Irán y Hezbolá llevan operando en América Latina desde la década de 1980. Sin mayores molestias. Irán y su satélite terrorista andan islamizando la región, por lo visto para establecer una base de operaciones de la República Islámica en el patio trasero de EEUU.
Ningún país de Latinoamérica ha designado a Hezbolá organización terrorista, con lo que puede operar allí con relativa impunidad. En abril de 2017, un operativo de Hezbolá, Mohamad Hamdar, fue absuelto en Perú de las acusaciones sobre terrorismo que pesaban sobre él. El tribunal consideró que su rol en Hezbolá no permitía considerarlo un terrorista. Este vacío legal en torno a Hezbolá puede explicar también por qué se subestiman los nexos entre el terrorismo islámico, el narcotráfico y el crimen organizado en la región.
Según un testimonio prestado el pasado 17 de abril ante la Cámara de Representantes de EEUU en una sesión sobre la red terrorista global iraní, Teherán y Hezbolá han radicalizado y convertido al islam chií a miles de latinoamericanos. En algunos países de la región, como Venezuela, los afanes de Irán y Hezbolá han sido promovidos por las élites políticas. El vicepresidente venezolano Tareck el Aisami, con ascendencia siria y libanesa y vínculos tanto con Hezbolá como con el tráfico de cocaína, supervisó la venta y distribución ilícita de al menos 10.000 pasaportes y otros documentos venezolanos a individuos procedentes de Siria, Irak y otros países del Medio Oriente. Entre ellos habríaterroristas de Hezbolá y miembros de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica iraní. Hace ya más de una década, un informe del Congreso norteamericano alertaba de que Venezuela estaba procurando apoyo –que incluía el suministro de documentación– a grupos islámicos radicales. En un futuro previsible, El Aisami podría convertirse en presidente de Venezuela.
El ministro iraní de Exteriores, Javad Zarif (izquierda), con el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, el 27 de agosto de 2016 en Caracas. (Imagen tomada de un vídeo de Euronews). |
La pasiva aceptación de la penetración iraní en América Latina no sólo ha permitido a la República Islámica crear una vasta red de mezquitas y centros culturales por toda la región; además, Irán y Hezbolá operan en múltiples ámbitos y sectores, legales e ilegales, aparentemente para reforzar y expandir su influencia en América Latina y enriquecer a la propia Hezbolá para que pueda financiar sus crecientes actividades terroristas y paramilitares.
Irán se ha servido de la diplomacia para evadir las sanciones que se le impusieron antes del acuerdo nuclear. Como presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad visitóAmérica Latina seis veces entre 2005 y 2012; y el ministro iraní de Exteriores, Javad Zarif, lo hizo otras seis sólo en 2016. Estos afanes diplomáticos han tenido como consecuencia, por ejemplo, la utilización del territorio venezolano para acelerar la producción iraní de combustible para cohetes.
Irán ha coadyuvado a que Hezbolá sea la fuerza dominante entre las comunidades chiíes de la región, y tomado el control de mezquitas, escuelas e instituciones culturales. En 2012 había 32 centros culturales de Irán en América Latina, con el propósito de facilitar la expansión de su revolución islámica; hoy ya son más de cien. Para la expansión de su influencia, Irán dispone asimismo de Hispan TV, un canal de información las 24 horas del día –operado por la corporación estatal IRIB– que emite en español para toda América Latina.
Hezbolá se ha convertido en un importante sindicato del crimen con actividades en América Latina relacionadas con el tráfico de drogas, armas y personas, los productos falsificados y el lavado de dinero, de lo que se sirve para financiar sus actividades. Algunos investigadores creen que obtiene cada año 1.000 millones de dólares de sus actividades criminales, en las que mantiene una estrecha cooperación con cárteles y gangs latinoamericanos. Esto genera perturbaciones en Latinoamérica y contribuye al flujo de inmigración hacia EEUU. Recientemente, un experto describió a Hezbolá como «el patrón oro» de la convergencia entre el terrorismo y el crimen organizado.
En 2008 EEUU puso en marcha un proyecto secreto, la operación Casandra, para poner freno a las actividades de Hezbolá en América Latina. Según se reportó en Politico, la Administración Obama obstaculizó el programa:
En la práctica, la disposición de la Administración a concebir un nuevo rol para Hezbolá en Oriente Medio, junto con su deseo de negociar un acuerdo sobre el programa nuclear iraní, se tradujo en la reluctancia a actuar más contundentemente contra operativos de primer nivel de Hezbolá (…)
Tras la revelación por parte de Israel, el pasado 30 de abril, de que el acuerdo nuclear se basó en engaños iraníes, probablemente se pueda concluir que la Administración Obama empoderó a Irán y a su satélite en América Latina para asegurar el pacto, que parece no ser otra cosa que una cortina de humo para los planes nucleares iraníes.
Tener a una organización terrorista como Hezbolá, bien adiestrada y generosamente financiada con fondos estatales [iraníes], en el patrio trasero de EEUU supone, nada sorpresivamente, una auténtica amenaza para la seguridad nacional de los propios EEUU. Emmanuel Ottolenghi dijo el pasado abril, en la referida sesión sobre la red terrorista global iraní celebrada en el Congreso norteamericano:
El estudio de los casos seguidos contra operativos de Hezbolá en las últimas dos décadas revela que el grupo terrorista sigue siendo una amenaza para EEUU y para la integridad de su sistema financiero. Irán y Hezbolá han buscado en numerosas ocasiones perpetrar ataques con gran número de víctimas contra EEUU. Adicionalmente, han construido redes que emplean para hacerse con armas, vender drogas y emprender actividades financieras ilegales en EEUU.
(…)
Los operativos se (…) infiltran en comunidades de expatriados, se consiguen esposas y ponen en marcha negocios aparentemente legítimos, y en el proceso adquieren el permiso de residencia y, finalmente, la ciudadanía (…) todo esto es parte de su labor de encubrimiento.
Un reciente ejemplo de cómo operan los miembros de Hezbolá en EEUU quedó de manifiesto tras la detención en Nueva York de Samer el Debek y Alí Mohamad. Los dos tienen nacionalidad americana y han sido adiestrado por Hezbollah incluso en el manejo de armas como ametralladoras y lanzagranadas. Los dos han sido acusados de graves actividades de terrorismo, como la vigilancia de potenciales objetivos.
La gran cuestión es si el Gobierno de EEUU adoptará una estrategia integral para contrarrestar el empeño de Irán y Hezbolá en consolidar sus bases de operaciones en Latinoamérica. Según dijeron varios expertos en la sesión del 17 de abril, no parece que la haya.
Judith Bergman: Analista política experta en Derecho y Relaciones Internacionales
Traducción del texto original: Iran in the US Backyard
Traducido por El Medio
Mejor calla esa bocota hablador. Lo mas seguro es que sea al revés.