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| lunes noviembre 25, 2024

Oriente Medio sigue necesitando más democracia


La estabilidad en Oriente Medio siempre ha sido un objetivo estratégico para Occidente. Actualmente, también para Oriente: China, como ya comentamos, se está convirtiendo en una influencia exterior clave en la zona; y qué decir de Rusia.

No es para menos, desde la región sale mucho petróleo, y es además la bisagra que une a Europa con el Lejano Oriente. Para lograr la estabilidad, después de hacer mal uso de la escuadra y el cartabón (en su día recordamos los cien años de Sykes-Picot), y con la excepción única y democrática de Israel, los occidentales instalaron hombres fuertes en los países de nueva creación; a veces, los sátrapas pertenecían a minorías que gobernaban sobre las mayorías étnicas y religiosas de los países en cuestión (Sadam Hussein era un suní que gobernó un país de chiíes, y los Asad alauitas gobiernan un país de suníes). Si semejante olla a presión no estalló antes se debió a la dura represión que esos regímenes ejercieron sobre sus poblaciones.

Occidente prefirió las atrocidades, la mano de hierro y la corrupción de los gobernantes árabes antes que el caos. Que guerrearan de tanto en cuanto contra Israel era una preocupación menor. Lo importante era la estabilidad y el flujo de los recursos energéticos.

Este amalgama de mala gobernanza, soldadesca salvaje y corrupción rampante fue el caldo de cultivo para que el radicalismo islámico se extendiera por Oriente Medio y el norte de África. El primer aviso fue en 1979, cuando los excesos del sah Reza Pahlevi propiciaron una revolución, finalmente secuestrada por los ayatolás, que devino en la actual teocracia iraní. Occidente no vio venir el derrocamiento del sah y el ascenso de Jomeini, ciertamente; como tampoco vio venir laPrimavera Árabe en 2011. Pasados siete años, Túnez es el único país que ha mejorado tras la Primavera Árabe; los demás han devenido Estados fallidos (Libia, Irak, Yemen) o reforzado el antiguo modelo de hombres fuertes (Egipto y Siria).

La derrota del Estado Islámico es una noticia positiva, pero las botas sobre el terreno no son suficientes. Además de la expansión iraní y los dos grandes bloques que se están formando (suníes e Israel contra chiíes e Irán), la región sigue sumida en una incertidumbre peligrosa. Qué hacer a largo plazo y vislumbrar cuál puede ser la mejor solución para que Oriente Medio deje de ser un polvorín es una materia de debate constante.

El siempre polémico Mordejai Kedar, criticando la visión occidental de Oriente Medio, sostiene que el mejor modo de organización política para la región son los emiratos, pequeños Estados monotribales; de hecho Kedar es autor de la controvertida solución de ocho Estados para el conflicto entre israelíes y palestinos (con siete pequeños emiratos palestinos, uno para cada tribu arabo-palestina). En su visión, en Oriente Medio no hay alteridad –empatía con el otro–, por lo que, en lugar de hacer convivir a tribus, sectas y grupos étnicos diferentes, hay que separarlos. La visión de Kedar es muy pesimista, y si atendemos a los actuales emiratos se trata de un pack que no incluye la democracia, los derechos humanos y la tolerancia religiosa.

El anterior embajador británico en Siria y Arabia Saudí, Andrew Green, que ha liderado proyectos en Oriente Medio como Medical Aid for Palestinians, Concordis or Christian Solidarity Worldwide, también se mantiene en el pesimismo y afirma que la democracia no es la solución en la región;lo argumenta de forma sucinta:

La razón fundamental de nuestro fracaso es que la democracia, tal como la entendemos, simplemente no funciona en los países de Medio Oriente, donde la familia, la tribu, la secta y las amistades personales triunfan sobre el aparato del Estado. Estas, ciertamente, no son sociedades gobernadas por el Estado de Derecho. Por el contrario, se las describe mejor como sociedades de ‘favor por favor’.

Scott Mastic, vicepresidente del International Republican Institute, presentó el pasado noviembre ante el Comité de Asuntos Exteriores del Congreso de los EEUU una visión distinta. Mastic apuntó, y con razón, que un mal gobierno motiva conflictos, y que la corrupción, el abuso de poder y la mala administración son indicadores de una futura inestabilidad. Una paz duradera no puede alcanzarse sin Gobiernos receptivos al sentir de la ciudadanía. En Iraq y en Libia, que siguen siendo estados fallidos, lo único que está realmente funcionando son los Gobiernos municipales, que están adquiriendo un protagonismo creciente. Mastic recomienda, para lograr avances democráticos en Oriente Medio, promover una mejor gobernanza, el empoderamiento de las mujeres, la inclusión de la juventud y de la sociedad civil, luchar contra la corrupción y celebrar elecciones democráticas. Ciertamente, de materializarse, son las mejores recetas contra el autoritarismo y contra el radicalismo islámico.

Bush y los neocons se equivocaron en los métodos, pero tenían algo de razón en su objetivo dedemocratizar Oriente Medio. Según dice Francis Fukuyama en Orden y decadencia política, la región no será estable mientras no haya instituciones fuertes e independientes que garanticen el respeto a la ley, los gobernantes rindan cuentan y haya espacio para la sociedad civil. Hasta entonces, la región seguirá siendo lo que es hoy, un campo de batalla de todos contra todos abocado al estallido de un conflicto a gran escala.

Sí, Oriente Medio sigue necesitando más democracia.

 
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