Cuando se observa el cielo despejado de las noches estivales de agosto y no se encuentra la luna, es señal de que ha comenzado el mes de Elul, el último del calendario hebreo moderno antes del Año Nuevo (Rosh Hashaná). Es una palabra originaria del acadio (una antigua lengua babilónica) y sólo aparece mencionado una vez en toda la Torá, la biblia judía. Sin embargo, tiene un papel destacado en el ciclo anual no sólo por el significado de “cosecha” del que deriva, sino porque es la antesala de una transformación profunda, el inicio de una nueva vuelta de tuerca. Durante sus 29 días, judíos de todo el mundo atraviesan un proceso de purificación alentados por el sonido del shofar que les acompañará hasta las mismísimas puertas de lo trascendente, día a día, excepto en shabat.
Coincide en el tiempo con el final del verano: los días cada vez más cortos, las tormentas que amenazan con estropearnos la diversión y el relajamiento de las vacaciones, y la inminente vuelta a la rutina: trabajo, estudio, vida planificada. Muchos fracasan en el tránsito a los ritmos fijos, lo que se conoce como “síndrome postvacacional”, especialmente los que pretenden exprimir la libertad de horario y agenda hasta el último momento. Lo que los expertos en salud mental recomiendan no está muy lejos de lo que nuestros sabios establecieron como norma ritual hace siglos. Conviene hacer sonar desde días antes del cambio impuesto por la propia naturaleza un shofar interior que nos vaya despertando del letargo que nos domina con el calor estival y su invitación a olvidarnos de nuestros relojes sociales y morales.
Los rituales de Elul y la incapacidad de readaptarse a la vida cotidiana no son una mera coincidencia: ambos derivan de la inercia de un planeta que orbita inexorable alrededor de un astro que le suministra la energía para su propia existencia. La organización de los colectivos humanos en torno a este fenómeno astronómico trasciende la adaptación que el resto de la vida sufre, para convertirse en pautas religiosas o culturales que determinan, no ya lo que somos, sino lo que pretendemos ser, anticipando las consecuencias, encarando el futuro
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