Tres meses después de las protestas anti-gubernamentales que pusieron en vilo a la República Islámica, a los líderes iraníes se les ve muy esmerados en asegurar que los temas ambientales que ayudaron a provocar un alzamiento popular en Siria en el 2011 y que llevó a una brutal guerra civil no amenacen el poder del clero en el país.
Al igual que Siria, Irán ha estado sufriendo de una sequía que ha afectado gran parte del país durante más de una década, con una baja preocupante en las precipitaciones que han aminorado a su nivel más bajo en medio siglo. Las preocupaciones ambientales han figurado de manera prominente en las protestas de los últimos años, a menudo en regiones pobladas por minorías étnicas tales como los azeríes y los árabes iraníes.
Los disturbios entre las minorías étnicas, que representan casi la mitad de la población de Irán, han cobrado últimamente una importancia adicional. Irán tiene motivos para temerle tanto al Príncipe heredero de Arabia Saudita Muhammad bin Salman, como al Presidente estadounidense Donald Trump, cuya antipatía hacia la República Islámica se ha visto reforzada por el nombramiento del político de línea dura John Bolton en el cargo de asesor de seguridad nacional.
Bolton pidió un cambio de régimen en Irán, alineándose con un controvertido grupo de oposición en el exilio, mientras se cree que el Príncipe Muhammad ha respaldado tácitamente la agitación de las minorías étnicas de Irán, incluso sin decidir si adoptar la subversión como política. Irán ha acusado reiteradamente a Arabia Saudita el año pasado de suministrar armas y explosivos a grupos inquietos tales como los baluch y los kurdos.
Sin embargo, la preocupación por la degradación ambiental y su potencial impacto político va mucho más allá del temor de que pueda facilitar la interferencia de los poderes externos. Los manifestantes en la provincia de Isfahan se enfrentaron con las fuerzas de seguridad el mes pasado luego que tomaran las calles para protestar por la escasez de agua. La protesta se produjo unos tres meses después de que Irán fuese sacudido por semanas de manifestaciones anti-gubernamentales.
La protesta fue la última de una serie de expresiones de descontento. El malestar e ira por los planes en el 2013 para desviar el agua de la provincia de Isfahan desató enfrentamientos con la policía. La Cámara de Comercio de Isfahan informó un año después que el haberse secado la cuenca del río Zayandeh Roud privó de sus ingresos a unos 2 millones de agricultores, 40% de la población local de la cuenca.
“Más del 90% de la población (de Irán) y la producción económica se encuentran en áreas de alto o muy alto estrés de agua. Esto se refiere a dos o tres veces el promedio mundial en términos porcentuales y, en números absolutos, representa a más personas y más producción en riesgo que cualquier otro país en el Medio Oriente y África del Norte”, el portal Al-Monitor citó diciendo a Claudia Sadoff, directora general del Instituto Internacional de Administración del Agua, en Sri Lanka.
Un panel de militares retirados estadounidenses señaló en diciembre que “desde la revolución de 1979, la cantidad de suministro de agua renovable per cápita de Irán ha disminuido en más de la mitad, a un nivel comúnmente asociado con el punto de referencia de estrés en materia de agua. Aún más preocupante, en amplias franjas del país, la demanda de agua dulce supera la oferta en una tercera parte del año. Catorce años de sequía han contribuido al problema, al igual que una gestión deficiente de los recursos, que incluye técnicas de riego ineficientes, gestión descentralizada del agua, subsidios para cultivos de uso intensivo del agua tales como el trigo y la construcción de represas. Como resultado, partes del país experimentan en estos momentos un desasosiego con relación al estrés en el tema del agua”.
Al identificar el agua como uno de los principales problemas del país, el gobierno reconoció que la mala gestión que conduce a una aguda escasez de agua puede convertirse en el símbolo de su incapacidad de garantizar de manera eficiente los bienes y servicios públicos.
El gobierno ha tratado de abordar el tema promoviendo la reducción del consumo de agua y su conservación, deteniendo la construcción de represas, combatiendo la evaporación construyendo redes subterráneas de distribución de agua, introduciendo medidores de agua en la agricultura, alentando a los agricultores a que opten por cultivos menos intensivos en agua, multiplicando el número de plantas de tratamiento y observando el proceso de desalinización como una forma de aumentar el suministro.
Siendo la agricultura el principal culpable del uso ineficiente del agua en Irán, funcionarios iraníes temen que la crisis acelere las migraciones del campo hacia los centros urbanos incapaces de atender a los inmigrantes y a su vez, aumente el descontento popular.
