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A Moshe se le enseñan las leyes de la Vaca Roja, cuyas cenizas purifican a una persona que fue contaminada al ponerse en contacto con un cadáver.
Luego de 40 años de viajes a través del desierto, el pueblo de Israel arriba al desierto de Zin. Miriam fallece y el pueblo queda sediento de agua. Di-s dice a Moshe que hable a una piedra y le ordene dar agua. Moshe se enoja con los rebeldes Israelitas y golpea la roca. Fluye agua, pero Moshe es informado por Di-s que ni el ni su hermano Aharón ingresarán a la Tierra Prometida.
Aharón fallece en Hor Hahar y su hijo, Elazar, lo sucede en el puesto de Sumo Sacerdote.
Serpientes venenosas atacan el campamento Israelita luego de otra erupción de descontento en la cual la gente “habla contra Di-s y Moshe”; Di-s manda a Moshe a colocar una serpiente de cobre sobre un palo alto, y todo el que observe hacia lo alto será curado. El pueblo canta una canción en honor al pozo milagroso que les proveyó agua en el desierto.
Moshe lidera al pueblo en las batallas contra los reyes Emoritas Sijón y Og (que buscan impedir el paso del Pueblo Israelita por sus territorios) y conquista sus tierras, que se encuentran al este del río Jordán.
TODOS SON SUS MANDAMIENTOS
Si se nos ordena que honremos a nuestros padres, lo primero que se nos ocurre decir: “Vaya tontería, ya se que debo honrar a mis padres. Ellos me engendraron, me cuidaron, me alimentaron, me educaron. ¿Cómo no voy a honrarlos después de todo lo que hicieron por mi?”
Si se nos dice que descansemos en Shabat, lo primero que preguntamos es: “¿Por qué?” Y la respuesta es “Porque en seis días hizo Di-s los cielos y la tierra y en el séptimo día descansó”. Entonces también comprendemos.
Pero si se nos dice: “Toma una vaca roja, que alguien la sacrifique, que la quemen, que mezclen sus cenizas con agua del Santuario y que esas cenizas sirvan para purificar al que quedó impuro por el contacto con un cadáver. Pero lo que debes tener en cuenta es que tanto el que la sacrifica, como el que la quema, como el que mezcla las cenizas, quedarán impuros hasta la tarde”, nuestra primera reacción es exclamar “¡Esto no tiene pies ni cabeza, es una locura, no hay ninguna explicación racional!” Sin embargo. puede ser que no haya una explicación racional, pero hay una que va más allá de la razón. Es un JOK, un decreto de Di-s, como es un JOK honrar a los padres o descansar en Shabat. Todas son expresiones de Su voluntad, y como tales deben ser obedecidas, sin que importe si entendemos su significado o no.
No por nada en Sinaí nuestros padres dijeron “Haremos y escucharemos”. Primero actuemos, después busquemos explicaciones.
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Levítico 19: 18) es una interpretación y un comentario de “Amarás al Eterno, tu Di-s” (Deuteronomio 6: 5). Aquel que ama a su prójimo ama a Di-s, porque el judío tiene dentro de sí mismo “una parte del Di-s de Arriba” (Job 31: 2; véase Tania cap. 2). Cuando uno ama a su prójimo, está amando la esencia interna de ese judío; y al hacerlo, ama a Di-s. (Baal Shem Tov)
¿Por qué hay gente que muere por el judaísmo?
Por Elisha Greenbaum
La semana pasada, hablaba con unos profesionales de la medicina acerca de la práctica cultural específica del brit milá (la circuncisión) desde una perspectiva judía, y sobre cómo difiere de la circuncisión médica de rutina. Una de las enfermeras me pidió que explicara el origen de la práctica y la centralidad del brit en nuestra religión.
