Al grito de “¡Rusia es culpable!” el ministro de Asuntos Exteriores de Francisco Franco, el yernísimo Ramón Serrano Suñer, despedía a la División Azul, conformada mayoritariamente por falangistas y represaliados por el régimen obligados a participar en la “cruzada antibolchevique”, para ir a luchar junto a las tropas del régimen nazi contra los soviéticos. Corría el año 1941, Hitler arrasaba Europa a sangre y fuego. Serrano Suñer los despedía en la antigua estación de Norte, en el centro de Madrid, donde miles de partidarios del régimen se manifestaban en una suerte de aquelarre anticomunista y con ribetes fascistas para dar rienda suelta a sus nunca ocultados deseos de participar en la gran gesta anticomunista que libraba el genocida Adolfo Hitler en los frentes de batalla europeos. Luego llegaría la decepción, la derrota, la muerte de miles de camaradas en una guerra absurda y despiadada y para muchos de ellos, después de haber conocido el cautiverio en Rusia en condiciones infrahumanas, el infausto regreso sin gloria y el cruel olvido, que es una suerte de muerte en vida.
Ahora el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, no se sabe si para humillar a Barack Obama y borrar de un plumazo toda su herencia o para contrariar a sus socios europeos, o simplemente por ambas cosas, ha anunciado el final del acuerdo nuclear con Irán, que había sido conseguido tras un duro trabajo político y diplomático en que se empeñaron tanto la anterior administración norteamericana, el presidente Putin y la Unión Europea (UE). Ahora, con la abrupta ruptura por parte de Trump del acuerdo, ese encaje de bolillos se ha ido al traste, la UE ha sido humillada y Rusia se siente frustrada y molesta ante este imprevisible giro en la política exterior norteamericana. Irán, mientras tanto, se muestra desafiante y saca dientes en Oriente Medio, en medio de la satisfacción de sus dos sempiternos enemigos en la región: Israel y Arabia Saudí, más cerca que nunca en sus objetivos geoestratégicos en esta parte del mundo. La política hace extraños compañeros de cama.
ISRAEL, RODEADO DE ENEMIGOS APOYADOS POR IRÁN
Israel, país que las pasadas semanas denunció que Teherán seguía con su programa nuclear y mostró al mundo pruebas que revelaban la supuesta veracidad de tal acusación, se muestra así gratificada y logra que Washington dé por buenas sus acusaciones basadas, según aseguró el primer ministro Benjamín Netanyahu, en pruebas irrefutables logradas por sus servicios de inteligencia en el interior de Irán. Para los dirigentes iraníes, sin embargo, tales pruebas no tienen ninguna validez y, por su antigüedad, están absolutamente desacreditadas. El Estado hebreo se siente acorralado, y con cierta razón, y muestra a las claras las razones de su zozobra: está rodeado de enemigos peligrosos. En el Líbano, su frontera norte, acaba de ganar las elecciones el grupo fundamentalista Hezbolá aliado en una coalición con radicales cristianos; en Siria, mientras la guerra civil sigue su curso, se consolida el régimen de Bashir al-Assad, destinado a ganar la contienda contra sus adversarios a merced de la ayuda política, militar y económica de Irán y Rusia, y, finalmente, está Gaza, al sur, donde opera y controla dicho territorio Hamas, un grupo terrorista palestino que no reconoce a Israel y que nunca ha ocultado sus anhelos de echar algún día a los judíos de una tierra que consideran ocupada. Y en los tres casos –Líbano, Siria y Gaza- las amenazas apuntan a Teherán, sin cuya ayuda ni sustento ninguno de esos movimientos y regímenes se hubieran sostenido durante tantos años. Hezbolá y Hamas llevan años recibiendo dinero, pertrechos militares y armamento –se habla de más de 100.000 misiles katiusha almacenados en territorio libanés- desde hace lustros, mientras que el régimen sirio hace años hubiera sucumbido si no hubiera sido por la ayuda y asistencia militar del ejecutivo iraní y el apoyo ruso a sus operaciones militares, sobre todo en materia de inteligencia.
Fruto de esas tensiones y abierta lucha en la región entre el régimen de Irán e Israel, que ya no oculta que su principal enemigo está en Teherán, el ejército hebreo ha bombardeado en las últimas semanas algunas posiciones iraníes en territorio sirio y ha anunciado que las acciones podrían ir a más. Los ataques israelíes contra bases iraníes en suelo sirio eran la respuesta a un ataque de la Guardia Revolucionaria iraní con varios cohetes contra el territorio de los Altos del Golán, en la frontera entre Israel y Siria, un espacio de 1200 kilómetros cuadrados ocupado por los israelíes durante la guerra de los Seis Días (1967) y la del Yom Kipur (1973). La tensión en esa zona ha ido creciendo en los últimos años sobre todo a tenor la contienda siria y por la presencia de fuerzas iraníes y de Hezbolá en suelo sirio luchando al lado del ejército del dictador de Damasco.
Ahora la ruptura del pacto nuclear por parte de Trump, que por cierto ya había sido anunciada por el presidente francés Enmanuel Marcron tras reunirse con el mandatario norteamericano, eleva de nuevo la tensión en la zona, siembra de incertidumbres el futuro de la región y hace presagiar una escalada que puede pasar de la diplomacia al uso de la fuerza contra Irán. No cabe duda que el mensaje va dirigido a Irán, país con el que Estados Unidos no mantiene ningún tipo de relación desde el año 1979, y también a Rusia, que cada vez expande más su área de influencia en países claramente antioccidentales y en abierta rivalidad con los Estados Unidos, como son los casos de Irán, Siria, Venezuela, Cuba y ahora Turquía. Ankara, que se siente humillada por haber quedado fuera de la UE, está cada vez más distanciada de Occidente y ya se muestra jugando de por libre en la escena internacional sin ataduras de ningún tipo con la OTAN, la UE y sus antaño aliados norteamericanos. Incluso parece vertebrarse un eje Rusia-Irán-Turquía, en abierto desafío a Occidente, y los tres países ya cooperan en varios proyectos. Paradójicamente, a pesar de su alianza temporal con Rusia, su antaño rival históricamente desde los Balcanes hasta el Cáucaso, Turquía apoya a los rebeldes sirios que luchan contra el régimen de Damasco, mientras que Moscú apoya al tirano reprobado por casi toda la comunidad internacional.
¿Qué influencia puede tener la decisión de Trump en este contexto tan volátil e inestable? La decisión, por ahora, constituye un espaldarazo a la política exterior israelí –claramente antiiraní- y también a Arabia Saudí, que compite por el liderazgo regional con Irán, y un duro golpe a los sectores más aperturistas de Teherán que ven así frustradas sus esperanzas de romper el largo bloqueo internacional padecido en las últimas décadas. Habrá que ver a la larga que influencia puede tener esta decisión en las batallas internas iraníes, un eterno pulso entre radicales y pragmáticos. Luego está por ver si Trump irá más allá y de la dureza del lenguaje diplomático pasará a acciones más contundentes, como el uso de la fuerza contra instalaciones iraníes. Veremos qué pasa.
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