Instalación “La silla vacía” en la Plaza Héroes del Gueto donde estaba la Umschlagplatz, Cracovia. Obra de Piotr Lewicki y Kazimierz Latak
Los sobrevivientes, sus hijos y nietos, y todos los que somos y hacemos Generaciones de la Shoá en Argentina, repudiamos con firmeza esta ley que acaba de aprobar el parlamento polaco prohibiendo toda mención a la complicidad polaca con el nazismo durante el Holocausto.
Los que hemos sobrevivido, podemos dar testimonio de muchos actos perpetrados por conciudadanos polacos sobre nosotros, nuestras familias, vecinos y conocidos. Fuimos denigrados, burlados, denunciados, sobornados, robados, cercados y asesinados por los que hasta hacía días antes eran nuestros compañeros de escuela o trabajo, vecinos, clientes, funcionarios, proveedores, arrendadores, maestros y profesores.
Muchísimos fueron asesinados luego de sufrir el abandono, la expoliación y la anulación de recursos de supervivencia en manos de sus conocidos y vecinos. Se fracturó nuestra confianza en el ser humano y especialmente en los feligreses cristianos que, supuestamente, debían amarnos como a sí mismos.. Aunque el Gobierno polaco en el exilio no acompañó la política asesina del nazismo, cosa que hizo con criminal entusiasmo el gobierno francés, muchos sobrevivientes no han querido regresar nunca a suelo polaco y se han negado, con firmeza a seguir hablando su idioma.
Durante las últimas décadas nos hemos ocupado en señalar la conducta de esos otros polacos que tendieron su mano cuando advirtieron la enormidad de nuestro destino fatal e incluso, y eso merece el reconocimiento eterno, los que arriesgaron sus vidas y las de sus familias para escondernos o salvarnos. También hemos señalado el esfuerzo hecho por las autoridades polacas para cambiar la mirada de su población sobre los judíos y su compromiso en la instalación del museo Polin que refleja los mil años de vida judía en Polonia.
Esta ley echa por tierra este arduo trabajo.
Esta ley amordaza y pretende torcer los hechos.
Esta ley nos abre los peores archivos y volvemos a llorar a los judíos de Jedwabne que, en 1941, fueron arreados, encerrados en un granero y quemados por sus vecinos y a los sobrevivientes que volvieron en 1946 a su ciudad, Kielce donde fueron asesinados por los usurpadores de sus casas. Lo hicieron polacos. Ciudadanos comunes, no gente del gobierno aunque las policías locales fueron cómplices por acción y omisión.
Esta ley pone a los polacos y a todo aquel que visite Polonia en un dilema porque arriesga su libertad si llega a murmurar algo que tiña a algún polaco con la más ligera pelusa de culpa. Esperamos con ansia la reacción de los tantos polacos sensibles, los polacos como el artista Rafał Betlejewski que llena de grafiti todo sitio que encuentra en las ciudades y pueblos polacos con la frase (Tęsknię za tobą Żydzie, en polaco): «Judío, te extraño».
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