Este sábado, al anunciar el Primer Ministro australiano-considerado un buen amigo de Israel- que reconoce a Jerusalem occidental como capital de Israel, pensamos en el éxito diplomático del mundo árabe, que logró insertar en gran parte de la comunidad internacional la percepción que Jerusalem debe dividirse de modo que la parte oriental sea capital de un Estado palestino, a pesar de que nunca fue capital más que nada de reinos soberanos judíos en la antigüedad. Y también pensamos en cómo puede ser que nadie salte airado cuando los palestinos y los árabes en general condenan un comunicado como el de Australia, de lo cual se desprende que no aceptan que tampoco la parte Oeste sea vista como capital de Israel.
Pero esta nota no es un análisis político, sino un recordatorio histórico emotivo de lo que fue para Israel la reunificación de Jerusalem, de boca de Tzion Karasenti, que cuando era un joven paracaidista, fue de los primeros en llegar al Muro de los Lamentos.
Hoy, a los 74 años, siendo ya padre de tres hijos grandes y abuelo de seis nietos, Tzion sigue emocionándose cuando recuerda aquellos días vividos a los 24 años, cuando como joven paracaidista en la guerra de los Seis Días, se contó entre los liberadores del Muro de los Lamentos, el Kotel. Su imagen, junto a sus compañeros Meir Oshri e Itzjak Yifat, quedó plasmada en la famosa foto de David Rubinger, ya fallecido, tomada en los primeros momentos junto al Kotel.
David Rubinger, hoy ya fallecido, en su despacho en Jerusalem durante una entrevista que le realizamos sobre su trayectoria. En la pared, arriba, a su izquierda, la foto de los tres paracaidistas junto al Muro de los Lamentos.
Rubinger (Z”l) solía contar cómo tuvo que tirarse al suelo para poder tomar la foto,que se convirtió rápidamente en uno de los símbolos de la liberación y reunificación.
Nos reunimos con Tzion justamente allí, el sitio en el que en junio de 1967, lloró al tocar las piedras milenarias, aclarando hoy que aquella emoción no pasaba meramente por lo religioso sino por una sensación de vivencia nacional.
En varias ocasiones Tzion habla con un nudo en la garganta. Las lágrimas le ruedan por las mejillas cuando recuerda a sus compañeros caídos .Y cuando recuerda lo que sintió al comprender que estaba junto al Kotel.
Este es un resumen de su testimonio.
Tzion, me emociona conocerlo personalmente…usted fue uno de los privilegiados en llegar al Kotel aquel 8 de junio de 1967, tras muchos años en los que ningún judío podía acercarse a él, porque Jordania, que había ocupado esta zona, lo impedía. Esa historia, para usted, comenzó cuando lo llamaron a la reserva, antes de estallar la guerra.
Así es. En realidad, te diré que comenzó años atrás, cuando me enrolé a los paracaidistas para mi servicio militar obligatorio. Como yo era el único varón luego de seis hijas mujeres, para poder ir a los paracaidistas, que era una unidad de combate, necesitaba permiso especial de mis padres. Pero yo decidí no preguntarles, falsifiqué su firma y mantuve en silencio cuando me aceptaron. Recuerdo que sentí era una fiesta haber ingresado a los paracaidistas y haber recibido su “kumtá”, su boina roja. Pero cuando llegaba a casa me la cambiaba por otra cualquiera, para que mis padres no supieran.
¿Cuánto se puede guardar un secreto así?
Bastante…yo lo logré hasta que un amigo que vivía en Estados Unidos vino a visitarme y llegó antes que yo a casa y dijo a mis padres que quería saber cómo me había ido en el curso de paracaidista. Mis padres se enteraron y empezó entonces una época de más preocupación.Pero tambien estaban orgullosos.
A LA GUERRA
Usted hizo pues su servicio militar obligatorio, salió luego una vez al servicio de reserva y antes de la guerra de los Seis Días, lo llamaron de nuevo, porque la sensación de guerra era inminente.
Así es. En mayo de 1967, poco antes de la guerra, fui enrolado a los miluim, la reserva, con una orden especial de emergencia, porque la sensación era que se venía la guerra.
¿Y cómo se sale de la casa, cómo se despide uno de los padres, sabiendo que va a la guerra?
Yo no mostré nada a mis padres. Fui orgulloso a la reserva porque la sensación era que había que hacer lo necesario para defender al país. Primero nos dijeron que íbamos a El Arish, en el Sinaí, pero recuerdo cuando los comandantes nos avisaron que al final, subiríamos a Jerusalem. Yo había escuchado muchas historias sobre Jerusalem. Sabíamos del Muro de los Lamentos al que no se podía llegar, de las callejuelas estrechas, los lugares sagrados. Recuerdo que de niño una vez en la clase tuve que dibujar algo que me gustaba y dibujé el Kotel, aunque nunca lo había visto.