Comencé el curso intensivo de la milá con una charla sobre nuestro ancestro Abraham (el primer judío en ser circuncidado… ¡a los 99 años!) y su hijo Itzjak (el primer judío en ser circuncidado a los ocho días de nacer). Describí cómo todos los judíos, a lo largo de la historia y en todas las circunstancias, han circuncidado a sus hijos. El grupo estaba fascinado por aprender cómo incluso los padres no observantes ponen tanta dedicación en esta mitzvá en particular que, si es necesario, traen a un mohel (un profesional de la circuncisión) desde lejos y en avión, sólo para asegurarse de que su precioso recién nacido tenga un brit casher.
Se fascinaron todavía más cuando les conté la historia del bisabuelo de mi esposa, el rabí Yitzjak Raskin, que era mohel en Leningrado en las oscuras épocas de la Rusia estalinista y, a pesar de conocer los peligros, arriesgó su vida repetidas veces para hacer circuncisiones. Y al final fue, por supuesto, arrestado por los soviéticos y ejecutado por sus “crímenes”. Cuando lo estaban conduciendo, esposado, hacia afuera de su casa, las últimas palabras que dijo a sus niños fueron: “Kinderlaj, ir zolt gein in di veguen oif vos men nemt mir avek”. “Queridos hijos: deberían dedicar sus vidas a aquello por lo que hoy me arrestan”. Mientras contaba esta historia, podía escucharse la agitada respiración de los presentes, e incluso un doctor gritó un “¡no!” cargado de sorpresa. En el momento, me sorprendió un poco esa reacción tan visceral. Pero cuando pensé en ello un poco más tarde, me di cuenta de que había crecido escuchando historias sobre la fe, el coraje y el sacrificio. Mis abuelos perdieron a la mayor parte de sus familias en el Holocausto. Cada familia tuvo su propia historia de parientes asesinados, y milagrosas huidas de la opresión. Había gente en todas las sinagogas con números en los brazos. Pero para alguien con un trasfondo cultural diferente, uno puede comprender que el hecho de que alguien esté dispuesto a arriesgar su vida por un acto de fe, o a alentar a sus hijos a hacer lo mismo a sabiendas de las consecuencias, se considere extraordinario.
En la parashá de esta semana aprendemos que quien entra en contacto con un cadáver se convierte, por ritual, en impuro. El tema se introduce con las palabras “Esta es la Torá para cuando un hombre muera…”1 . Los sabios del Talmud interpretan de manera creativa estas palabras, como un mensaje de inspiración de que “la Torá sólo sobrevivirá gracias a aquellos que sacrifican su vida por ella”. No se les pide a todos que mueran por la Torá, y aun así, ¿cuántos de nosotros estamos dispuestos a vivir nuestras vidas como si fuéramos a morir por ella? Casi todos los judíos vivos hoy descienden de alguien que estaba dispuesto a arriesgar su vida por el judaísmo. Y depende de los sacrificios que hagamos hoy que haya siempre judíos que sigan el camino del judaísmo.
Espero con sinceridad que mis hijos nunca me vean siendo conducido afuera de nuestra casa por llevar a cabo mitzvot, pero me avergüenza pensar lo que me ven hacer con mi tiempo hoy. ¿Priorizo la Torá y busco de manera activa oportunidades para realizar mitzvot, o pierdo mi tiempo en tonterías? Como padres judíos, queremos que nuestros hijos sigan siendo judíos, se casen con judíos y nos brinden najat (orgullo) judío. Y aunque podemos decirles a nuestros hijos lo que queramos (pedirles, alentarlos, rogarles que sigan los caminos de la Torá) nuestros hijos entienden las acciones más que las palabras, y al mirarnos aprenden cuáles son nuestras prioridades reales. Si nuestros niños ven que estamos dispuestos a sacrificar lo que sea por una mitzvá, podemos garantizar que seguirán los caminos de la Torá y del judaísmo, y que las mitzvot se mantendrán para siempre en las futuras generaciones. (www.es.chabad.org)
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