La gran mayoría de la izquierda mundial, desde los sectores considerados moderados a los más extremistas se han convertido de hecho en aliados del fascismo islámico, contra un “terrible enemigo” el diminuto estado de Israel. La izquierda cree que compartir con los islamistas el antisionismo, o sea el antisemitismo “aggiornado” le es útil porque entre otras ventajas le va a servir para hacer olvidar al mundo el estrepitoso fracaso de la puesta en práctica de sus teorías y la histórica implosión de la Unión Soviética. Por lo demás existen razones pragmáticas muy fuertes para el uso del chivo emisario clásico en la historia, el judío. Hay 57 países de la Conferencia Islámica con voto en las Naciones Unidas y un solo país judío. En Europa, los partidos de izquierda apuestan a los votos de los musulmanes inmigrados, que se educaron en países de muy arraigada tradición antisemita. Además, como el único gran país que apoya a Israel es Estados Unidos, al que todo el mundo ama odiar, es muy fácil presentar a Israel como un sirviente del imperialismo norteamericano, lo que naturalmente es mucho peor moralmente que ser el patrón.
Pero evidentemente la izquierda olvida a quién sirve esta política tan tradicional en la historia. Naturalmente sirve a los intereses del Irán teocrático, que eligió gallardamente el título de principal enemigo de Israel porque este país tuvo la terrible insolencia de no hacerle nada que justifique en lo más mínimo esa enemistad y sirve a la política agresiva de las organizaciones terroristas islamistas tanto palestinas como internacionales. Lo que la izquierda neo-anti-israelí y anti-judía no quiere entender es que estos nuevos aliados los aman a ellos tanto como a los judíos. Simplemente, precisamente por ser infieles de izquierda integran la “casa de la guerra” que odia todo lo divino y por lo tanto debe ser conquistada por el Islam por cualquier medio. Más aún, tienen el privilegio de ser infieles particularmente odiados por su manía de proteger a seres para ellos apenas semi-humanos como las mujeres y los homosexuales, además de no respetar a Alá.
Vale la pena citar algunos testimonios. De un extenso reportaje al historiador danés Torben Hansen realizado por su compatriota, la periodista Helle Merere Brix y titulado “Khomeini y la ceguera de la izquierda” extractamos algunos fragmentos:
“ Hace 27 años el historiador y ex militante trotskista Torben Hansen fue un testigo entusiasta de la revolución iraní. Hoy acusa a las izquierdas de Europa y de Estados Unidos de no haber aprendido nada de la barbarie islamista. En el Irán al que llegó Hansen había numerosos grupos de izquierda, muchos de ellos rivales entre sí, Tudeh, que era el Partido Comunista iraní, Fedayìn el Khalk (Luchadores del Pueblo) un grupo disidente del Tudeh, que tenía particular atractivo para la juventud y por supuesto los Muhahidie-Khalk (Combatientes Populares) que se caracterizaban por su ideología, mezcla de islamismo y socialismo……”Estos grupos que habían apoyado a Khomeini para derrocar al Shah, ahora estaban en oposición al Partido Islámico Republicano de Khomeini, que ganó las elecciones mediante la violencia y el fraude electoral. Los ataques de los fanáticos de Hezbollah a los manifestantes de izquierda ya habían empezado, pero según los amigos trotskistas de Hansen esos grupos violentos pronto serían derrotados. Ni Hansen ni la izquierda iraní fue capaz de ver la relación entre Khomeini y los fascistas religiosos que en las calles no vacilaban en golpear, y hasta matar a sus adversarios de la izquierda. Al mundo exterior, Khomeini le había prometido libertad, democracia y pluralismo : esto pronto se revelaría como un típico ejemplo de taqqiya, es decir , la mentira sagrada, válida siempre para engañar a los infieles en la lucha por imponer la paz islámica y crear un mundo perfecto, es decir, un mundo en el que los habitantes de la “casa de la guerra” (o sea todos los no-musulmanes de cualquier otro credo o de ninguno) estén sometidos o muertos.
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