LAS BATALLAS POR JERUSALEM
Llegaron pues a Jerusalem con las tropas de los paracaidistas.
Así es. Primero al barrio de Beit HaKerem , un lugar que sufría mucho de los disparos de los jordanos del otro lado. El comandante de mi batallón, Iosi Iafé, nos dijo que la guerra en Jerusalem no estaba planeada.Pero en ese momento, la orden era librar las batallas por Jerusalem, conquistar primero la Guivat HaTajmoshet (la Colina de las Municiones), una posición jordana estratégica clave, y la Escuela de Policías, donde -así nos explicaron-la única opción podía ser ganar. Si no lográbamos avanzar hacia el Este, nada valdría.
¿Alguien les decía que llegarían al Kotel, al Monte del Templo, parecía algo preparado?
No, en absoluto. Nadie decía nada. Fue paso por paso. No estaba planeado.
Guivat Hatajmoshet fue de las peores batallas en Jerusalem. Y usted estuvo también allí. ¿Cómo la vivió?
Fue sumamente duro. Llegamos en silencio, pensando que sorprenderíamos a los jordanos, pero nos estaban esperando, y el golpe de fuego sobre nosotros no lo habíamos imaginado. Eramos jóvenes y no sabíamos qué era una guerra. Recuerdo los muertos, los heridos…pero había que seguir. Entramos a los canales fortificados, angostos,donde el cuerpo no pasaba más que de costado…una batalla sangrienta. Cada soldado que caía por fuego de los francotiradores bloqueaba los canales y teníamos que caminar sobre los cuerpos. La oscuridad era absoluta , era difícil avanzar, pero había que hacerlo y conquistar la colina.
No teníamos suficiente equipo, y los jordanos lucharon como leones, eran los mejores combatientes de Medio Oriente. Hubo enfrentamientos cuerpo a cuerpo. Fue muy duro. Y en determinado momento nos dijeron que todos los oficiales estaban muertos o heridos. Cada soldado, de hecho, debía actuar solo, como su propio comandante. Y mi comandante estaba en shock, en estado de conmoción…En esa colina tan dura y en la posición de la Escuela de Policías, perdimos a 37 compañeros.
Y ese no fue el último punto…
Claro que no. A las 5 de la mañana tuvimos que ir a Augusta Victoria, Monte Scopus y de allí íbamos a avanzar hacia la Puerta de los Leones .
Una de las puertas de la Ciudad Vieja de Jerusalem, por la que ustedes entraron y avanzaron hacia el Monte del Templo y el Kotel.
Así es. Y todo este tiempo, no habíamos comido, fueron muchas horas de combate sin poder parar. Y lo peor, todo el tiempo, el fuego de los francotiradores desde todos lados. Uno de ellos mató a Giora Ashkenazi, un gran comandante, un gran dolor.
En el Monte de los Olivos, el Jefe de los Paracaistas Mota Gur instaló un puesto de avanzada. Desde allí vimos por primera vez, desde lo alto y muy cerca, la vista general de Jerusalem. El sol iluminaba y sentimos que era realmente una Jerusalem de oro. De ahí bajamos hacia la puerta de los Leones.
LOS LUGARES SAGRADOS- EN CAMINO AL KOTEL
Ahí sí, ya entraban a la Ciudad Vieja de Jerusalem.
Exactamente. A la entrada de la puerta, un blindado jordano ardía en llamas, pero nosotros éramos jóvenes y sentíamos que nadie nos impediría avanzar. Logramos pasar. Seguimos en dirección al Monte del Templo. Llegamos a la mezquita de Omar (el Domo de la Roca) y Al Aksa, y oímos a Mota Gur con su famosa proclamación “el Monte del Templo está en nuestras manos”.
¿Alguien decía explícitamente cómo actuar en los lugares sagrados?
Estaba claro que la intención no es disparar en lugares sagrados sino hacia los jordanos. De repente, recuerdo que avisaron que habría una formación de todos los paracaidistas en el Monte del Templo.
Todo esto, recordemos, antes de llegar al Muro de los Lamentos.
Claro, aún no sabíamos que llegaríamos al Kotel. A la formación, trajeron a los heridos de los hospitales, los que se podía, para que veamos que nuestros amigos están vivos. Llegaron ambulancias y bajaron a los soldados con mucho cuidado, fue algo especialmente emocionante. Todo duró no más de 15 ó 20 minutos, para subir la moral de los combatientes. Y luego, seguimos avanzando.Nadie sabía adónde vamos. No sabíamos que llegaríamos al Kotel.
¿Y cómo fue cuando finalmente llegó?
