La duradera alianza entre Turquía y Estados Unidos lleva unos años rumbo al precipicio; y es que el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, viene utilizando mayorías electorales muy exiguas para asegurarse poderes dictatoriales en casa y exhibir músculo en el extranjero y boicotear los intereses occidentales. La Administraciones Obama y Trump apenas han reaccionado o siquiera se han percatado, pero ahora que el superhalcón John Bolton ha llegado a la Casa Blanca como consejero de seguridad nacional del presidente, las cosas podrían estar a punto de cambiar.
Nos estamos aproximando a un posible punto de inflexión, con independencia de lo que ocurra en la Casa Blanca. El mes pasado, las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), predominantemente kurdas, se retiraron de la batalla contra los últimos elementos del ISIS en Deir al Zur (Siria) para defender el enclave kurdo de Afrín de una mucho más grave invasión militar turca.
Las FDS son una milicia laica prooccidental que ha soportado casi todo el peso de la lucha contra el ISIS en Siria. Son los únicos amigos verdaderos de Estados Unidos en ese país, pero elGobierno turco las difama tachándolas de terroristas y en los dos últimos meses se ha dedicado a invadir y trocear Afrín, matando a miles de personas y desplazando a más de 100.000. Los saqueadores arrasaron la ciudad, arramblando en empresas, oficinas políticas, bases militares, granjas y casas con televisores, comida, cajas de refrescos e incluso ganado. Tras la devastación, Erdogan amenazó con desplazarse al noreste de Siria, donde están las tropas estadounidenses, con el consecuente riesgo de una confrontación militar directa con EEUU.
La decisión de luchar contra un miembro de la OTAN en vez de contra el ISIS fue “dolorosa” pero necesaria, dijeron las FDS por medio de un comunicado. “No habríamos tomado dicha decisión de no ser porque la comunidad internacional no ha contenido la agresión turca ni ejercido presión real sobre el Gobierno de Erdogan para que detenga este salvaje frenesí en el interior de nuestras fronteras sirias so pretexto de proteger la seguridad nacional de Turquía”.
“Somos aliados”, declaró el oficial kurdo Aldar Xelil al Washington Post en una entrevista por Skype. “Los americanos deberían habernos ayudado. Somos aliados desde hace mucho tiempo. (…) Durante un mes y medio hemos estado bajo ataque turco. Turquía está utilizando armas de la OTAN para atacar a un aliado de Estados Unidos. Somos socios en la lucha [contra el ISIS], y no han hecho nada para ayudarnos”.
Muy al contrario: hasta el día de hoy, la Administración Trump ha hecho prácticamente todo lo posible para apaciguar a Erdogan.
Todo empezó con el exconsejero de seguridad nacional Mike Flynn, finalmente caído en desgracia. Estaba a sueldo de Erdogan al tiempo que hacía campaña para Trump. Trabajó (brevemente) en la Casa Blanca antes de que el presidente lo supiera y lo despidiera, presumiblemente por mentir al vicepresidente, Mike Pence, sobre sus comunicaciones con funcionarios rusos. Flynn aceptó declararse culpable de mentir al FBI sobre sus conversaciones con el embajador ruso Serguéi Kisliak y ahora está cooperando con el fiscal especial Robert Mueller. Antes de acogerse a la declaración de culpabilidad, se enfrentaba a posibles acusacionesde blanqueo de dinero, al no declarar como agente extranjero de Turquía y no pagar impuestos por los 530.000 dólares que recibió del Gobierno turco.
Erdogan excavó su ruta a la Casa Blanca con su propio agente estadounidense comprado y pagado. Había que echar a Flynn. Pero no era suficiente. Muy recientemente, nada menos que en septiembre, Trump se refirió a Erdogan como su “amigo”. “Está al mando en una zona muy difícil del mundo”, dijo. “Está muy, muy comprometido y, francamente, está logrando muy buenas notas”.
