- ¿Quién es en realidad la ‘heroína’ adolescente palestina que encandila al periodismo occidental?
- Tamimi, Khaled o Barghouti, son ejemplos del odio y la barbarie que esconde la llamada ‘resistencia’ palestina.
- Los medios occidentales ofrecen una imagen edulcorada de personas que en realidad ni critican ni renuncian al terrorismo ni buscan la paz.
La adolescente Ahed Tamimi ha despertado una ola de simpatía y admiración casi sin precedentes en el periodismo occidental, que la ha encumbrado como la santa laica de la “resistencia palestina”. Los titulares le dan la categoría de “icono”, concede entrevistas en las que el periodista elogia a la delincuente y explica que “expresaba con bofetadas a los soldados la rabia palestina” e incluso es calificada de “ángel” en el titular más vergonzoso de los últimos tiempos del periodismo español.
¿Pero es realmente Ahed Tamimi alguien ejemplar o es más bien un símbolo perfecto del esfuerzo de los medios de comunicación para encumbrar como resistentes y pacifistas a personas que o bien apoyan el terrorismo y el crimen o bien los practican abiertamente?
En prácticamente todo el mundo que una madre y su hija de 17 años entren juntas a la cárcel se consideraría más un ejemplo de familia desestructurada y con graves problemas que algo heroico. No es así si las dos presidiarias son palestinas , como es el caso de Ahed Tamimi y su progenitora, Nariman al-Tamimi.
Tamimi aceptó una condena de ocho meses de prisión por cuatro delitos de agresión. Mediante el acuerdo la Fiscalía retiró otros ocho cargos. Las imágenes que la han hecho famosa recogen el momento en el que algunos de los delitos se cometieron: la adolescente golpea repetidamente a un soldado al que patea y abofetea, ante la impávida reacción del militar -que demuestra un temple encomiable para no responder a la agresión- la joven hace lo propio con el otro soldado en el lugar. La madre de Ahed, Nariman Tamimi, es curiosamente la que graba la escena.
El papel de la familia Tamimi es uno de los aspectos más sórdidos de este asunto: los vídeos de Ahed increpando y provocando a soldados israelíes empezaron a grabarse años atrás. De hecho, en lo que no deja de ser una admisión de culpa llamativa, en la propia petición en internet para que Ahed fuese liberada se admitía -o quizá deberíamos decir se elogiaba- que la joven “ha estado en la primera línea defendiendo palestina desde que tenía siete años”.
Es un caso evidente de uso de una menor en un conflicto, valiéndose de su poder para convertirse en un símbolo propagandístico y situándola en situaciones de posible riesgo físico, en lugar de protegerla de ellas como requieren todas las leyes internacionales. Así, mientras en todo el mundo se desarrollan fuertes campañas y complejos y costosos programas de cooperación para acabar con la lacra de los niños soldado, si estos niños se enfrentan a soldados israelíes se les tiene por héroes y se les regalan titulares y abundante espacio en los medios de comunicación.
Profesionales de “la resistencia”
Lo que está claro es que los Tamimi no tienen ningún escrúpulo moral para usar a sus hijos como carne de cañón en su batalla contra Israel. Ya en 2013 un elogioso reportaje en The New York Times nos presentaba a los Tamimi como profesionales de la “resistencia”. El texto -acompañado de una extensa y cuidada galería fotográfica- explicaba que Bassem Tamimi -el padre de Ahed- era el responsable de las manifestaciones en su pueblo. No hay otra ocupación para ningún otro miembro de la familia, que sin embargo muestra una vivienda estándar con todas las comodidades propias de la localidad en la que viven, Nabi Saleh, en las cercanías de Ramala.
Contra lo que podría pensarse si uno se informa en la mayor parte de la prensa occidental, el activismo de la familia Tamimi no se limita a las protestas pacíficas. Por ejemplo, una de sus tías, Ahlam Tamimi, condenada a 16 cadenas perpetuas por ser la cerebro de la terrible masacre de Sbarro, de la que recientemente se han cumplido 17 años y en la que murieron 16 personas -siete de ellas niños y, además, una mujer embarazada- y fueron heridas otras 130.