Yo vi una puerta de hierro, logré abrirla, miré hacia adentro y vi que había escaleras…entramos. Nos esperaba el fuego de francotiradores porque sabían que buscaríamos el Kotel. Yo fui de los primeros. Veo que en otra punta, soldados colocan la bandera de Israel y gritan “¡Estamos en el Kotel, estamos en el Kotel”!.
Me pone la piel de gallina imaginarlo.
Sentí un estremecimiento en todo el cuerpo y ahí lo entendí. No podía creer que estaba en el Kotel, acaricié las piedras y pensé ´Dios mío, quiero quedar con vida para poder contar a mis padres que llegué al Kotel´.
Ahí vi a Shlomo Goren, el rabino de las Fuerza de Defensa de Israel, con los rollos de la Torá en sus brazos, tocando las piedras del Kotel y llorando. Nos abrazaba a los soldados . Y ahí tocó el Shofar…
Y dijo “Bendito seas Dios, que nos permitiste llegar a este momento”…Tzion…¿ y la foto? O sea la famosa foto de ustedes tres , Meir Oshri, Itzjak Yifat y usted, mirando al Kotel emocionados….
Yo vi que David Rubinger estaba sacando fotos pero no me percaté de lo que luego fue la foto famosa. Esa foto la vi en el diario recién cuando me liberé, cinco días más tarde, y en el camino a mi casa pasé por lo de mi novia, que tenía el diario. Ahí estaba la foto.
¿Cómo recuerda el ambiente en el lugar en ese momento histórico?
Recuerdo que era un ambiente muy especial. Allí estábamos los paracaidistas luego de 48 horas de batallas sangrientas, sin comer, llenos de polvo, todos acercándose a las piedras del Kotel, tocando las piedras y llorando. Fue algo muy fuerte. No sólo los religiosos se emocionaron, también jóvenes de kibutzim, de moshavim. Sentí que ahí estaba el alma del pueblo judío.
Creo que cumplir las “mitzvot”, los preceptos, es más importante que los rezos. Y devolverle el Kotel al pueblo fue lo más importante. Recuerdo que todos llorábamos. Esos eran los paracaidistas, todos emocionados. El Kotel tenía mucho que contarnos a nosotros. También a gente no creyente se le caían las lágrimas, aunque claro que para los religiosos eso era algo muy singular.
Es que el Kotel no es solamente un símbolo religioso sino un símbolo de la nación judía.
Exactamente, un símbolo de nuestra vivencia nacional. Te cuento que minutos después de llegar allí, bajaron por las mismas escaleras que antes mencioné, los tres Generales, el Ministro de Defensa Moshe Dayan, el Comandante en Jefe de Tzahal Itzjak Rabin y Uzi Narkiss, jefe del Comando central. Dayan se nos acercó y dijo: “Quiero agradecerles por cómo ustedes lucharon . Muchas gracias. Esto es algo que nunca hago, pero hoy es ineludible. Nunca vi algo así. Ustedes entregaron nuevamente el Kotel al pueblo de Israel. Es algo increíble”. Tomó un papel, escribió algo y lo colocó entre las piedras. Imagínate que apenas se fue, alguien sacó el papel para ver qué había escrito.
¿Y qué decía?
Decía que jamás entregaremos Jerusalem, el Monte del Templo y el Muro de los Lamentos. Como tú decías antes, no es solamente un tema religioso sino nacional. Y durante años nos había estado vedado acercarnos siquiera. Eso no se puede repetir.
¿Y hoy no se pregunta alguna vez si realmente el Monte del Templo está en manos de Israel? ¿Cree que Moshe Dayan cometió un error al entregar las llaves, por así decilo, al waqf islámico?
Yo no lo voy a criticar. Fue un gran comandante. Claro que hoy ya no se puede cambiar la situación, pero no estoy enojado con Dayan por ello. Nosotros respetamos a los musulmanes y ellos nos deben respetar a nosotros.
UN LEGADO
Tzion, usted habla de aquellos momentos y se le caen las lágrimas. ¿Ha transmitido todo esto y su visión especial de Jerusalem a sus hijos y nietos?
Sin duda. Lo hago siempre. En medio de mi viaje a Jerusalem me llama mi nieto y me dice “abuelo, hice un trabajo sobre Jerusalem, gané el primer premio y será enviado al museo Beit Hatfutsot en Tel Aviv, donde habrá una acto de reconocimiento”.
Lo que se logra transmitir a los nietos es muy emocionante.
Sin duda, así es. Cuando el nieto mayor cumplió bar mitzvá, le di de sorpresa mis alas de paracaidista en una especie de medallón que puede colgarse al cuello.Y él lo cuida como su corazón.
Debes estar conectado para publicar un comentario. Oprime aqui para conectarte.
¿Aún no te has registrado? Regístrate ahora para poder comentar.