Foto ilustrativa: Denis Ronin/Shutterstock.com
Eshchar Ben-Shitrit creció en un kibutz en el que su madre se ocupaba de la granja. Allí se dio cuenta del fuerte vínculo entre las vacas y sus terneros. Cuatro años más tarde, cuando se convirtió en padre, ese recuerdo despertó algo en él.
“Cuando nació mi primer hijo sentí que no podía seguir comiendo carne. Sentía que me estaba comiendo al niño de alguien”, comentó Ben-Shitrit a ISRAEL21c. Y añadió: “Estuve obsesionado con encontrar una solución para la gente que disfruta de la carne, como yo, pero que no quiere comer animales”.
Con su experiencia profesional en el mundo de la impresión en diferentes empresas -incluyendo HP Indigo y Highcon-, Ben-Shitrit dejó su trabajo a principios de este año para fundar Jet-Eat y trabajar con científicos de alimentos en el desarrollo de una impresora 3D para producir “carne de ternera” a base de plantas con el aspecto, textura y sabor que sea lo más parecida posible a la de ganado.
“Tenemos que hacer un filete sin matar una vaca”, afirmó el ejecutivo y explicó que se necesitan 20.000 litros de agua y 20 kilogramos de comida para producir un kilogramo de carne. Según él, esto es “horrible, ineficaz y derrochador”. Además de usar mucha menos agua y materias primas, su producto contiene muy poco colesterol, más fibra y no tiene ninguno de los riesgos de contaminación que provienen de la carne fresca.
La tecnología de Ben-Shitrit nada tiene que ver con la cultura de la carne “limpia” fabricada a base de células vivas de animales aunque es otro de los avances de la industria en Israel que incluye Future Meat Technologies en Jerusalén, y las granjas Aleph y SuperMeat.
Con la utilización de cartuchos individuales de ingredientes con proteínas de planta, grasas y otros aditivos, Jet-Eat imprime “la carne” vegana fresca, lista para cocinar. El ajuste del contenido de grasas y otros parámetros podría crear un substituto de carne asada, guiso de ternera o filete.
“Nuestro producto tiene que tener un gran parecido a la carne en muchas de sus propiedades. Un filete es, básicamente, el músculo, la grasa y la sangre en una estructura compleja que influye en el sentido del gusto y en cómo se cocina. El sabor está unido a cómo la grasa es introducida en el músculo y de qué manera se deshace al cocinar”, asegura Ben-Shitrit.
Para él, la cuestión es simple: “Tenemos que emular las propiedades químicas y físicas y la estructura. Hemos trazado un mapa de la mayor parte de estos elementos para nuestro proceso de impresión”.
Ben-Shitrit, de 34 años, creó su empresa en el Instituto Europeo de Tecnología del Technion en Haifa. Un grupo de inversores ha apoyado Jet-Eat y está trabajando en busca de su primera financiación.
El emprendedor quiere que Jet-Eat tenga el mismo precio de coste en Israel que la carne de verdad. Y lo quiere lograr en tan solo un año. Para ello prevé crear sociedades estratégicas en Europa y América del Norte porque considera que este es el momento correcto.
“Lo que tratamos de hacer es un desafío pero no es algo imposible. Ya tenemos algunos prototipos y la configuración básica de la impresora”, manifestó Ben-Shitrit.
Otra empresa que está dando sus primeros pasos en la industria es SavorEat (anteriormente el Chef-it), una de las compañías de investigación sobre celulosa de la Universidad Hebrea de Jerusalén. Quien la dirige es el profesor Oded Shoseyov.
La plataforma automatizada imprimirá y cocinará comidas personalizadas de “carne vegana” usando cartuchos que a temperatura ambiente duran seis meses. El ingrediente clave es la celulosa cristalina, un derivado de fibra sin calorías procedente de plantas, la sustancia más abundante sobre la tierra.
Se puede imprimir una gran variedad de platos en 3D de manera simultánea para ser cocinados al horno, en la freidora o a la parrilla de cada lado. Estos se adaptan a cualquier gusto y restricciones alimenticias.
El primer producto será una hamburguesa sin carne. Shoseyov y su socio cofundador, el profesor Ido Braslavsky, piensan que el sistema podría producir una variedad de platos a base de plantas.
Con una recaudación inicial de dos millones de dólares, SavorEat desarrolla la impresora y los cartuchos bajo el paraguas de la universidad y perfecciona el sabor de los ingredientes Frutarom y Givaudan.
Las máquinas se colocarán en restaurantes para probarlas y conocer su efectividad antes de entrar en el mercado B2C. Tarde o temprano, SavorEat se podría convertir en un electrodoméstico en el que cada miembro de la familia tendría el código de su plato favorito.
“Estamos trabajando con el chef Jaim Cohen, que tiene restaurantes en Israel y Nueva York. Los bares y cafés serán capaces de planificar mejor, ahorrar dinero y crear nuevos menús para la gente alérgica al gluten y otros productos de alimentación”, explicó Racheli Vizman, quien ha sido nombrada para liderar la compañía.
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