“No siento lo que hice”, decía Ahlam en un mensaje mandado desde la prisión en la que cumplía condena. Años después, tras ser liberada en el intercambio de prisioneros con el que se logró la liberación de Gilad Shalit, era entrevistada en un programa en la televisión pública palestina y describía su decepción cuando al principio sólo se contabilizaron tres muertos como resultado de su miserable atentado terrorista: “Admito que estaba un poco decepcionada porque yo esperaba un mayor número (de muertos). Después, mostraba su felicidad según esa cifra iba aumentando.
Las enseñanzas de su tía Ahlam han prendido definitivamente en la joven Ahed, que poco después de atacar a los soldados israelíes lanzaba su “mensaje al mundo” pidiendo que siguiesen “las demostraciones” y, sobre todo, “los lanzamientos de piedras, los apuñalamientos y las operaciones de búsqueda de martirio”, que es como se refieren a los terroristas suicidas.
Leyla Khaled: terrorista no arrepentida
Leyla Khaled es otro de los ejemplos que medios y organizaciones propalestinas nos ofrecen como “activistas” con una vida entregada a la defensa de los derechos y las libertades del pueblo palestino.
Figura de culto en murales, inspiradora de canciones pop, invitada a dar charlas y conferencias en no pocos países de Europa -incluyendo España donde participó en un encuentro patrocinado por el Ayuntamiento de Barcelona en 2017-. incluso ha hablado nada más y nada menos que en el Parlamento Europeo.
¿Pero cuál es la realidad de esta falsa activista? Para conocerla en primer lugar cabe recordar cómo saltó a la fama: fue en agosto de 1969, cuando formó parte del grupo de terroristas que secuestró un avión que volaba desde Roma a Tel Aviv -el vuelo 840 de TWA- obligándolo a desviarse a Damasco. Aquel atentado se saldó sin muertes.
En septiembre de 1970 participó en su segunda acción terrorista: el secuestro de un avión israelí, el vuelo 219. De El Al. El ataque terrorista era parte de una oleada organizada de acciones terroristas que recibió el nombre de Secuestros de Dawson Fields, porque varios de los aviones fueron obligados a aterrizar en una pista de aterrizaje con ese nombre de Jordania.
Junto con un compañero, Khaled tomó como rehenes a 148 personas -138 pasajeros y 10 miembros de la tripulación- y sólo una arriesgada maniobra del piloto lanzando el avión en picado evitó que los dos secuestradores pudiesen llevar a cabo sus planes. El único fallecido durante el ataque terrorista fue el segundo de los secuestradores, Patrick Argüello, pero las intenciones asesinas de Khaled y Argüello quedaron en evidencia cuando éste lanzó una granada en el interior de la aeronave que por suerte no llegó a explotar.
El avión secuestrado acabó tomando tierra en el aeropuerto de Heathrow y Khaled fue detenida por el Reino Unido, pero sólo unas semanas más tarde fue liberada como consecuencia de otro secuestro en el que los terroristas exigieron su liberación.
Desde entonces Khaled jamás ha mostrado el más mínimo arrepentimiento por su pasado como terrorista, incluso ha llegado a justificarlo en espacios tan señalados como el Parlamento Europeo, en el que durante la charla comentada anteriormente dijo: “Sabía que necesitábamos hacer algo, en un punto de mi vida me dije, ¿cómo vamos a oponernos a esto? Bien, pues vamos a secuestrar un avión. Seré muy franca -asegura con el europarlamentario español Javier Couso aplaudiendo a su lado- vi que era la única salida en el pasado, las circunstancias me llevaron a dar ese paso”.
Khaled se ha mostrado en contra de los procesos de paz entre los países árabes e Israel, porque en su opinión “no son un proceso de paz, son un proceso político en el que el balance de fuerzas es favorable a los israelís y no a nosotros. Tienen todas las cartas con las que jugar, especialmente desde la OLP no está unida”. Como podemos ver, la pacifista está poco preocupada por la paz.
Unas declaraciones bastante reveladoras sobre la forma de pensar de Khaled se recogen en un vídeo de baja calidad de YouTube en el que se posiciona en contra de los atentados suicidas pero no por un reparo moral, sino por razones tácticas: “No vemos que esa sea una forma de enfrentarse a la ocupación, no lo vemos como acciones estratégicas o una política estratégica”. Para ella, “la pregunta a la que debemos responder antes de esa pregunta es por qué esas facciones islámicas usan esa táctica” y ahí da una repugnante voltereta moral para acabar culpando a las víctimas: “Israel minimiza la distancia entre la vida y la muerte hasta el punto de que aquellos que van a hacerse explotar a sí mismos no ven una diferencia entre la vida y la muerte”. Y después de esa frase aún tiene la desvergüenza de asegurar que tal cosa ocurre “a pesar de que nosotros somos los que defendemos la vida de la gente y no tenemos una educación para la muerte”.