Es cierto que Erdogan está “muy, muy implicado” en Oriente Medio. Respaldó implícitamente al ISIS en la guerra civil siria; confiscó activos de más de 1.000 empresas y purgó a más de 100.000 funcionarios, jueces y militares al más puro estilo estalinista en su liquidación del “Estado profundo” turco; se procuró nuevos poderes dictatoriales el año pasado; imitó a sus iguales de Irán y Corea del Norte al tomar ciudadanos estadounidenses como rehenes y trabó relaciones con el Kremlin de Vladímir Putin, e incluso compró un sistema de misiles S-400 a Moscú; y ahora está en guerra con los únicos aliados verdaderos de Estados Unidos en Siria, con una de las pocas organizaciones armadas que no pueden ser acusadas de forma plausible de perpetrar crímenes de guerra y terrorismo.
El también defenestrado secretario de Estado Rex Tillerson no fue mejor. En febrero voló a Ankara, describió a Turquía como “un aliado perdurable” y –contraviniendo el protocolo– sereunió con Erdogan sin su propio traductor, sin ayudantes ni nadie que tomara notas. “Que el señor Tillerson evitara este tipo de asistencia en lo que sabía que iba a ser una reunión crítica y tensa con el presidente Erdogan supone, bien una pésima gestión de su personal, bien una peligrosa ingenuidad por su parte”, comentó en aquel momento el exportavoz del Departamento de Estado John Kirby.
Por otro lado, Erdogan está consiguiendo el mismo tipo de “buenas notas” que el régimen socialista de Nicolás Maduro en Venezuela. “Turquía está fuera de control”, han escrito Eric Edelman y Jake Sullivan en Politico. “Es hora de que EEUU lo diga”. Edelman fue embajador de EEUU en Turquía y Sullivan fue consejero de seguridad nacional del exvicepresidente Joe Biden.
“Luchamos por nuestra democracia”, decía un titular del New York Times en la página de opinión. “Ahora Turquía quiere destruirla”. “Si [Erdogan] persiste en su rumbo temerario”,sostiene el equipo editorial del Washington Post, “será inevitable una ruptura de la alianza, tarde o temprano. No se debería sacrificar a los kurdos de Siria para evitarlo”.
Los supuestos mercaderes de fake news entienden mucho mejor de qué va todo esto que la Administración Trump. Veremos qué pasa, de todos modos, ahora que John Bolton ha sustituido a H. R. McMaster como consejero de seguridad nacional del presidente. En lo relativo a Turquía, es diametralmente opuesto a Mike Flynn.
“Si cae [Erdogan], no derramaré una sola lágrima. No creo que sea amigo de Estados Unidos”,manifestó Bolton cuando una facción del Ejército intentó apartar del poder al presidente turco con un golpe de Estado en 2016. “Si Erdogan gana”, añadió, “habrá una vasta purga, un acelerón autoritario y represión”.
Y eso es exactamente lo que pasó.
Bolton no sólo es un firme detractor de Erdogan. Es mucho mejor amigo de los kurdos que cualquier otro miembro de la Administración. “Creo que es el momento de que el pueblo kurdo de Irak exprese sus aspiraciones”, declaró a Kurdistan 24 cuando el Kurdistán iraquí desafió a Erdogan y a Trump y siguió adelante con un referéndum de independencia. “Creo que el pueblo kurdo ya es de facto independiente”.
“La manera en que concibe Erdogan la gobernanza, cada vez más dictatorial, ha sido más evidente en el plano internacional”, escribió en el New York Times en 2016; “quedó claramente de manifiesto en sus detenciones y hostigamientos a los periodistas nacionales e internacionales que considera críticos con su régimen. En los primeros tiempos, cuando era alcalde de Estambul, dijo públicamente: ‘La democracia es como un tranvía. Subes hasta la parada que quieres, y después te bajas’”.
Bolton ha recibido ataques de la derecha y de la izquierda, muchos de ellos totalmente justificados. Lo bueno es que es uno de los pocos de entre los que mandan que siempre reconoce a los malos cuando los ve.
© Versión original (en inglés): World Affairs
© Versión en español: Revista El Medio
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