Cuando Turquía e Israel decidieron normalizar sus muy deterioradas relaciones en diciembre de 2016, tras más de seis años de incomunicación diplomática, lo primero que hicieron fue, como dicta el protocolo, intercambiar embajadores. Con el capítulo teóricamente nuevo que se abría en sus dificultosas relaciones, Turquía e Israel nombraron a dos destacados diplomáticos de carrera, Kemal Ökem y Eitan Naeh, respectivamente.
La pesimista conjetura de este autor en aquel momento fue: “Puede que los diplomáticos tengan voluntad, pero, dados los persistentes objetivos ideológicos islamistas de Erdogan, parece que sólo cuentan con una ligera probabilidad de éxito”. En esencia, Erdogan accedió por pragmatismo a estrechar la mano de Israel, pero su hostilidad ideológica al Estado judío y su romance ideológico con Hamás no desaparecieron.
Menos de un año y medio después, las embajadas turca e israelí en Tel Aviv y Ankara vuelven a estar sin embajador. El encuentro sin amor ha degenerado en gresca.
“Un crimen contra la Humanidad”, clamó el primer ministro turco, Binali Yıldırım, tras los enfrentamientos entre las fuerzas de seguridad israelíes y manifestantes palestinos en Gaza, que provocaron la muerte de decenas de estos últimos. Erdogan definió los incidentes como “un genocidio” y a Israel como un “Estado terrorista”. “No importa de dónde venga, sea de Estados Unidos o Israel, maldigo este sufrimiento humano, este genocidio”, declaró. Después pasó lo que lógicamente tenía que pasar.
Turquía llamó “a consultas” a Ökem y le dijo a Naeh que abandonara el país por “una temporada”. Naeh fue exhibido en la televisión turca mientras era sometido a un control de seguridad en el aeropuerto a la vista del público, en una aparente estratagema para degradarlo a ojos de la opinión pública. A su vez, Israel pidió al cónsul general turco en Jerusalén que abandonara temporalmente el país.
El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, dijo en Twitter que Erdogan no estaba en condiciones de “darnos sermones sobre moral”. “No hay duda de que él [Erdogan] sabe muy bien lo que es el terrorismo y el sufrimiento”, tuiteó. Erdogan respondió tuiteando que Netanyahu era el líder de “un Estado-apartheid que ha ocupado las tierras de un pueblo indefenso durante más de 60 años, vulnerando las resoluciones de la ONU”; y añadió: “¿Quiere una lección de humanidad? Lea los Diez Mandamientos”.
Un miembro de la Knésset [Parlamento israelí], Itzik Shmuli (Unión Sionista), respondió a Erdogan en estos términos:
- No aceptaremos lecciones del carnicero turco antisemita, que bombardea diariamente a miles de kurdos que viven en el noroeste de Siria y cuyo país es responsable de la masacre de la nación armenia y de las atrocidades históricas perpetradas contra los asirios.
La indignación en la Knédset dio lugar a varias propuestas de represalia, como la cancelación de varias reuniones con altos cargos turcos y llamadas a los israelíes para que anulen sus vacaciones en Turquía y al propio Estado de Israel para que reconozca los derechos de la minoría kurda en Siria. Aún más importante: varios diputados propusieron aprobar una ley que reconozca como genocidio el asesinato de cientos de miles de armenios a comienzos del siglo XX bajo el régimen otomano.
En Turquía, Erdogan convocó una reunión de emergencia de los 57 miembros de la Organización de Cooperación Islámica. Su Gobierno organizó rápidamente un multitudinario encuentro antiisraelí en Estambul.
Allí, Erdogan comparó falazmente los actos de Israel en Gaza con la persecución nazi de los judíos en el Holocausto durante la Segunda Guerra Mundial. “No hay diferencia entre la atrocidad a la que se enfrentó el pueblo judío en Europa hace 75 años y la brutalidad a la que están sometidos nuestros hermanos en Gaza”, dijo.
El ministro turco de Exteriores, Mevlüt Çavuşoğlu, pidió que se llevara a Israel ante el Tribunal Penal Internacional (TPI). Yuval Steinitz, ministro israelí de Infraestructuras Nacionales, Energía y Agua, repuso:
- Si Çavuşoğlu viera lo que Turquía está haciendo a los kurdos tanto en Turquía como en Siria, entendería que Turquía está ‘madura’ para acabar ante el TPI mucho antes que Israel.
Irónicamente, a Erdogan contó con una mano auxiliadora judía en su última trifulca con Israel. El pasado 15 de mayo, durante su visita oficial a Gran Bretaña, Erdogan se reunió en Londres con miembros de la organización antisionista Neturei Karta, contraria a la existencia del Estado de Israel. “Tenemos que comprender que ayudar al Estado de Israel no favorece al pueblo judío”, declaró Elahanan Beck, rabino jefe de Neturei Karta. “Si quieren ayudar al pueblo judío, sigan el ejemplo de lo que hizo el presidente turco: retiren a su embajador de allí y den la cara”.
Los únicos amigos judíos que Erdogan podría tener son los judíos antisionistas. El presidente turco jamás ha ocultado su ideología antisionista (y pro Hamás). En 2013, en un foro de Naciones Unidas, Erdogan afirmó que el sionismo es un crimen contra la Humanidad “como el fascismo y la islamofobia”. ¿Cómo puede haber una paz duradera entre un Estado sionista y un país cuyo presidente piensa que el sionismo es un crimen contra la Humanidad?
© Versión original (en inglés): Gatestone Institute
© Versión en español: Revista El Medio
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