Traducido para Porisrael.org por Dori Lustron
El fallecido primer ministro Yitzhak Rabin vio el tratado de paz de 1994 con Jordania como uno de sus logros diplomáticos más importantes, si no el más importante. A diferencia del escepticismo que expresó sobre los acuerdos de Oslo y el compromiso del entonces presidente de la OLP, Yasser Arafat, Rabin estaba seguro de que el rey Hussein cumpliría su palabra.
Hay algo simbólico en el hecho que en el aniversario del asesinato de Rabin según el calendario hebreo, el Rey Abdullah anunció que no renovaría uno de los anexos que su padre firmó hace 24 años, arrendando las fronteras agrícolas a Israel.
El anuncio jordano no es una gran sorpresa ni un movimiento que tenga un significado estratégico de gran alcance. Después de todo, estas son tierras jordanas y es lógico pensar que Jordania reimplantaría su soberanía sobre ellas en algún momento, ya que ningún país en el Medio Oriente jamás aceptaría ceder territorios por un tiempo.
Arabia Saudita hizo lo mismo con respecto a las islas Tiran y Sanafir, que fueron administradas por Egipto durante años antes que Riyadh volviera a imponer su soberanía sobre ellas en 2017.
El problema, por lo tanto, no está en el movimiento per se, sino en la manera y el momento en que los jordanos decidieron declarar que esencialmente rechazaban el espíritu del acuerdo de paz de 1994 y le dieron la espalda a la asociación forjada entre Rabin y Hussein.
Esto no fue una completa sorpresa. Después de todo, los jordanos son muy hostiles hacia Israel en comparación con las poblaciones de otros países árabes y, lamentablemente, el régimen jordano ni siquiera trata de lidiar con esta hostilidad. Al enfrentarse a una gran variedad de desafíos internos, el régimen prefiere permitir que la opinión pública ataque a Israel y espera que esto suavice las críticas sobre otras cuestiones.
Al mismo tiempo, ningún país árabe es tan dependiente de Israel como Jordania, ciertamente en términos de recursos de energía y agua y en cuestiones de seguridad nacional.
Además, ningún estado árabe mantiene una cooperación estratégica tan estrecha, aunque clandestina, con Israel, como Jordania. Israel da la bienvenida a esta cooperación y su importancia es inmensamente mayor que los acres de tierras agrícolas sobre las cuales Jordania ahora intenta recuperar el control.
En general, este no es un movimiento que realmente perjudique el interés de Israel, por lo que Jerusalén muestra paciencia hacia los vientos hostiles que soplan en dirección a Jordania.
Sin embargo, el movimiento jordano es tanto una muestra de la debilidad de Abdullah como la firma del acuerdo de paz fue una muestra de la fuerza de su padre. Israel debe mantener la misma cooperación estratégica con Jordania como siempre lo ha hecho, pero ahora, hemos abierto nuestros ojos.
***Eyal Zisser es profesor en el Departamento de Historia de Oriente Medio en la Universidad de Tel Aviv.
http://www.israelhayom.com/opinions/a-move-the-spells-weakness-%e2%80%8e/
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