Cuando se ha llegado al punto que la Asamblea General de Naciones Unidas no tiene capacidad para condenar al terrorismo, es porque el foro soñado en 1945 ha echado definitivamente por la borda toda expectativa que de aquí en más no sea más que un centro de reuniones demagógicas enmarcadas en aire acondicionado y cómodos sillones.
En junio del corriente año, hubo una propuesta de votar y condenar a Hamas por su terrorismo incesante contra población civil. Entonces, artimañas seudo jurídicas hicieron vano el intento.
Hamas continuó muy feliz asesinando civiles con aprobación global incluida.
Seis meses después, Estados Unidos anunció, con más tiempo y mucho más elaboración de texto, que proponía de una buena vez que la Asamblea General, que nunca tuvo ni el coraje ni la decencia ni los votos para señalar a Hamas y condenar su terrorismo, lo hiciera por primera vez.
Y así sucedió el jueves 6 de diciembre. La propuesta fue muy simple: condenar a Hamas como organización terrorista y su permanente ataque contra civiles israelíes.
Se debía votar por mayoría simple. Pero entre odiadores consuetudinarios y cómplices permanentes, decidieron que para votar la resolución sobre Hamas se necesitaban dos tercios.
Y aunque una mayoría acordó pronunciarse contra Hamas, no hubo resolución. Hay quienes sostienen que 87 votos de condena al grupo terrorista que financia y apoya Irán es un resultado importante. Es una opinión y hay que respetarla.
Pero Hamas celebró y con razón. China, Rusia, Turquía votaron contra la propuesta y prendieron la luz verde para que Hamas siga asesinando civiles impunemente.
Y vaya si Hamas celebró. Baleando pocos días después a una joven embarazada y a su esposo mientras conducían su auto en Israel. Es lo que Hamas sabe hacer y continuará haciendo ahora con el beneplácito de la Asamblea General de Naciones Unidas. Así de cínico, así de repulsivo.
También hay opiniones de muchos analistas que han visto como muy positivo el voto mayoritario de América Latina condenando a Hamas.
Es cierto. Es en cierta medida alentador que se haya comprendido bastante tarde que con el terrorismo no se juega: o se es cómplice por acción u omisión o se está en la vereda de enfrente. Y esta vez la mayoría decidió apostar por la cordura.
No todos: Venezuela, Cuba, Nicaragua y Bolivia apoyan el terrorismo. No sólo en esta votación, es su política. Las abstenciones de Ecuador y El Salvador les hace flaco honor. Abstenerse aleja cualquier equilibrio.
La Autoridad Palestina, mostró nuevamente su verdadero rostro. “La Presidencia palestina felicita el rechazo por parte de la Asamblea General de la ONU de la propuesta de resolución condenando la lucha nacional palestina”. Mahmoud Abbas habla claro para los que no quieren creer cuál es su real postura. Su odio a los líderes de Hamas es un tema personal, es lucha de poder, y hasta dónde puede llegar la corrupción que arrasa al pueblo palestino.
El premio que se le ha dado a Hamas, y con ello, a todo el terrorismo, respaldado por potencias con poder de veto en el Consejo de Seguridad, ayuda con fervor a los que creen que cuanto peor, mejor.
Algún día la historia los hará caer en el mismo olvido en el que desapareció la Sociedad de Naciones y sus similares. Mientras se da ese proceso, las hordas seguirán sintiéndose bien protegidas.
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