, 58 sinagogas fueron destruidas o profanadas, y miles de tumbas del cementerio del Monte de los Olivos fueron destruidas para, con ese material, asfaltar una carretera y construir vallas y letrinas en campamentos militares jordanos.
Bajo el régimen jordano, los musulmanes israelíes tampoco podían visitar sus lugares sagrados en Jerusalén Este. Y “los cristianos israelíes eran sometidos a varias restricciones en las temporadas de peregrinaje a sus lugares sagrados”, según Teddy Kollek, durante mucho tiempo alcalde de la ciudad. “A regañadientes, sólo se permitía a un número limitado visitar brevemente la Ciudad Vieja y Belén, en Navidad y Pascua”.
Jordania aprobó leyes que restringían la apertura de nuevas escuelas cristianas, controlaba el nombramiento del profesorado y exigía la enseñanza del Corán en las mismas. En 1965 se prohibió a las instituciones cristianas adquirir tierras o derechos sobre ellas en Jerusalén y sus inmediaciones. En 1966 se obligó a las escuelas cristianas a cerrar los viernes en vez de los domingos. Debido a estas medidas represivas, numerosos cristianos emigraron de Jerusalén. Pasaron de ser 25.000 en 1949 a menos de 13.000 en junio de 1967.
Las leyes discriminatorias adoptadas por Jordania fueron abolidas por Israel después de la reunificación de la ciudad, en 1967.
¿Serían las políticas palestinas en Jerusalén distintas de las de los jordanos? A juzgar por las palabras y los hechos de los palestinos, hay motivos para preocuparse.
Altos cargos de la Autoridad Palestina (AP) han dejado clara su opinión de que se debe recuperar la política jordana respecto al Muro Occidental, el lugar más sagrado del judaísmo. El ministro de Asuntos Religiosos, Mahmud al Habash, ha dicho que se debería impedir a los no musulmanes rezar en el complejo de la mezquita Al Aqsa, que incluye, según él, el Muro Occidental. Asimismo, Taisir al Tamimi, expresidente del Tribunal Religioso de la AP, insiste en que “la mezquita de Al Aqsa es islámica” y en que “los judíos no tienen derecho a rezar en ninguna parte de ella”, incluido “su muro occidental”.
En 1952, Jordania proclamó el islam religión oficial del país. Según el borrador de la Constitución palestina, el islam será también la religión oficial de Palestina, lo que no augura nada bueno a los no musulmanes. Según un informe del Departamento de Estado de EEUU sobre la libertad religiosa en los territorios de la AP, las iglesias no están reconocidas oficialmente y deben obtener un permiso especial para celebrar casamientos o gestionar asuntos de estatus personal. Los cristianos no pueden hacer proselitismo.
Jonathan Adelman y Agota Kuperman han señalado que Yaser Arafat “intentó eliminar al Jesús histórico retratándolo como el primer fedayín radical palestino (guerrillero)”. David Raab ha observado que “los cristianos son percibidos por muchos musulmanes (…) como una potencial quintacolumna de Israel”.
Al comienzo de la Guerra Palestina, en 2000, los musulmanes palestinos atacaron a los cristianos de Gaza. Raab refirió:
No es raro ver una pintada anticristiana en Belén o en la vecina Beit Sahur que diga: “Primero la gente del sábado [los judíos], después la gente del domingo [los cristianos]” (…) han aparecido pintadas en cementerios cristianos y monasterios con las líneas de teléfono cortadas, y ha habido allanamientos en conventos.
En 2002, terroristas palestinos se hicieron con la Iglesia de la Natividad de Belén y tomaron como rehenes a sacerdotes, monjes y monjas. The New York Times informaba de que “los palestinos armados han solido utilizar los alrededores de la iglesia como refugio, con la expectativa que Israel trate de no luchar cerca del santuario”. Más recientemente, el 23 de diciembre de 2017, unos agitadores de Belén tiraron piedras al coche en el que viajaba el patriarca griego ortodoxo de Jerusalén.
