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| lunes diciembre 23, 2024

MISHPATIM-SHEKALIM 5778


B»H

Luego de la revelación en el Monte Sinaí, Di-s dicta una serie de leyes al Pueblo de Israel. Estas incluyen las leyes de sirvientes; las penas por asesinato, secuestro, asalto y robo; penas civiles por daños, las leyes sobre prestamos, las responsabilidades de los «Cuatro guardianes»; y las reglas que gobiernan la conducta de la justicia en las cortes.

También son dadas leyes advirtiendo contra el maltrato a extranjeros; la observancia de las festividades en las diferentes estaciones y las leyes de las ofrendas de la agricultura que debían ser llevadas al Templo en Jerusalén; la prohibición de cocinar carne con leche; el precepto de rezar. En total, la sección Mishpatím contiene 53 preceptos – 23 positivos (que implican hacer algo) y 30 negativos (que implican prohibiciones).

Di-s promete traer al Pueblo de Israel a la Tierra Santa y les advierte que no sigan los caminos paganos de los habitantes actuales de la misma.

El Pueblo Judío proclama: «Haremos y escucharemos» todo lo que Di-s nos manda. Dejando a Aarón y Jur a cargo del campamento Israelita, Moshe asciende al Monte Sinaí y permanece allí por cuarenta días y cuarenta noches para recibir la Torá de Di-s.

 

UN ASESINATO ENCUBIERTO

En nuestra Parashá se habla del castigo que merece el asesino intencional, pero es evidente que para que se aplique este castigo, la pena de muerte, debe haber un cadáver, un arma y una intención.

Sin embargo hay otro tipo de asesinato que no deja un cadáver, pero es mucho peor, el que se comete con el arma llamada LENGUA. Cuántas veces oímos: “Me dijeron que Fulano…”, “Vi que Mengano…”. Este es el peor de los crímenes, es el asesinato más cruel, pues no sólo la víctima sigue viviendo físicamente, pero destruida moralmente, sino que quien escucha es también una víctima, al igual que el que habla.

Si tanto nos cuidamos de cometer un asesinato físico, ¿por qué no nos cuidamos del asesinato moral?

 

Shekalim

Cuando el Santo Templo estaba en Jerusalén, cada judío contribuía con medio shekel anual para el Templo. Los fondos recaudados eran usados en un principio para adquirir ganado para los sacrificios comunales. El dinero sobrante era usado para varios propósitos comunales, incluyendo proveer los salarios de los jueces y el mantenimiento del Templo, sus utensilios y las murallas de la ciudad.

Este impuesto anual, conocido como el Majatzit HaShekel debía entregarse el 1 de Nisan. Un mes antes, el 1 de Adar, los tribunales comenzaban a enviar recordatorios sobre esta obligación bíblica. En conmemoración, la lectura de la Torá del Shabat que cae en o antes de Adar es complementada con los versículos (Éxodo 30:11-16) que relatan el mandamiento de Di-s a Moisés con respecto a la primera entrega del medio shekel.

La haftará de Shekalim (II Reyes 11:17-12:17) continúa con el mismo tema, discutiendo los esfuerzos del Rey Jehoash (siglo 9 AEC) para destinar fondos para el mantenimiento del primer Templo Santo.

«Parashat Shekalim» es la primera de las cuatro lecturas especiales agregadas durante o inmediatamente antes del mes de Adar (las otras tres son Zajor, Pará y HaJodesh).

La lectura de Shekalim también está relacionada con la próxima festividad de Purim. De acuerdo con el Talmud, el decreto de Haman fue evitado en mérito a la mitzvá de Majatzit HaShekel. (www.es.chabad.org)

 

 

Una cuestión de ética

Por Shlomo Yaffe

Gran parte de la historia de la aceptación de la Torá por parte de los judíos en realidad se encuentra al final de la porción de la Torá de esta semana –(Éxodo 21-24). Esto incluye la famosa afirmación del pueblo judío, Naasé venishmá –“Haremos (primero) y (luego) escucharemos y entenderemos”– una completa aceptación de Di-s sin condiciones.

¿Pero por qué no se incluye este importante elemento en el lugar que parece ser el correcto, la lectura de Itró (Éxodo 18-20), que cuenta la historia de la entrega de la Torá?

Creo que la respuesta está en el concepto expuesto por el rabino Iehuda Halevi en su gran obra el Kuzari. Allí aborda lo dicho por profetas como Irmiahu, Ieshaíau y Amós, que parecen denigrar y despreciar los sacrificios ofrecidos por muchos de los judíos al final del período del primer Templo. ¿Cómo se reconcilian estas afirmaciones con los mandamientos explícitos de la Torá con respecto al ofrecimiento de sacrificios? Y después de todo, ¡a diario rezamos por triplicado por la restauración del Templo Sagrado y su servicio sacrificial!

El Kuzari plantea que se le entregó la Torá a un pueblo constituido por seres humanos enteros y decentes. De otra forma, no hubiéramos merecido recibir tan preciado regalo. Esta es la razón por la que los profetas criticaron los sacrificios de quienes habían cometido injusticias contra otros. No se oponían a los sacrificios; reconocían que un corbán –que en hebreo significa literalmente “acercar”, no “sacrificar”– es un acercamiento a Di-s. Si nos preocupamos por Di-s, sin embargo, no nos abusamos de aquellos creados a su imagen. Y si no nos preocupamos por Di-s, ¿para qué el sacrificio? ¿Se lo puede sobornar? Di-s obtiene placer de nuestro sincero deseo de acercarnos a él, no un asado sagrado. Si estamos atascados en una ciénaga moral, no podemos ascender a las alturas del cielo.

Asimismo en nuestro caso: la lectura de la Torá Mishpatim trata los elementos básicos del derecho civil. Cómo nos tratamos el uno al otro, cómo cumplimos nuestras obligaciones financieras y fiduciarias, etc. Se trata de justicia y equidad hacia otros seres humanos.

Di-s insertó la lectura de Mishpatim antes de retornar al pasado para abordar aspectos claves de la narración sobre la entrega de la Torá. Esta es su forma de decir: “¡Antes de poder recibir la Torá por completo, estudien Mishpatim! Sean seres humanos bondadosos, decentes, y rectos que respetan el ser, la dignidad y la propiedad de otros. Una vez que lo hayan hecho, entonces podré entregarles la Torá y elevarlos para ser una ‘goi kadosh’, una nación sagrada”.

Si no somos seres humanos conducidos correctamente, menshn, no hay punto de apoyo para la Torá. No podemos construir un edificio duradero en un pantano.

Pero si nuestra humanidad, nuestra decencia y honestidad están presentes, somos entonces cimientos sólidos sobre los cuales construir el edificio de la Torá y el judaísmo. (www.es.,chabad.org)

 
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