Hace dos siglos, el gran poeta alemán Goethe dijo que “lo más difícil es ver lo que está frente a tus ojos”.
Hoy tan cierto como entonces.
La diferencia entre Hamás e Israel no podría ser mayor. Sin embargo, esto no podría deducirse de lo que opinan algunos observadores. Para ellos -ya sea el presidente turco, Tayyip Erdogan, o la ministra de asuntos exteriores sueca, Margot Wallström- todo se reduce básicamente a la inocencia de Gaza y la culpa de Israel. Los malvados israelíes, como si no tuvieran nada mejor que hacer, han decidido complicarles la vida a los residentes locales buscando formas de provocar a una pacífica y serena Gaza gobernada por Hamás.
Para gran parte de los medios, es la historia de palestinos sufriendo a manos de la maquinaria militar israelí.
Tenemos aquí una perfecta ilustración de causalidad inversa. Hamás amenaza y hostiga a Israel, pero sólo cuando Israel responde se garantiza la atención y escrutinio minucioso.
De hecho, Goethe tenía razón. Están los que no pueden -o no quieren- ver lo correcto que está delante de sus ojos.
Sus anteojeras ideológicas se les cruzan en el camino. O quizás sea un fracaso de comprensión de la naturaleza de Hamás. O una candidez que lleva a que la gente crea cualquier cosa que produce la maquinaria propagandística de Hamás. O, en algunos casos, franca hostilidad a cualquier cosa que haga Israel, el Estado Judío.
Es tiempo de claridad moral y no de moral nublada.
Hamás es una organización terrorista. Ésa es su designación oficial de acuerdo a Estados Unidos, la Unión Europea, Australia, Canadá y otros países.
Israel es un país democrático con un poder judicial independiente, Estado de Derecho, elecciones libres y transparentes, y una sociedad civil robusta.
Hamás es anti-Occidente, antisemita, antigay, misógino, y anti-intelectual.
Israel es lo opuesto.
Hamás tiene ambiciones territoriales sobre Israel. Es más, a Hamás le gustaría reemplazar a Israel en su totalidad por un Estado gobernado al estilo de la Hermandad Musulmana.
Israel no tiene ambiciones territoriales sobre la Franja de Gaza regida por Hamás. Por el contrario, Israel se retiró por completo hace 13 años, con la esperanza de no tener que regresar.
Hamás quiere usar su posición en Gaza para mantener viva la confrontación con Israel.
Israel, que no puede cambiar su geografía, tiene el interés de convivir con un vecino que sea un Estado pacífico, moderado y desarrollado.
Hamás, el gobernante absoluto en Gaza desde 2007, ha utilizado los últimos 11 años para contrabandear armas y desarrollar sus capacidades de ataque, en lugar de construir las fundaciones de un Estado serio y responsable.
Sabiendo que este arsenal ha sido almacenado con el sólo propósito de ser usado en su contra, Israel busca prevenir que Hamás cumpla con su objetivo, igual que como lo haría cualquier otra nación.
Hamás no tiene compunción alguna a la hora de desplegar células terroristas armadas en medio de centros de población civil en Gaza, o, más recientemente, desplegar a su gente en la frontera y alentar penetraciones, totalmente conscientes de que a Israel no le queda más opción que aparecer atacando a gente “inocente”.
Israel toma toda clase de precauciones para no caer en la trampa de Hamás, llamando hasta por teléfono y distribuyendo panfletos para advertir con anticipación a los civiles que evacuen las áreas de riesgo.
Hamás cínicamente le dice a su población que se quede donde está, que no reaccione ante las advertencias israelíes. En lo que a Hamás concierne, cuantas más víctimas palestinas mejor, incluyendo mujeres y niños.
Israel realiza todos los esfuerzos para alertar a su población -judíos, cristianos y musulmanes- sobre los ataques con misiles de Hamás y lleva a su gente a refugios con urgencia.
Hamás usa a las mezquitas para almacenar armas.
Israel usa los templos de culto, incluidas las mezquitas, exclusivamente para rezar.
Hamás usa a las escuelas como depósitos de armas.
Israel usa a las escuelas exclusivamente para educar a sus niños, judíos, cristianos y musulmanes.
Hamás usa los hospitales como reductos de terroristas.
Israel usa sus hospitales exclusivamente para sanar a los enfermos y heridos, incluyendo los residentes de Gaza que no pueden recibir los cuidados adecuados allí.
Hamás aspira a asesinar la mayor cantidad posible de israelíes, disparando cohetes indiscriminadamente.
Israel sólo busca destruir la infraestructura terrorista de Hamás, abortando operaciones más de una vez cuando los riesgos de víctimas civiles son elevados.
Hamás, como muestran ampliamente los registros, no tiene escrúpulos en falsificar información, trucar fotos, montar escenas, e inflar los números para ganar la simpatía del mundo.
Israel, por el contrario, hace grandes esfuerzos -incluso al punto de a veces quedar rezagado en “la carrera mediática”- para verificar la información que presenta sobre sus operaciones.
Los partidarios de Hamás explotan en paroxismos de alegría cada vez que israelíes caen víctimas de sus ataques.
Los israelíes no hacen sonar bocinas, ni disparan al aire, ni reparten caramelos por situaciones en la que preferirían no haberse encontrado, y lamentan con sinceridad cuando inevitablemente ocurren errores de guerra.
Hamás no sabría como deletrear las palabras “leyes humanitarias internacionales”, ni mucho menos estaría dispuesto a cumplirlas.
Las fuerzas de defensa de Israel tienen especialistas en derecho humanitario internacional asignados a cada unidad para asegurar su observancia en la mayor medida posible.
Hamás grita desde los techos que Israel es un enemigo brutal.
Israel, a diferencia de todas las naciones que han sido atacadas en la historia, suministra -ahora mismo- la mayoría de la electricidad, combustible y productos alimenticios que se consumen en Gaza, incluso mientras los líderes de Hamás llaman a la aniquilación de Israel y se refieren a los judíos como blancos en un campo de tiro.
Hamás celebra la muerte, algo que pocas personas de buena voluntad pueden entender.
Israel celebra la vida, algo que toda la gente de buena voluntad debería entender.
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