B’H
Moshé instruye al Pueblo de Israel: Cuando entres a la tierra que Di-s te esta entregando como herencia eterna, y la establezcas y la cultives, trae las primeras frutas (bicurím) de tu huerta al Sagrado Templo, y declara tu gratitud por todo lo que Di-s ha hecho por ti.
Esta sección también incluye las leyes de los diezmos dados a los Leviím y a los pobres, las instrucciones detalladas de cómo proclamar las bendiciones y las maldiciones en los montes Grizím y Eival, como fue discutido al comienzo de la sección Ree.
Moshé recuerda a la gente que son el pueblo elegido por Di-s y que ellos, a su vez, han elegido a Di-s.
La última parte de Ki Tavó consiste en la Tojajá (reprimenda). Luego de listar las bendiciones con las cuales Di-s premiará a la gente cuando ellos sigan las leyes de la Torá, Moshé da una larga y dura lista de cosas malas, como enfermedad, hambruna, pobreza y exilio, que ocurrirán si ellos abandonan los preceptos de Di-s.
Moshé concluye diciendo al pueblo que sólo hoy, cuarenta años después de su nacimiento como pueblo, alcanzaron «un corazón para saber, ojos para ver y oídos para escuchar».
UNA ALEGRIA COMPLETA
En el precepto de Bikurim -el traer de las primicias al Templo de Jerusalén- con el cual se inicia nuestra Parashá, dice la Torá que esta Mitzvá entraba en vigencia recién luego de que «vengas a la tierra… la heredes y te asientes en ella».
Nuestros Sabios Z»l aprenden de las palabras adicionales «la heredes y te asientes en ella»- que «nos enseña que no estaban obligados a traer primicias hasta que conquistaran la tierra y la subdividieran». La conquista y adjudicación de la tierra se prolongó durante 14 años. Podríamos pensar que quien ya se hizo acreedor de su parte y fue privilegiado con ver el fruto de lo que se plantó, debía ya traer las primicias, a pesar de que el resto de los judíos todavía no tomaron posesión de sus tierras; dice acerca de ello la Torá que, mientras que no se había conquistado la totalidad de la tierra y no se la había distribuido a todo el pueblo, no había obligación de traer Bikurim. Esto requiere explicación: El objetivo de las primicias era expresar el agradecimiento que siente el judío hacia Di-s. Con traer los Bikurim el judío demostraba que no era un desagradecido. Siendo así, una vez que recibió su parte en la tierra de Israel y ya tuvo el privilegio de plantar árboles y ver sus frutos ¿por qué no debía traer las primicias y expresar sus gracias al Creador? Más aún: siendo que la conquista de la tierra y su distribución a las tribus llevó muchos años, hay aquí una falta de reconocimiento de parte de quién sí entró a Israel, trabajó la tierra, tuvo provecho de sus benditos frutos ¡y sin embargo no traía Bikurim a Di-s!
Nos señala la Torá la profunda unidad interior del pueblo de Israel. La Mitzvá de las primicias venía para dar expresión a la bondad íntegra y completa. Esta es la causa por la cual se traían Bikurim sólo de las siete especies que eran el elogio de Israel, puesto que sólo estas frutas generaban completa alegría. Ése es el mismo motivo de por qué no era posible traer las primicias hasta que no había concluido la totalidad de la conquista de la tierra y la respectiva toma de posesión por parte de cada judío. Mientras que había tan sólo un judío que no recibió su parte, como consecuencia de la unión interior de todo el pueblo judío, la alegría no era completa tampoco para aquel que ya sí recibió su porción en la Tierra de Israel. Siendo que hay un sólo judío que aún carece de la alegría de heredar la tierra, esto afecta también la alegría de todos los demás. Por eso no era posible traer los Bikurim, ya que faltaba la alegría completa.
La unión del pueblo judío no es la de muchos hombres que se unen con un fin común, sino que es similar a la de los miembros y órganos de un cuerpo humano, que son todas partes de una misma entidad. Es verdad que se trata de órganos diferentes, pero están todos ligados y unidos entre sí, hasta el punto de que si hay dolor o un defecto en algún miembro, también los demás lo sienten y sufren. Esta unión es el recipiente propicio para recibir las bendiciones del Altísimo- «¡bendícenos Avinu (Padre nuestro) a todos como un uno»! (Likutei Sijot tomo 9, Pág. 152) (www.es.chabad.org)
Jai = Vida
«El día de Jai (18 de) Elul trae vida (Jai) al mes de Elul»
El mes de Elul es justamente el tiempo de Teshuvá – del retorno del judío a su verdadero nivel esencial – el tiempo para completar y perfeccionar todo lo que faltó en los días del año que concluye. En Elul mismo, sus últimos días, comenzando de Jai (18 de) Elul, cada día corresponde a un mes del año transcurrido.
