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| lunes diciembre 23, 2024

Qatar y el síndrome estadounidense


Imagen: Trump y el Emir de Catar

Henry L. Stimson, quien se desempeñó como Secretario de Estado y secretario de guerra en ambas administraciones republicana y demócrata, dijo lo siguiente en 1946: “La única forma de hacer que un hombre sea confiable es confiando en él y la manera más segura de hacer que no sea digno de confianza es desconfiar de él y mostrar tal desconfianza”.

Y el anterior presidente estadounidense, Franklin Delano Roosevelt dijo memorablemente lo siguiente acerca de Josef Stalin antes de la Conferencia de Yalta: “Creo que si le doy todo lo que pueda y no le pido nada a cambio… este no intentará anexarse nada y trabajará por un mundo de democracia y paz”.

Cincuenta años después, el ex-presidente estadounidense George W. Bush dijo, luego de la cumbre del 2001 en Eslovenia con Vladimir Putin: “Miré al hombre a los ojos. Le encontré muy directo y confiable. Pude conocer y sentir su alma”.

Estos ex-presidentes no son nenes inocentes; no hubieran alcanzado el pináculo de la política estadounidense si hubiesen sido totalmente ingenuos. Sin embargo, el enfoque de los líderes estadounidenses respecto a los adversarios extranjeros siempre ha estado basado en un intento genuino de acercamientos, desde una profunda convicción de que, con franqueza y sinceridad, pueden remodelar los corazones y las mentes de sus interlocutores. Esta creencia en los poderes mágicos al alcance dura hasta que la realidad, generalmente en la forma de eventos trágicos y mortales, golpea e induce un cambio total, requiriendo que los líderes actúen en contra de sus instintos básicos y muestren fortaleza y una astucia maquiavélica.

Este intrínseco enfoque estadounidense de presumir la inocencia en otros, confiar en ellos y ver el mundo como proyectado en la propia imagen estadounidense no debe ser juzgado simplemente como un defecto auto-perjudicial. De hecho, refleja los mejores valores de la democracia estadounidense. Sin embargo, debe reservarse para las democracias emparentadas para evitar así la explotación por aquellos que no comparten estos valores e incluso los desprecian.

Acortando la brecha del idioma

La conducta política estadounidense puede atribuírsele a un síndrome cuyas características son las siguientes: comienza con la creencia de que la maldad total y pura no existe, a pesar de las apariencias y que, mediante el contacto personal y el compromiso, todo el mal puede ser redimido. Esta creencia está arraigada en la cultura popular estadounidense, incluyendo las series de televisión para audiencias jóvenes y adultas por igual. Este está incrustado en los medios de comunicación, en la cultura política y el sistema educativo. El síndrome le atribuye poderes casi mágicos al momento del contacto personal que neutraliza el mal y lo hace impotente para que engañe. Cuando el mal coopera con uno, no puede ser un frío caso de interés propio, sino que necesariamente debe ser el fruto de un acercamiento y compromiso.

Este síndrome, que obstinadamente niega la realidad, agrava otras diferencias culturales que se presentan entre las democracias y las dictaduras y hace que Occidente sea casi incapaz de combatir contra la maldad. Hace solo unos días, cuando el dictador norcoreano Kim Jung Un invitó a Estados Unidos a entablar “un diálogo sincero”, los medios de comunicación occidentales se tragaron todo esto y lo celebraron con una gran fanfarria. (Véase, por ejemplo el artículo, “Elevando Esperanzas, Corea del Norte Ofrece Hablar Sobre su Arsenal Nuclear”, NYTimes.com, 6 de marzo, 2017)

El anterior síndrome puede ser detectado en otras democracias occidentales, pero generalmente en una forma mucho más leve. La “antigua mano del Medio Oriente” el británico Robert Fisk brinda un ejemplo memorable. Cuando Fisk visitó a Osama bin Laden en su oficina de campo de Sudán en 1993, aceptó crédulamente la protesta de inocencia de este último: “Soy ingeniero constructor y agricultor. Si tuviera campos de entrenamiento aquí en Sudán, no pudiera hacer este trabajo”. (Independent.uk, 8 de diciembre, 1993). El escrito titulado “El Guerrero Antisoviético Coloca a su Ejército en el Camino Hacia la Paz”.

Durante 20 años, MEMRI ha intentado ahorrarles a los encargados de tomar decisiones y a los legisladores la primera etapa excesivamente optimista acortando la brecha lingüística entre el Medio Oriente y Occidente y familiarizarlos con las realidades del mundo árabe y musulmán. Nosotros exponemos el doble discurso en la plática pública, en los libros de texto, los textos religiosos y tratados ideológicos, a menudo mucho más reveladores que los de los servicios secretos de inteligencia, a fin de salvar el doloroso costo de aprender a través de experiencias amargas. Nuestros esfuerzos a menudo han dado sus frutos, pero hoy, al observar las relaciones entre los Estados Unidos y Qatar y la forma en que el ratón qatarí ruge y manipula a las superpotencias estadounidenses, nos damos cuenta de cuánto más queda por hacer.

