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| miércoles noviembre 6, 2024

Hamás necesita palestinos muertos en la frontera con Israel


Hamás, la organización terrorista islámica que controla Gaza, afirmó que esta semana iba a movilizar a más de 100.000 personas para el llamado Día de la Nakba, en el que se conmemora la creación de Israel, un día después de la apertura de la embajada de Estados Unidos en Jerusalén. Con anterioridad a los incidentes de ese día, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) habían advertido públicamente que Hamás estaba buscando provocar una masacre.

Desde marzo, la organización terrorista ha orquestado una violencia a gran escala para intentar penetrar en Israel, como muestra el último informe del High Level Military Group, compuesto por altos mandos militares de varios países democráticos. Estas operaciones militares, cuidadosamente planificadas –disfrazadas de revueltas y protestas de multitudes que se aglomeran en lugares fronterizos– permite a los combatientes armados acercarse a su objetivo sin ser detectados. Aunque Hamás no ha conseguido con sus acciones adentrarse demasiado en Israel, que lo lograra supondría un hecho sumamente grave. La propia valla está a sólo unos minutos de los núcleos israelíes de población más cercanos.

Las operaciones de infiltración enmascaradas como protestas civiles son parte de la vieja estrategia de Hamás de intentar provocar la indignación internacional, obligando a Israel a tomar medidas que puedan ser vilipendiadas y criminalizadas en el tribunal de la opinión pública. Se trata de crear situaciones que obliguen al uso de la fuerza para poder acusar a las autoridades israelíes de herir o matar a civiles palestinos inocentes. En las operaciones más recientes, Hamás escenificó y filmó incidentes que pretendían demostrar dichos actos, donde dejan marchar al niñoherido en cuanto las cámaras ya tienen lo que necesitan.

Hamás recurre con frecuencia a los escudos humanos –a menudo mujeres y niños–, a los que se incita y obliga a estar en los lugares donde se originan los ataques. Hamás se ha esforzado mucho por perfeccionar estas tácticas. Su anterior innovación había sido disparar cohetes contra núcleos urbanos israelíes desde instalaciones civiles de Gaza, como mezquitas y edificios de la ONU. Llevando su ingenio terrorista un poco más lejos, también ha construido una elaborada red de túneles de ataque bajo áreas civiles próximas a la frontera con Israel. En ambos casos, el objetivo es provocar una acción militar israelí que pueda caracterizarse después como una villanía no provocada y desproporcionada.

El montaje de manifestaciones a gran escala para atacar a Israel puede ser la manifestación más eficaz de esa táctica. Es aún más efectiva que el empleo de cohetes y túneles de ataque, porque a los objetivos principales –líderes políticos, organizaciones internacionales y de defensa de los derechos humanos y medios de comunicación– les resulta difícil entender por qué habría que usar fuerza letal contra manifestaciones ostensiblemente pacíficas.

El entorno con el que han de lidiar las FDI presenta tantas dificultades como cualquier otro con el que un ejército occidental haya tenido que vérselas en los últimos años. Las fuerzas británicas también se han enfrentado a las tácticas terroristas de los islamistas. La vil campaña global de mentiras y odio a la que se enfrenta constantemente deja a Israel con un margen de error sustancialmente inferior que el que disfrutarían nuestros propios ejércitos.

Como en sus reacciones previas a episodios similares de violencia, las FDI han adoptado una respuesta graduada. Han arrojado decenas de folletos y utilizado mensajes de texto, llamadas telefónicas y boletines de radio para advertir a la población de Gaza de que no se congregue en la frontera ni se acerque a la valla. También han contactado con las empresas de autobuses de Gaza y les han pedido que no transporten gente hasta la frontera. Cuando estas peticiones fueron ignoradas —o como mínimo rechazadas por las presiones de Hamás—, las FDI usaron gas lacrimógeno para dispersar a las multitudes antes de recurrir a las salvas de advertencia. Sólo se ha utilizado la fuerza cuando ha sido absolutamente necesario y la ley lo ha permitido.

Las medidas defensivas tomadas por las FDI han provocado muertes. Las autoridades palestinas afirman que ha muerto medio centenar de personas y que más de cien han resultado heridas. Sin embargo, Israel calcula que el 80% de esos muertos eran terroristas o individuos relacionados con ellos. Aunque el precio pagado por estos actos ha sido elevado –en términos de sufrimiento humano y mala imagen internacional–, es indudable que se han salvado vidas civiles al evitar una penetración masiva en territorio israelí.

Varios altos funcionarios de la ONU y la UE, junto con algunas organizaciones de defensa de los derechos humanos, han argüido que Israel debería actuar de otro modo. Pero las amenazas de iniciar investigaciones internacionales, de llevar a Israel ante el Tribunal Penal Internacional o de invocar la justicia universal contra las autoridades israelíes responsables de destensar esta situación sólo benefician a Hamás, que ve validada su estrategia de obligar a sus propios civiles a ponerse en peligro y acometer nuevos esfuerzos expansivos.

Los amigos y aliados de Israel pueden ayudar contrarrestando la propaganda que Hamás intenta generar presionando a los líderes políticos, las organizaciones de defensa de los derechos humanos, los organismos internacionales y los medios de comunicación para que eviten una condena falaz de Israel y rechacen las demandas de investigaciones y resoluciones unilaterales de la ONU. Tal oposición, preferiblemente acompañada de una enérgica condena de las tácticas violentas de Hamás, debería desalentar el uso de dichos métodos en el futuro. Aunque, por supuesto, ante una agenda antiisraelí tan arraigada, resulta más fácil decirlo que hacerlo.

Las operaciones de esta semana, que son de una escala mayor que la de todo lo visto anteriormente, podrían resultar en un número de muertes palestinas aún más elevado. En ese caso, es importante recordar no sólo que el responsable es Hamás, sino que es lo que ha buscado desde el primer momento.

© Versión original (en inglés): Conservative Home
© Versión en español: Revista El Medio

NOTA: Davis Lewin, director del High Level Military Group, es coautor de este artículo.

 
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