Puede que los seguidores del presidente de EEUU, Donald Trump, y los que apoyan al Gobierno israelí, liderado por el primer ministro Benjamín Netanyahu, estén ahora tan alineados que estos últimos no tengan reparos en verse arrastrados a uno de los debates políticos estadounidenses más polémicos que se recuerden. Pero, a pesar de la popularidad de Trump en Israel por su apoyo al Estado judío, es probable que la mayoría de los israelíes estuviesen igual de contentos si las políticas de seguridad fronteriza de su país quedaran al margen de la épica querella acerca de si Estados Unidos debería construir en su frontera sur lo que Trump ha llamado a veces “un muro grande y precioso”.
La comunidad proisraelí ya tiene que enfrentarse a los activistas del movimiento BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones), así como a los adeptos a la teoría interseccional que afirma falsamente que la guerra contra la existencia del Estado judío es moralmente equivalente a la lucha por los derechos civiles en EEUU. Ahora que el Partido Demócrata está cada vez más dividido respecto a Oriente Medio, lo último que necesitan los defensores de Israel es que las medidas que adopta éste se utilicen como justificación para las exigencias de Trump, exigencias que han llevado a un punto muerto con los congresistas demócratas y provocado el actual cierre de la Administración.
La disputa acerca de si ampliar o no las barreras existentes a lo largo de grandes tramos de la frontera sur de EEUU está plagada de hipocresía y exageración por ambas partes. Los críticos que en el pasado han apoyado la financiación de una barrera –porque no lo pedía el 45º presidente, claro– ahora se burlan de la insistencia de Trump en un “muro” y dicen que es estúpido e incluso inmoral. Asimismo, muchas de las afirmaciones de Trump sobre la “crisis” que se registra en la frontera han sido más una cuestión de conveniencia que de verdadera emergencia nacional; y si la declarara para salirse con la suya sería tan anticonstitucional como los intentos del presidente Barack Obama de sortear la ley para conceder amnistiar a los inmigrantes ilegales.
La gente sensata puede discrepar sobre la mejor forma de asegurar la frontera, pero, como pasa con todo lo demás en la política estadounidense contemporánea, la implicación de Trump en el debate hace que los bandos en liza se sientan obligados a defender posturas extremas, que desembocan en luchas existenciales y hacen imposible el acuerdo. La retórica de Trump y las réplicas de los que le desprecian han convertido lo que debería ser una cuestión técnica –cómo proteger mejor la frontera– en una pugna política existencial entre posturas que se identifican falsamente como el equivalente moral del bien y el mal.
Sea como fuere, parte de la retórica extremista acerca de que las barreras son ineficaces es equivocada, y el uso que Israel hace de ellas aporta cierto conocimiento sobre cómo sacarles provecho.
Lo cierto es que el flujo de decenas de miles de africanos que entraban en Israel ilegalmente llegó a su fin cuando el Estado judío levantó una valla a lo largo de su frontera con Egipto. La barrera de seguridad que corre por la Margen Occidental y Jerusalén y separa zonas árabes palestinas de ciudades y barrios judíos fue similarmente eficaz para frenar la oleada de terroristas suicidas que se infiltraban en Israel durante guerra de desgaste terrorista conocida como Segunda Intifada, que se cobró más de mil vidas judías y muchas más vidas árabes. Aunque los palestinos y sus defensores dicen que la barrera es un “muro apartheid”, su construcción fue un acto de defensa propia que salvó vidas humanas.
Barreras de distinto tipo han influido igualmente en la separación de Israel de las fuerzas terroristas operativas en Gaza y el Líbano, así como del caos y la devastación de la guerra siria.
Los muros y vallas de Israel no son infalibles. Hamás excava túneles para seguir adelante con sus secuestros transfronterizos y sus ataques criminales. En los últimos meses, las Fuerzas de Defensa de Israel han descubierto que Hezbolá ha estado excavando su propia red de túneles hacia el Estado judío con similares intenciones asesinas. Tanto Hamás como Hezbolá han demostrado también que pueden lanzar cohetes y misiles por encima de cualquier valla y diseminar el terror por Israel.
La escala de los proyectos de vallado de Israel no es tan descomunal como los planes para ampliar las barreras ya existentes entre EEUU y México. Además, aunque algunos de los que cruzan ilegalmente a EEUU están implicados en actividades delictivas, desde que la caballería de EEUU persiguió a Pancho Villa hasta México, hace más de un siglo, el objetivo ha sido, principalmente, de defender la frontera frente a la amenaza de enemigos armados. Como en Israel.
Igual de importante es el hecho de que las fronteras israelíes no están tan defendidas por las vallas y los muros como por una tecnología inteligente en zonas donde la integridad territorial de Israel se ve amenazada por sus enemigos. En lugar de centrarse únicamente en la construcción, EEUU puede aprender mucho del modo en que Israel utiliza su pericia tecnológica para vigilar sus barreras.
Pero mientras el apoyo a cualquier tipo de barrera o muro se identifique con la postura de Trump sobre la inmigración ilegal, y la crítica con las de sus detractores, podemos olvidarnos de undebate racional sobre los méritos de esos elementos de seguridad, sea en EEUU o en Oriente Medio.
El verdadero peligro para los defensores de Israel no es tanto que el Estado judío esté siendo presionado para justificar los planes de Trump como que la reacción a los deseos del presidente de construir un muro acabe justificando a los que atacan la necesidad de Israel de disponer de barreras.
Al margen de que se opine que el flujo de inmigrantes ilegales hacia EEUU representa o no una crisis, no se deberían tolerar las afirmaciones de que Israel construyó sus vallas de seguridad por motivos ideológicos o para perjudicar a los que están al otro lado. A pesar de que cualquier país tiene el derecho, y el deber, de controlar sus fronteras y determinar quién puede entrar en su territorio, las barreras de Israel no tienen que ver con la política. Si dices que todos los muros son inmorales para plantear un argumento retórico contra Trump, deberías recordar también que las vallas de Israel son una cuestión de vida o muerte, no un referéndum sobre el político que menos te gusta.
© Versión original (en inglés): JNS
© Versión en español: Revista El Medio
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