Cuando el síndrome norteamericano se encuentra con los regímenes autoritarios árabes, musulmanes y demás, la parte estadounidense no tiene ninguna posibilidad, a pesar de la disparidad de poder. Una expresión popular en árabe describe a los estadounidenses de la siguiente manera: “Los estadounidenses son buena gente, pueden ser engañados fácilmente (al-Amrikan nas tayyibin – binghashu bi-suhula). Otra expresión es: “joróbenlos, colaboren con ellos y háganle la doble cruz”. “todo a la vez” (ishtghil fi-hum wa-ma’ahum wa-‘alayhum). Los estafadores siempre han basado sus métodos en venderle a la víctima lo que la víctima misma quiere creer. Estos regímenes autoritarios son consumados estafadores y el síndrome estadounidense juega de su parte.

Qatar como caso de estudio

Qatar es un régimen autoritario administrado por una familia no electa por el pueblo que impide la libertad de expresión nacional. Durante años, ha sido el caldo de cultivo sin complejos de la incitación anti-estadounidense, antisemita y anti-Israel, así como también un importante promotor del extremismo islámico y del terrorismo. Desde antes que surgiera el EIIS y hasta el día de hoy, ha promovido a Al-Qaeda y a sus diversos vástagos, así como también a la Hermandad Musulmana y a sus filiales, especialmente Hamas. Durante décadas, ha protegido al notorio líder espiritual de la Hermandad Musulmana el Jeque Yousuf Al-Qaradhawi, quien defiende un segundo Holocausto “a manos de los creyentes, si Alá lo desea”. Véase: Jeque Yousuf Al-Qaradhawi: Alá impuso a Hitler sobre los judíos para castigarlos: “Si Alá lo desea, la próxima vez será a manos de los creyentes”. Hace apenas unos meses, cuando los omaníes expulsaron a un clérigo yihadista hindú por incitar en contra de Estados Unidos, fue Qatar quien le concedió el asilo inmediato. Véase: Omán deporta al clérigo hindú Salman Al-Nadwi a Qatar luego de arremeter contra el Rey saudita y el presidente estadounidense.

Qatar se encuentra aliado militarmente con el extremista islamista Presidente turco Recep Tayyip Erdogan, quien en unos pocos años hizo retroceder a la moderna Turquía 100 años a la era pre-Ataturk y ataca a Estados Unidos al punto de llegar a un posible enfrentamiento militar. Hoy día, Qatar también ha salido del closet como firme aliado de Irán. Anteriormente, esta excusa por su relación con Irán eran los campos de gas que compartían ambos países. Ahora, Qatar presenta una excusa igualmente engañosa: su conflicto con los países vecinos, que probablemente no hubiese ocurrido primeramente si Qatar no se hubiese ido a la cama con Irán.

Al igual que otros regímenes autoritarios, este ha armado a sus medios de comunicación totalmente controlados por el estado para que combatan contra sus enemigos y apoyen a sus aliados. Qatar reconstruyó el sur del Líbano en nombre de Hezbolá tras la guerra del 2006, e hizo lo mismo con Hamas en Gaza después de sus guerras con Israel. (Tanto Hezbolá como Hamas son organizaciones terroristas designadas por los Estados Unidos). Qatar se hace pasar por un campeón de la libertad de expresión y guarda silencio sobre la brutal represión a la libertad de expresión por parte de sus amigos y aliados, desde Gaza hasta Ankara y Teherán. Esta ayudó a los talibanes en Afganistán e incluso acogió a una representación de talibanes en Doha, presuntamente a pedido de Estados Unidos, pero siguió acogiéndolos incluso cuando esto iba en contra de la voluntad estadounidense.

La familia gobernante de Qatar cree que puede engañar a todos todas las veces. Qatar cree que el dinero puede comprar a cualquiera, del comité de los Juegos Olímpicos hasta los grupos pensantes, universidades, políticos y organizaciones en Washington, ya sea directamente o por medio de lobistas junto a cabilderos y se ha demostrado que tienen razón. Lo que eleva el soborno de Qatar a una forma de arte es su capacidad de convencer a sus víctimas de que es su amigo y aliado. Incluso hoy, después de haber logrado obtener un sello de aprobación estadounidense, la virulenta incitación contra Estados Unidos y sus aliados continúa dominando las transmisiones de Al-Jazeera hacia todo el mundo de habla árabe.

MEMRI ha documentado el vil patrocinio del emirato de Qatar al terrorismo y el antisemitismo a lo largo de los años y continúa haciéndolo. Incluso en un mundo árabe plagado de antisemitismo, Qatar se destaca como el líder más claro de estos. Un resumen reciente de estos hallazgos aparece en un informe especial titulado Qatar, El Emirato que los Engaña a Todos y a los que le Habilitan, que contiene enlaces a informes anteriores sobre Qatar. Pronto será publicado un informe del seguimiento realizado a ello.