Un estudio por los Estados Unidos sugirió en el 2015 que décadas de insostenibles políticas agrícolas en Siria; la sequía en el centro agrícola al noreste del país; las reformas económicas que eliminaron los subsidios a los alimentos y a los combustibles; un crecimiento poblacional significativo y la falta de adopción de políticas que mitiguen el cambio climático agravaron las quejas sobre el desempleo, la corrupción y la desigualdad que estallaron en las protestas del 2011 contra el gobierno en Siria.
La determinación del gobierno sirio de aplastar la protesta en lugar de involucrarse con los manifestantes desató la devastadora guerra del país, catalogada actualmente como el conflicto más letal del mundo.
“No argumentamos que la sequía, o incluso el cambio climático inducido por el hombre, provocó el alzamiento. Lo que estamos diciendo es que la tendencia a futuro, de menos lluvia y temperaturas más cálidas en la región, fue un factor contribuyente, debido a que hizo que la sequía fuese mucho más severa”, dijo Colin Kelley, uno de los autores del estudio.
“El alzamiento tiene que ver con la incapacidad del gobierno de responder a la sequía y con sentimientos más amplios de descontento en las áreas rurales y en la creciente brecha entre ricos y pobres y en las áreas urbanas y rurales durante la década del año 2000, que con la propia sequía”, agregó la experta sobre el tema del agua en el Medio Oriente Francesca de Chatel.
Adoptando un énfasis diferente, de Chatel argumentó que las manifestaciones en Siria, a pesar de la sequía, no hubiesen estallado sin la ola de protestas que para ese entonces ya había barrido con los presidentes de Túnez y Egipto y que posteriormente derrocó a los líderes de Libia y Yemen.
Ella afirmó luego que el movimiento de protesta convertido en guerra en Siria no “hubiese persistido sin la participación y el apoyo de grupos organizados en Siria que hubiesen planeando este momento durante años y ciertamente desde antes del 2006 o al comienzo de la época de sequía”.
Para los líderes iraníes, la amenaza es verdadera, independientemente de la diferencia del énfasis entre Kelly y de Chatel. El ex-ministro de agricultura iraní Issa Kalantari advirtió en el 2015 de que si no se resuelve, la crisis del agua esto obligará a 50 millones de iraníes a emigrar en los próximos 25 años. En otras palabras, la crisis ambiental que impulsa la migración y el desempleo y alimenta el descontento corre el riesgo de tomar el camino de la agitación política.
De igual manera, grupos múltiples y poderes externos han contemplado durante años el cambio de régimen en Teherán. Los temas centrales de las protestas iniciales en Siria en el 2011, el desempleo, la corrupción y la desigualdad, estuvieron en el tapete de las manifestaciones anti-gubernamentales iraníes en diciembre y enero.
A pesar de un renovado enfoque en la crisis del agua, el Talón de Aquiles del gobierno podía demostrar ser su tendencia de tratar de no enfadarse con el que te da las malas noticias. Los ecologistas se encuentran cada vez más en la línea de fuego.
En enero, las autoridades arrestaron a Kavous Seyed-Emami, un ciudadano con doble nacionalidad canadiense-iraní quien dirigió la Fundación del Patrimonio de la Fauna Silvestre de Persia, así como también a otros seis ambientalistas. Estos afirmaron dos semanas más tarde que Seyed-Emami se había suicidado en la cárcel luego de confesar que espiaba para los Estados Unidos e Israel.
Otros tres ambientalistas fueron arrestados un mes después y a la esposa de Seyed-Emami le fue prohibido salir de Irán.
La televisión estatal informó posteriormente que Seyed-Emami y sus colegas les dijeron a los enemigos de Irán que el país ya no podía mantener la producción agrícola nacional debido a la escasez de agua y que necesitaban importar alimentos.
Said Saeed Leylaz, economista y analista político en Teherán: “La opinión pública se ha sensibilizado con los problemas ambientales. Así que el gobierno puede que vea a las organizaciones e instituciones que trabajan en temas ambientales como algo problemático”.
***El Dr. James M. Dorsey, antiguo asociado no-residente en el Centro BESA, es miembro de la Escuela de Estudios Internacionales S. Rajaratnam en la Universidad Tecnológica Nanyang de Singapur y codirector del Instituto de Cultura Fan de la Universidad de Würzburg.
Traducido por Hatzad Hasheni
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