No ocurre como en Francia, en donde el antisemitismo es explícito y motiva un auténtico éxodo de judíos hacia Israel y otros países. Pero en España aumentan los nacionalistas judíos, especialmente jóvenes, que se van a cursar estudios universitarios —cada vez en mayor porcentaje a universidades israelíes— que no regresan. Se establecen allí o en otros países. Este es un cambio de tendencia que confirman fuentes de la comunidad judía madrileña, que calculan el número de judíos entre los 40 y 45.000, sumados los españoles y los residentes. Están establecidos especialmente en Madrid, Barcelona, Melilla y Málaga. En las tres primeras ciudades funcionan colegios judíos —concertados— que, siguiendo el plan educativo general, se encargan de mantener la ‘identidad judía’, que consiste en el estudio de su religión, de la lengua hebrea y de la historia del pueblo judío, que incluye, naturalmente, el Holocausto.
Se está produciendo, en consecuencia, un lento declinar de la presencia de comunidades de judíos españoles, apenas compensado por la llegada de otros procedentes de países latinoamericanos como Argentina y Venezuela, un fenómeno atribuible a distintas causas. No a un antisemitismo explícito, pero sí debido a la presión —de nuevo los jóvenes son el colectivo más afectado— que les reclama posicionamientos en torno a las políticas del Estado de Israel, anatemizado por la extrema izquierda y, concretamente, por la hostilidad antiisraelí de Podemos e Izquierda Unida, que allí donde tienen implantación institucional se encargan de plantear de forma muy frecuente mociones contra Israel. Fuentes consultadas consideran que “nunca antes hubo más ruido contra Israel”, aunque esa especie de clamor no se corresponda con el sentimiento de la opinión pública.
En España, como en otros países, está cobrando fuerza la organización BDS Israel, acrónimo de boicot, desinversiones y sanciones al Estado de Israel, que promueve todo tipo de acciones antiisraelíes a nivel social e institucional. Esta campaña está en contacto con sectores de la extrema izquierda que, sin llegar a negar —como en otros estados europeos— el Holocausto, tienden a relativizarlo o banalizarlo, o aseveran que “Israel hace lo mismo con los palestinos”. Para defenderse de la militancia de BDS Israel, se ha constituido ACOM (Acción y Comunicación sobre Oriente Medio), que defiende al Estado israelí y sus intereses cuando estos son hostigados. Para marzo de 2018, ACOM había obtenido en los tribunales españoles hasta una veintena de sentencias favorables en sus impugnaciones contra mociones municipales que afectaban negativamente a empresas vinculadas con Israel. En la mayoría de los casos, los jueces han estimado la existencia de vulneraciones a los derechos constitucionales. ACOM también se encarga de difundir el mensaje que el antisionismo es una forma de antisemitismo.
Este contexto político resulta especialmente incómodo a los judíos españoles, que se sienten nacionales de nuestro país pero que defienden el Estado de Israel sin perjuicio que, en ocasiones, muestren puntualmente reparos a sus acciones y políticas. No entienden, sin embargo, que la mayoría de los medios no estén reflejando el acoso de las organizaciones terroristas palestinas en las zonas fronterizas y que, en general, haya un posicionamiento sistemáticamente crítico con el Estado de Israel.
Al mismo tiempo, estas fuentes constatan los flujos turísticos de israelíes y judíos de muy diversas nacionalidades hacia España. El destino principal es Cataluña, pero no solo. La creación en 1994 de Caminos de Sefarad ha puesto en valor histórico una red de juderías (a la que están adheridas hasta 20 ciudades españolas) y que es considerada una “buena iniciativa” para el turismo cultural en España y muestra así el componente histórico identitario judío de nuestro país. Ha llamado poderosamente la atención, sin embargo, que una de las ciudades que forman parte de esta red, Tudela, haya aprobado una moción para reclamar la ruptura de las relaciones diplomáticas entre España e Israel. Fuentes consultadas advierten de que si se mantiene esta moción, “la iniciativa cultural de Caminos de Sefarad habrá recibido un golpe de muerte”.
Los judíos españoles —como la inmensa mayoría de los judíos de cualquier país— son sionistas, es decir, defienden la existencia del Estado de Israel y, por tanto, el antisionismo implica una repulsa a un elemento definidor del judaísmo actual. Y de ahí proceden los problemas que la comunidad judía en España advierte en la actualidad y que explican el gradual éxodo de jóvenes universitarios hacia Israel. Una realidad silente que la izquierda española —especialmente la moderada, que secunda muchas veces sin demasiada reflexión las propuestas antiisraelíes de Podemos y de Izquierda Unida— debiera tener en cuenta. Porque una de las tragedias históricas de nuestro país ha consistido en la expulsión de los judíos y en la inquina que contra ellos han manifestado distintas instancias, entre ellas la propia Iglesia católica. Conviene recordarlo cuando en Europa, desde la extrema izquierda y desde la extrema derecha, la judeofobia y el antisionismo parecen estar rebrotando.
Muevanse de la peninsula mala