Es casi una quiniela la que se realiza para determinar los eventos que marcarán el comienzo de un nuevo calendario. Atrás queda la idea de que realmente se comienza una historia desde cero y se llega a la conciencia de que en verdad seguimos por una ruta que no cambiará salvo que haya cambios significativos que puedan causar una modificación de los patrones. Como dice el argot popular: «No se puede esperar resultados distintos haciendo exactamente lo mismo».
Sin ninguna duda, el cierre del 2018 genera incertidumbres en los ámbitos militares, económicos, sociales y cambio climático. A nivel global hay una serie de eventos que, de mantener el nivel de tensiones que experimentan hasta este momento, causarán acciones desastrosas no solo en el año que se avecina sino en los siguientes, por lo que las próximas líneas parecerán el anexo de algún libro de profecías apocalípticas, con un panorama turbio. Debe quedar claro que si algo cambia positivamente, los efectos no tienen que ser tan desalentadores como aparecen en algunos de los planteamientos.
Se ve una carrera armamentista cada vez más pronunciada, pruebas balísticas como la implementación del nuevo sistema ruso Avangard con capacidad nuclear y con el cual ha alardeado la prensa de ese país que tiene la capacidad de atravesar cualquier escudo estadounidense, lo cual podría entrar en el ámbito de la propaganda y la realidad de una competencia entre potencias cada vez más belicista (de nuevo).
La acción rusa viene después de una advertencia de los países occidentales para que el gobierno de Vladimir Putin se alinee de acuerdo con el Tratado de Eliminación de Misiles de Corto y Medio Alcance firmado por Reagan y Gorbachov en el año 1967 para evitar el uso de armamento balístico con o sin capacidad nuclear, acción por la cual el gobierno estadounidense ha respondido días atrás que se saldría del acuerdo si los rusos no se retraen de intentar fabricar armamento que lance al planeta a una nueva modalidad de «Guerra Fría». Las acciones del gobierno de Moscú tensan no solo las relaciones con Washington sino con la mayoría de los países miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), quienes han lanzado advertencias contra el gobierno de Putin desde semanas atrás.
Es necesario agregar que las tensiones entre Rusia y OTAN se han incrementado en las últimas semanas por las acciones beligerantes del gobierno del Kremlin en las regiones aledañas al mar Negro, que se mantienen en un punto muy convulso desde la anexión rusa a la Península de Crimea.
Hay temores de que la lucha de los grandes poderes hegemónicos no se quede solo entre regiones estratégicas, sino que hay amenazas de comenzar una lucha en el espacio, al mejor estilo de La Guerra de los Mundos o alguna película de ciencia ficción que en esta era parece menos ficticia y cada vez más real, y ya China, que es el otro actor de peso en el mundo, ha reclamado por las intenciones estadounidenses de hacer exploración espacial con fines bélicos.
A todo lo anterior en materia de guerra se agrega que, estando a punto de comenzar una nueva década del siglo XXI, el arranque ha sido desastroso, con una serie de conflictos que arrastran oscuros números de víctimas y refugiados, ideologizando algunas de estas guerras en un enfrentamiento entre Oriente y Occidente, al mejor estilo de Huntington pero en una versión más gore, donde, por ejemplo, solo en el conflicto sirio con poco más de 7 años se han contabilizado más de medio millón de víctimas y más de 4 millones de refugiados, empeorando progresivamente por la participación de quienes lanzan de nuevo la competencia por ser el más poderoso en armamento.
En temas económicos, los especialistas del Banco Central Europeo (BCE) ubicado en Fráncfort señalan una eventual desaceleración producto de un respaldo deficiente en las políticas monetarias, sumado al enfrentamiento entre Washington y Pekín con su guerra arancelaria que podría tensar las cuerdas en el año que se avecina.
A esto se suma que el Brexit aportará su grano de arena en la economía para hacer efectivo ese estancamiento que podría extenderse hasta el año 2021, donde no se espera un desplome pero sí un porcentaje inamovible en un promedio del 3,5% según el BCE. Salvo en casos donde circunstancias alternas puedan dar un golpe repentino, como ocurre por ejemplo con las sanciones estadounidenses que pesarán con más fuerza contra la República Islámica de Irán en Medio Oriente y que les ocasionaría un desplome de -3,9% en su PBI durante el 2019, según proyecciones de Focus Economics o las situaciones socioeconómicas que enfrentan Venezuela, Argentina y Nicaragua en América Latina, lo cual podría generarles un decrecimiento del -10%, -1,8% y -2% respectivamente durante el año 2019, todos los datos recopilados de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
Los países que crecerán por encima de la media del 3,5% durante el año, según informes del Fondo Monetario Internacional, serán Macao (6,3%), Malta (4,6%), Chipre (4,2%), República Eslovaca (4,1%), Irlanda (4,0%), Luxemburgo e Israel (3,5%), lo cual podría cambiar dependiendo de diversos factores considerando aquellas regiones donde los cambios son constantes por la interacción entre los actores.
Mientras que los precios de los hidrocarburos seguirán marcando un camino durante el siguiente año, aunque las expectativas iniciales con respecto al petróleo es que no subirá más allá de los 70 dólares por barril, lo que mantendría costos relativamente moderados, como parte también de una economía modesta en el 2019. Sin embargo, ante la dependencia estratégica, cualquier cambio brusco que se origine puede empujar el péndulo geopolítico hacia alguno de los extremos del espectro del poder global, por lo que, mientras haya necesidad con el medio, la volatilidad generará impactos significativos.
Otro elemento importante durante el año nuevo serán los retos en materia migratoria. África seguirá siendo una de las zonas que más refugiados aporta a los indicadores en la materia a nivel global, solo en el 2017 había más de 35 millones de refugiados de esta región del planeta, quienes principalmente migran por temas económicos y huyendo de los conflictos internos que viven en sus territorios de origen; la mayoría Estados fallidos.
También hay refugiados en América Latina, por ejemplo, los casos de Venezuela y Centroamérica, quienes por diversas circunstancias se han movilizado a diferentes zonas, especialmente están quienes buscan entrar a los Estados Unidos, lo cual ha traído problemas desde el gobierno de ese país al endurecer sus políticas migratorias con gran énfasis en los últimos meses.
No se espera que esta situación migratoria cambie en el año que se avecina, sino que esto, sumado a las condiciones climatológicas que también se transforman en un nuevo elemento de crisis global, va a seguir empujando a grandes grupos de poblaciones a migrar hacia nuevas realidades. Si se agrega el pacto migratorio firmado a comienzos de diciembre de 2018, incentivará más movimientos de poblaciones que quieren cambiar su situación, siendo un fenómeno que se da con más frecuencia entre países considerados del «sur económico» (en vías de desarrollo).
Finalmente, y ampliando el aspecto del cambio climático, entre la competencia industrial, la competencia armamentista y la falta de voluntad de las grandes potencias, lo cierto del caso es que el tema del medio ambiente de nuevo va a la cola de prioridades globales a solucionar y, por el contrario, ante todo lo planteado, es posible que lo que se haga en los años que se avecinan sea acelerar la velocidad hacia un desastre ambiental que provoque una recapacitación de la humanidad que quizás podría ser tardía o que obligue a contrarrestar algunas acciones que hoy cortan las posibilidades de extender la existencia del ser humano en el mundo.
El autor es licenciado en Relaciones Internacionales de la Universidad Internacional de las Américas, especializado en la temática de Oriente Medio.
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