El pueblo de Israel es llamado a contribuir con quince materiales – oro, plata y cobre; lana teñida de color azul, púrpura y rojo; lino, pelo de cabra, pieles de animales, madera, aceite de oliva, especias y piedras preciosas – con los cuales, Di-s le dice a Moshé: “Harán para Mí un santuario, y Yo voy a morar entre ellos”.
En la cima del Monte Sinaí, Moshé recibe las instrucciones detalladas sobre cómo construir esta morada para Di-s, de manera de que pueda ser fácilmente desmantelada, transportada y rearmada durante los diferentes viajes del pueblo por el desierto.
En el cuarto más interno del Santuario, tras una cortina bordada artísticamente, estaba el Arca conteniendo las Tablas del Testimonio grabadas con los Diez Mandamientos; en la tapa del Arca había dos querubím (ángeles) tallados en oro puro. En el cuarto exterior se encontraba la Menorá de siete velas y la Mesa sobre la cual se acomodaba el “pan de rostros”.
Las tres paredes del Santuario estaban formadas por 48 planchas de madera paradas, cada una de las cuales estaba recubierta en oro y sostenida por un par de bloques de plata. El techo estaba formado por tres capas de coberturas: (a) tapetes de lana y lino multicolores; (b) una cobertura hecha de pelo de cabra; (c) una cobertura de pieles de carnero y tajash. En el frente del Santuario había una cortina bordada sostenida por cinco postes.
Una serie de cortinas de lino soportadas por 60 postes de madera con ganchos de plata rodeaban el Santuario y el Altar de cobre que se encontraba a su frente. Las cortinas estaban reforzadas por estacas de cobre.
SIEMPRE LISTA PARA VIAJAR
A diferencia de los demás elementos del Santuario, de los cuales se extraían las varas con que eran transportados cada vez que se acampaba, las varas del Arca permanecían colocadas en su lugar. Así fue durante los 40 años en el desierto, así fue cuando el Santuario estuvo en Shiló y así fue en el Templo de Jerusalén. Siempre las varas estuvieron puestas. ¿Qué podemos aprender de esto? Dentro del Arca estaban las Tablas entregadas por Di-s en el Monte Sinaí y la Torá escrita por Moshé. Aquellos que se dedican al estudio de la Torá son comparados con el Arca, y así como ésta siempre estaba lista para partir, del mismo modo los estudiosos deben estar siempre listos para partir de su Santuario particular y viajar al exterior para llevar las enseñanzas a todos y en todo lugar.
Los colores del alma
¡Colores! ¿Qué significan?
Por Tali Loewenthal
El mundo que Di-s ha creado para nosotros es hermoso. Un aspecto especial es el color: el cielo azul y el mar de un azul más profundo, el monte verde y café, los atardeceres escarlata, el arcoiris multicolor y el sinfín de colores que nos rodean a cada paso. Los colores también tienen un significado espiritual. Un indicio de ello es cómo aparecen en nuestra lectura de la Torá, en la descripción de la construcción del tabernáculo.
El tabernáculo, cuidadosamente construido por Moshé y el pueblo judío después de recibir la Torá en el monte Sinaí, era el prototipo del Templo. Como el Templo de Ierushalaim, creó un espacio sagrado con crecientes niveles de divinidad: el patio exterior, luego una cámara cerrada donde estaba la menorá de oro, luego la cámara interior, el Kodesh Hakodashim, donde estaba el arca de oro, que contenía dos bloques de zafiro grabados con los Diez Mandamientos que Moshé había traído del Sinaí.
Las paredes del santuario fueron construidas con tablas de madera revestidas de oro, sostenidas firmemente en la base por pesados bloques de plata. Estas paredes estaban casi completamente cubiertas por una carpa hecha de telas tejidas especialmente. Además, estaban las vestimentas de los sacerdotes. La Torá nos cuenta lo que incluían todas estas telas, en una lista al comienzo de la parashá de esta semana: lana azul, lana púrpura, lana escarlata, lino blanco…
Las enseñanzas jasídicas explican que el santuario no es solamente una construcción física, destinada a ser construida de forma más permanente como el Templo de Ierushalaim. El santuario también existe en el corazón de cada individuo. Así Di-s afirma en la Torá: “Y harán un santuario para mí, y habitaré en medio de ellos”. El versículo no dice “Habitaré en él”, en el santuario. Dice “Habitaré en medio de ellos”, en el corazón de cada judío.
Así que ahora llegamos a nuestra pregunta: ¿de qué colores es el santuario del corazón? ¿De qué colores es el alma? Así es como el rebe Iosef Itzjak Schneerson, el sexto rebe de Lubavitch, los explica:
El azul expresa nuestro asombro ante la infinita grandeza de lo Divino. Todos los inmensos universos descritos por los astrónomos son nada comparados con Di-s, que es infinito, más allá del mundo. Esta idea induce a la sensación de temor: azul.
Pero los cabalistas nos dicen que la misma idea puede inducir a un sentimiento diferente, una sed apasionada por conectarse con Di-s, más allá del mundo, más allá de la vida misma, un amor ardiente hacia Di-s: escarlata.
La combinación de estos dos sentimientos, temor y amor ardiente, lleva a un sentimiento de cuán pequeño es uno, la conciencia de lo penosamente pequeños que somos ante la infinita grandeza de Di-s. Desde esta perspectiva uno se mira a sí mismo con piedad, como desde una altura remota: pobre, tan pequeño, tan perdido pensando solamente en su propio ego… Esta mezcla de azul y escarlata crea el púrpura.
Sin embargo, hay otra clase de amor a Di-s. No el amor ardiente más allá del universo, sino el amor que fluye como el agua pura, consciente de la cercanía íntima y caritativa de Di-s y el amor de Di-s por nosotros. Este sentimiento cálido de amor y bondad es blanco.
Estos son los colores del alma, las emociones con las que nos relacionamos con Di-s en nuestro propio santuario interior: azul, escarlata, púrpura, blanco… (www.es.chabad.org)
VOY A MORAR ENTRE ELLOS
Al ordenar la construcción del Santuario Di-s no dice: “Voy a morar en él”, sino: “Voy a morar entre ellos”. Es que en realidad Di-s no nos ordena que construyamos para Él una morada física, sino que hagamos de nosotros mismos una morada digna para Él.
El Eterno nuestro D- no habita en efecto en habitáculos hechos por mano de hombre, pues tal como viene dicho, «ni aún los Cielos pueden abarcar Su Presencia …»
Le básta un corazon sencillo, humilde y arrepentido, para establecer en él Su Morada …
Somos pues «Templo del D- Viviente» si le confesamos y andamos conforme a Su Espiritu, en justicia, verdad y santidad, libres de las pasiones de este mundo, y renovados permanentemente a traves del vínculo de la fé …