América del Sur, con Brasil a la cabeza, acaba de entrar en un nuevo ciclo político que busca enmendar los errores y horrores de la izquierda previa. Maduro, como Lula antes, no son menos demagogos que Bolsonaro, y éste será, al fin, menos malo que lo que sospechan quienes ponen el grito en el cielo por su fulgurante elección. Gobernar y administrar un enorme y riquísimo país como Brasil, y para el caso también Argentina, no requiere necesariamente de subvenciones y buenismos, grandes palabras y nodrizas oficiales aquí y allá. América del Sur necesita una revolución moral, de valores, comenzando por la renovación de la justicia y, sobre todo, la honestidad laboral. Rigor y orden. Tanto trabajas tanto tienes, tanto te esfuerzas tanto mereces. Criterios que enfatizan los evangélicos. Se equivocan quienes ven en ese movimiento religioso algo meramente de domingos, un discurso sentimental a la par que apocalíptico. Arde allí el fuego de la temprana Reforma, que primero fue una dura crítica al catolicismo de la época y luego acentuó la responsabilidad individual, es decir kármica, sobre el destino de cada persona. El colectivismo evangélico se basa en la conducta personal, el colectivismo de izquierdas en la abdicación de la libertad en aras de un mañana falso al aire de cuya revolución comerán todos, especialmente y mejor los miembros del aparato del partido. Venezuela es la muestra de ese desastre e, indirectamente, la razón por la cual en Brasil no quieren repetir el experimento y la mayoría escogió a Bolsonaro, aupado, entre otros, por los evangélicos.
El interés del nuevo presidente de Brasil por Israel viene de la mano de lo que opinan esos fervorosos cristianos, y no sólo los del cono sur, sino los de América toda. Por lo que sepamos, Bolsonaro no es un antisemita declarado, como Maduro y, en ocasiones, Evo Morales. Que tiene un pasado militar, vale. ¿Acaso no lo tenía Chavez? ¿Por qué la izquierda tiene que ser, necesariamente, mejor que la derecha? Miremos a nuestro alrededor y hagamos un repaso: la herencia del kirschnerismo argentino es negra; la de Correa en Ecuador no es mejor. Corea del Norte ha dejado-eso dicen-de fabricar bombas para pensar en el perfume y el pan; China se ha vuelto más capitalista que el mismo capitalismo y toda la izquierda europea, excepto entre algunos de sus recalcitrantes defensores, hace aguas. Por eso la gente se mueve hacia la derecha, a ver qué pasa, a ver si mientras intentamos ser menos verbosos llevamos a cabo algunas cosas útiles, posibles de implementar. También es cierto que la derecha arrastra sus taras: racismo, clasismo y otras vergüenzas. Pero como insinuó el diplomático chileno Jorge Edwards, esperemos a ver qué sucede en Brasil con su nuevo gobierno en los próximos dos años al menos, para por fin opinar. Ni Trump ni Bolsonaro son Hitler. Sabemos que ambos admiran a Israel y eso debería ser una prueba de que respetan su democracia, por lo de más mucho más interesante que el yihadismo de Hamás o la siniestra ideología exportable de los ayatolás iraníes.
Leccion de lucidez y clarividencia politica ,impartida una vez mas, por el profesor Mario Satz, respecto a la cual poco hay que añadir , mas allá de ponderárla como merece …
Situarse al lado de Israel, se ha convertido en dias como éstos, en los que proliferan las mentiras, amenazas y calumnias hacia ese pais, por parte de tiranos tan dispares como puedan serlo Erdogan, Maduro, o los lideres del regimen irani, en garantia de respeto democratico, por mas que quienes que asi lo hacen, puedan resultar personajes altisonantes, y hasta antipáticos para un sector de la opinion pública y de los médios de comunicacion …
Quedemos pues antes con los hechos que con las apariencias, y juzguemos con arreglo a ellos …