A pesar de todo, Occidente se mantenía en negación a las actividades de Qatar en el mundo de habla árabe, o tuvo un interés económico para voltear la mirada, hasta que los propios vecinos de Qatar se dieron cuenta de su timo. Estos vecinos, lejos de poseen ellos mismos democracias, necesitan de los Estados Unidos y, a diferencia de Qatar, agradecen la ayuda de los Estados Unidos y además le son fieles.

El que sus vecinos y adversarios hayan expuesto a Qatar solo llevó a este país a intensificar su engaño. Sin cambiar su conducta, comenzó una campaña de reclutamiento de testigos característicos. Basados en el complot de ese horrible libelo, “Los Protocolos de los Sabios de Sión”, ¿qué pudiera ser mejor para Qatar que utilizar a los judíos y cuanto más religiosos y sionistas, mejor? Así que extendieron invitaciones al líder de la Organización Sionista de Estados Unidos, a los rabinos ortodoxos y al vicepresidente de la Conferencia de Presidentes de las Organizaciones Judías Estadounidenses para que vengan a visitarnos. Sin embargo, en la mejor tradición del film “El Padrino”, prepararon un recurso a su favor: un documental de Al-Jazeera TV dirigido a las organizaciones judías en Estados Unidos, que ha sido preparado y puede ser transmitido si es necesario. (Tal como dice el dicho antes citado: fastídienlos , colaboren con ellos y háganle una doble cruz, todo al mismo tiempo).

Ahora que Al-Jazeera ha sido expuesta como un antro de incitación, ¿Qué contramedida sería mejor que reclutar a un ilustre defensor estadounidense de la libertad de prensa (que ni siquiera se molestó en consultar el portal del Departamento de Estado, que le ha designado a Al-Jazeera un brazo mediático propiedad del gobierno, tal como la red de televisión internacional Russia Today, que es indigno en defender una prensa gratuita)? Si los sauditas y otros acusan a Qatar de apoyar el terrorismo, ¿qué puede proveer refutar mejor que manipular al bien intencionado Secretario de Estado estadounidense Rex Tillerson y al Secretario de Defensa estadounidense James N. Mattis en un “diálogo estratégico” con este minúsculo emirato, cuyo propia existencia descansa sobre la base estadounidense ubicada en este? Es cierto que los qataríes pueden haber puesto un alto a su financiamiento activo de grupos terroristas (aunque ¿quién puede responder por ello, cuando el dinero puede ser transferido de una manera que no incrimine a Qatar?). Pero en cualquier caso, el vocero de Al-Jazeera continúa su incitación 24 horas al día, 7 días a la semana (con ocasionales descansos para ver fútbol y demás) en nombre de la ideología islamista y el yihad, que Qatar no considera apoya el terrorismo.

Por supuesto, los Secretarios de Estado Tillerson y Mattis no creen que Qatar los esté manipulando o utilizando. Al contrario, probablemente creen que Estados Unidos ha utilizado a Qatar y que Estados Unidos está endeudado con Qatar por albergar la Base Aérea Al-‘Udeid como sede de CENTCOM durante casi dos décadas. Poco saben que Qatar construyó la Base Aérea Al-‘Udeid no para bien de los Estados Unidos, sino para garantizar su propia supervivencia. En esto, Qatar no es diferente de Bahréin, que se hubiese reunido obligado con Irán si no hubiera sido por la base naval estadounidense que ha preservado su existencia. Pero mientras Bahréin muestra gratitud, Qatar se permite continuar con el doble juego de acoger la base CENTCOM, mientras incita contra el papel de los Estados Unidos en el Medio Oriente.

Últimamente, los sauditas y los emiratístas han propuesto construir gratuitamente una alternativa a Al-‘Udeid, para de esta forma liberar a los Estados Unidos de su inflado sentido de obligación hacia Doha. Para ir adelantando sobre esto, Qatar no solo prometió expandir a Al-‘Udeid por su propia cuenta, sino construir también una ciudad completa, una pequeña Estados Unidos virtual, con todas sus ventajas, para los militares estadounidenses y sus familias. Esta es la forma más alta de edificar un lobby económico-político, que solo los genios en Qatar podían haber inventado.

Uno hubiese deseado que solo gente simplona fuesen susceptibles al síndrome estadounidense. Desafortunadamente, los líderes también pueden desilusionarse de ello. Cuando los afecta, el síndrome estadounidense es altamente peligroso para la seguridad de las democracias, ya que transforma una realidad amenazante en una benigna e incluso puede confundir un enemigo como alguien amigo.

Si la historia nos indica algo, las máscaras eventualmente se caerán y el hechizo lanzado por Qatar y otros enemigos de Estados Unidos se esfumará, librando de ilusiones a aquellos encargados de tomar decisiones en los Estados Unidos. Lamentablemente, esto sucederá solo después de que el síndrome estadounidense clame víctimas inocentes e innecesarias. Qatar representa una oportunidad para vencer el síndrome antes de pagar tal precio.

*Yigal Carmon es Presidente de MEMRI. Este artículo fue publicado una primera vez por el Jewish News Syndicate el 9 de marzo, 2018

 
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