Ilustración de una bacteria intestinal de T.L. Furrer/Shutterstock.com.
Los probióticos, esos preparados que contienen bacterias vivas para fortalecer el sistema inmunológico, prevenir enfermedades o recuperarse de los efectos de los antibióticos, son consumidos por millones a diario. Sin embargo, sus beneficios nunca han sido científicamente probados.
Ahora, investigadores del Instituto de Ciencias Weizmann, en Rehovot, Israel, han presentado pruebas obtenidas en experimentos con ratones y humanos que demuestran que los probióticos más usados no son tan beneficiosos como se ha creído.
El artículo que detalla la investigación fue publicado en septiembre en la revista Cell. De acuerdo con éste, ni siquiera se sabe realmente si las bacterias probióticas llegan a colonizar el aparato digestivo o, en el caso afirmativo, no está claro cómo afectan al microbioma de las bacterias intestinales.
Se hicieron dos estudios. Para el primero, 25 personas se sometieron voluntariamente a una gastroscopia y a una colonoscopia para obtener una muestra de referencia de la composición y función del microbioma en diferentes zonas del intestino. De los 25, 15 fueron divididos en dos grupos: uno recibió un tratamiento probiótico cepa 11 y el otro tomó placebo.
En la tercera semana de tratamiento, de cuatro de duración, todos los participantes se sometieron a una segunda gastroscopia y colonoscopia para analizar cómo el cuerpo estaba respondiendo a los probióticos y al placebo, y continuaron con revisiones durante otros dos meses.
Los científicos descubrieron que la colonización del intestino por parte de los probióticos era bastante individualizada. Por lo general, los intestinos de algunos de los voluntarios mostraron signos que los intestinos habían acogido bien los probióticos mientras que otros los expulsaban.
Los científicos vieron que podían pronosticar cómo una persona reaccionaría a los probióticos simplemente analizando el microbioma y la expresión genética del intestino. Los que lograban acoger bien los probióticos mostraban cambios en el microbioma y en la expresión genética del intestino, mientras que los que no son compatibles con estos no presentaban cambios.
El estudio estuvo dirigido por investigadores de los laboratorios del profesor Eran Elinav, del Departamento de Inmunología, y el profesor Eran Segal, del Departamento de Informática y Matemáticas Aplicadas, en colaboración con el profesor Zamir Halpern, jefe de gastroenterología del Centro Médico Sourasky, en Tel Aviv.
“Los resultados sugieren que los probióticos no deberían recetarse por igual de manera universal”, dijo Elinav. “Podrían, sin embargo, adaptarlos a cada individuo y a sus necesidades específicas. Nuestros descubrimientos también llegan a explicar cómo llevar a cabo este tratamiento personalizado”.
Segal explica que los resultados refuerzan las conclusiones de estudios dietéticos anteriores que ya mostraban una respuesta similar del individuo hacia algunas comidas y que “subrayaba el importante papel que jugaba el microbioma intestinal a la hora de marcar diferencias clínicas entre personas”.
Idea se somete a prueba
En el segundo estudio, los investigadores sometieron a prueba la idea tan arraigada en muchos que tomar probioticos contrarresta los efectos de los antibióticos.
Analizaron si los probióticos colonizaban el intestino bajo tratamiento de antibióticos y cómo afectaba esto al paciente y a su microbioma.
Los investigadores administraron una gran variedad de antibióticos a 21 voluntarios que se sometieron luego a una gastroscopia y colonoscopia para observar los cambios que el intestino y su microbioma sufrían con el tratamiento de antibióticos.
Seguidamente, los voluntarios se dividieron en tres grupos. El primero era de mera observación, o sea, se le dejó que el microbioma se recuperase por sí solo. Al segundo se le administró un cóctel probiótico cepa 11 durante un período de cuatro semanas. Y el tercero recibió un trasplante de microbioma autóloga fecal (aFMT), hecho de sus propias bacterias, recolectadas antes que tomasen los antibióticos.
Los científicos descubrieron que los antibióticos allanaban el camino a los probióticos y hacían la colonización del intestino humano mucho más fácil que en el estudio anterior.
Para su sorpresa, esto no fue beneficioso: la colonización de los probióticos impedía que la expresión genética y el microbioma volvieran a su configuración normal, o sea a la anterior a la toma de antibióticos, durante meses.
En los casos en los que se usó aFMT la recolonización del microbioma intestinal nativo y la expresión genética volvían a la normalidad en apenas unos días.
“Estos resultados muestran un posible efecto secundario alarmante y nuevo del uso de probióticos con antibióticos que podría tener consecuencias a largo plazo,” según Elinav. “Al contrario, llevar a cabo un tratamiento personalizado, reabasteciendo el intestino con sus propios microbios, se asoció a una completa anulación de los efectos del medicamento”.
Los resultados podrían tener consecuencias inmediatas si se tiene en cuenta que los probióticos son uno de los suplementos de venta libre más comercializados.
“Al contrario del dogma actual que dice que los probióticos son inofensivos y que benefician a todo el mundo, sugerimos que las preparaciones de probióticos deberían depender del individuo, o que se llevaran a cabo tratamientos como aFMT en ciertos casos”, dijo Segal,.
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