En 1950, Belén y las aldeas colindantes tenían un 86% de cristianos. Tras asumir el control en 1995, la AP empezó a islamizar Belén. Arafat nombró gobernador a un musulmán, disolvió el consejo municipal, donde había nueve cristianos y dos musulmanes, y lo sustituyó por otro paritario. También se modificaron los límites municipales para incorporar a 30.000 musulmanes de los campos de refugiados cercanos y a unos cuantos miles de beduinos. Y se animó a musulmanes de Hebrón a mudarse a Belén. El resultado fue que los 23.000 cristianos de la zona pasaron de ser una mayoría del 60% en 1990 a una minoría en 2001. Hoy, sólo quedan 11.000, el 12% de la población de la ciudad.
En toda la Margen Occidental, los cristianos son ahora menos del 2% de la población. En 2017, Nihad Abu Gosh, miembro del Frente Democrático para la Liberación de Palestina (FDLP) y director del área de Asuntos de la Diáspora de la OLP, admitió que uno de los motivos de tal declive es “una cultura parecida a la del ISIS y la existencia de un entorno que excluye a los cristianos palestinos y siente recelos hacia ellos”. Puso como ejemplo a un predicador de la mezquita Al Aqsa que “defiende exigir un impuesto [la yizia] a los cristianos”.
Cuando murió Arafat, en 2004, Graziano Motta, corresponsal de Radio Vaticano, dijo: “La muerte del presidente de la Autoridad Nacional Palestina se produce en un momento en que las estructuras políticas, administrativas y policiales suelen discriminarlos [a los cristianos]”. Motta añadió que los cristianos “se han visto expuestos constantemente a las presiones de los activistas musulmanes, y se han visto obligados a profesar fidelidad a la intifada”.
En 2005, Samir Qumsiyeh, periodista de Beit Sahur, declaró al periódico italiano Il Corriere della Sera que los cristianos estaban sufriendo violaciones, secuestros, extorsiones, expropiaciones de tierras y propiedades. Añadió: “Casi todos los 140 casos de expropiación de tierras de los últimos tres años fueron llevados a cabo por organizaciones islámicas militantes y por miembros de la Policía palestina”. Qumsiyeh advertía: “Si la situación continúa, en veinte años [los cristianos] desaparecerán de aquí”.
Al mundo debería preocuparle igualmente cómo tratarían los palestinos los lugares sagrados y de importancia histórica. Los Acuerdos Provisionales de Oslo especificaban que la AP sería responsable de la seguridad de determinados lugares sagrados, y que los judíos podrían acceder sin trabas a ellos. Sin embargo, los palestinos dificultaron a los judíos la visita a lugares sagrados y permitieron que las turbas quemaran la sinagoga Paz para Israel de Jericó y destrozaran la Tumba de José, en Nablus. El 19 de diciembre de 2017 los palestinos provocaron disturbios, incendiaron neumáticos, tiraron piedras y amenazaron a los soldados y fieles cuando los judíos visitaban la Tumba de José para celebrar Janucá.
Los palestinos que ahora controlan el Monte del Templo también han causado un daño irreparable en restos arqueológicos de la época del Primer y el Segundo Templos. Los arqueólogos israelíes descubrieron que durante unas obras ordenadas por las autoridades musulmanas se retiraron del Monte y arrojaron a la basura miles de toneladas de grava con importantes reliquias. Los expertos dicen que incluso los objetos que no fueron destruidos perdieron su utilidad arqueológica, porque los operarios palestinos mezclaron los hallazgos de diversos periodos cuando removieron la tierra con los bulldozers. El Comité contra la Destrucción de Antigüedades en el Monte del Templo, que no depende de ningún partido, dijo que otro proyecto de construcción palestino dañó un muro que data de los tiempos del Segundo Templo.
La constante vulneración de los acuerdos que los palestinos han firmado sobre la libertad de credo y la protección de los lugares sagrados, además de la persecución religiosa y el maltrato a los no musulmanes en sus dominios, dan abundantes pruebas reales de por qué la comunidad internacional debería preocuparse gravemente sobre lo que supondría dar a los palestinos el control sobre cualquier parte de Jerusalén.
© Versión original (en inglés): The Algemeiner
© Versión en español: Revista El Medio
No, por que ellos creen en Mahoma y o en cristo ellos son mahometanoz y no cristianos, no les importa nada, que sr relacione con cristo