Khaled continúa su explicación asegurando que ha advertido a sus “hermanos” en organizaciones terroristas como Hamás o la Yihad Islámica Palestina que los atentados suicidas son “algo polémico” y se atribuye el mérito de que “ellos los hayan parado”.
Su razonamiento termina con una cierta contradicción, a la explicación de que los terroristas suicidas no ven la “diferencia entre la vida y la muerte” por culpa de Israel y a la muy habitual de que “no encuentran otros medios” se une la aceptación de que “la ideología según la cuál van a ir al paraíso es otro de los factores que provoca que lo hagan”. Finalmente recalca que “tales acciones no son convenientes para la lucha”, que es el único reproche que hace a los terroristas.
Omar Barghouti: BDS para los demás
En abril de 2004 un grupo de profesores universitarios e ‘intelectuales’ creó la Campaña Palestina por el Boicot Académico y Cultural a Israel, que poco después se convertiría en una rama del más amplio movimiento BDS (Boicot, Desinversiones y Sanciones). En ambos casos figuraba entre los fundadores Omar Barghouti un palestino nacido en Qatar pero residente en Israel, miembro de uno de los clanes más prestigiosos de la sociedad palestina al que también pertenece el líder de Fatah, Marwan Barghouti, convicto de cinco cadenas perpetuas por su responsabilidad en múltiples atentados terroristas y, directamente, en el asesinato de cinco personas.
Una muestra de su enorme hipocresía es que mientras lanzaba un boicot global a las actividades académicas de Israel en todo el mundo, Omar Barghouti se matriculó en la Universidad de Tel Aviv donde obtuvo un máster de posgrado y empezó un doctorado en Filosofía. Así, al mismo tiempo que pedía que estudiantes e instituciones de todo el mundo cortasen sus relaciones con las universidades y estudiantes israelíes, él se aprovechaba de la calidad de estas instituciones académicas. Edificante.
Desde su prominente posición Barghouti ha viajado por medio mundo hablando de los supuestos crímenes de Israel y de las pésimas condiciones de vida de los palestinos, sin embargo esta actividad solidaria parece haberle reportado a él unos considerables ingresos, al menos tal cosa se deduce de la denuncia que interpuso en su contra el fisco israelí, que le acusa de haber evadido nada más y nada menos que 700.000 dólares. Otra muestra de que la solidaridad que predica no parece comprometerle a él mismo.
Curiosamente, la prensa antisionista española, que es tan sensible a la evasión fiscal en otros casos, se hacía eco de esta noticia pero la presentaba como un agravamiento de la “persecución política” que, según ella, sufre este personaje.
Aplaudido como activista por la paz en múltiples ocasiones e incluso galardonado con el Premio Gandhi de la Paz, Barghouti está muy lejos de ser un pacifista. En primer lugar porque en repetidas ocasiones ha justificado el terrorismo. En una conferencia en Chicago, por ejemplo, aseguraba que (los palestinos) “no estamos avergonzados de haber tenido una ‘resistencia’ armada” y decía también que “la gente que sufre la ocupación tiene derecho a resistir por cualquier medio”. En la misma charla añadía afirmaciones que él reconocía que “podían sonar racistas”, de hecho, efectivamente lo eran: “La raza blanca es la más violenta de la historia”.
Barghouti, y en esto muestra más coherencia que sus actividades de boicot, no apuesta por la coexistencia pacífica entre judíos y palestinos: en lugar de la solución de dos estados que es reconocida internacionalmente su propuesta pasa por un único estado musulmán en el que habría cabida -cono prácticamente no la hay en ningún estado árabe desde Marruecos hasta Iraq- para la población judía.
En resumidas cuentas, vemos cómo los líderes morales y propagandísticos de la mal llamada ‘resistencia palestina’ comparten varios rasgos comunes: apoyan que se practique el terrorismo cuando no lo han practicado ellos mismos, no buscan soluciones pacíficas al conflicto y, además, sus campañas antisemitas y antiisraelíes les reportan nada desdeñables recursos económicos.
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