En Jai Elul – 18 de Elul – conmemoramos la fecha de nacimiento de dos grandes líderes jasídicos, Rabí Israel Baal Shem Tov (1698-1760), fundador del Movimiento Jasídico, y Rabí Shneur Zalman de Liadí (el Alter Rebe, 1745 – 1812), fundador del Movimiento Jabad – Lubavitch.
El valor numérico de la palabra «Jai» es «18» y significa «vida». Una fuerza vital espiritual se infunde en el mes de Elul al celebrar el nacimiento de estos dos líderes y luminarias de la Torá del pueblo judío.
Dijo Rabí Iosef Itzjak Shneerson de Lubavitch Z»L en nombre de los jasidím más prominentes: «El día de Jai (18 de) Elul trae vida (Jai) al mes de Elul» (www.es.chabad.org)
Pasión espiritual
Rav Levi Itzjak de Berditchov fue un gran líder jasídico del siglo XVIII en Europa. Quedó muy bien documentado que su amor por Dios era tan grande que vivía en un estado constante de éxtasis. En su mesa de Shabat, mientras él recitaba plegarias a Dios, nadie sabía lo que podía pasar. Podía arrojar la copa de kidush al aire, comenzar a bailar sobre la mesa o cantar durante una hora.
Cuentan que Rav Levi Itzjak deseaba compartir una comida de Shabat con Rav Baruj de Medzhibuz, otro maestro jasídico. Pero había un problema: en la mesa de Rav Baruj todo se llevaba a cabo de una forma digna de la realeza. La rusticidad de Rav Levi Itzjak no sería bien recibida.
Ambos llegaron a un acuerdo. Rav Levi Itzjak sintió que podría controlarse si permanecía en silencio y no decía nada más que «amén» durante la comida.
Cuando llegó el momento designado, ante la sorpresa general, todo marchó sobre ruedas. Es decir, hasta que el sirviente de Rav Baruj le preguntó a Rav Levi Itzjak si prefería pescado dulce o marinado. «¿Pescado? ¿Si me gusta el pescado? ¡Yo amo a Hashem!» gritó y, superado por el éxtasis, hizo volar el plato de pescado por el aire. Ante el horror de todos los presentes, el plato aterrizó directamente sobre el talit de Rav Baruj, manchándolo por completo. La tensión creció mientras todos los presentes esperaban la respuesta de Rav Baruj.
Rav Baruj anunció con calma: «Estas manchas son sagradas, fueron causadas por un judío que realmente ama a Dios». Posteriormente Rav Baruj se rehusó a que limpiaran las manchas, por el gran entusiasmo que representaban. ¡Ese talit manchado y valioso fue transmitido como un legado de generación en generación!
El comportamiento de Rav Levi Itzjak, por más extraño que parezca, tiene una raíz profunda en la tradición judía. En toda la literatura judía los Sabios enfatizan la necesidad de vivir la vida, particularmente la vida espiritual, con pasión. Rav Kalman Shapira, en su gran manual espiritual To heal a soul, declara que todo ser humano está lleno de pasión, la única pregunta es en qué dirección enfocará esas pasiones.
En Ki Tavó, la parashá de esta semana, encontramos una enseñanza increíble. Una larga sección de 53 versículos describe las horrendas cosas que le ocurrirán al pueblo judío si actúa mal. Pueden recaer sobre ellos castigos como confusión, ansiedad, depresión, ignorancia, hambruna y otros peores. Sorprendentemente, la Torá enfatiza que esto ocurrirá sólo porque: «No sirvieron al Eterno su Dios con alegría» (Deuteronomio 28:47).
El servicio correcto a Dios no sólo implica observar las mitzvot. ¡Hay hacerlas con alegría! El Sfat Emet (citando al Arizal) nos brinda una guía sobre lo que constituye suficiente alegría en el servicio a Dios. Él declara que la alegría en los temas espirituales debe ser igual (si no mayor) a la que sentimos en el ámbito de lo físico y lo material. La forma en que corres para conseguir dulces o una porción de pizza debería ser igual a la que usas para ir a la sinagoga o a estudiar Torá. A fin de cuentas, la dirección en la que enfocamos nuestras pasiones es lo que en verdad determina quiénes somos.(www.aishlatino.com)
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