Ismail Haniye. Lider politico de Hamas
Que los amigos de Gaza sean los antisemitas de siempre deshonra a los palestinos y no hace más que fortalecer la situación de Israel en el mundo y en el Oriente Medio. Los ganadores del premio Goya al mejor cortometraje, gentuza infame donde las haya, aprovecharon la ocasión para vituperar a los judíos y su estado soberano ignorando, entre otras cosas, todo lo que Israel hace día a día por los gazatíes y todo lo que Hamás hace contra su propio pueblo. Que al final de su encendido y mediocre discurso, el director del corto recibiera aplausos muestra, una vez más, cómo el sector artístico-de aquí y de allá-, está lleno de gente bien intencionada pero profundamente equivocada. La ignorancia es tal, en ese medio, y al mismo tiempo tan ancha, que se parece al estúpido orgullo que les llena las mejillas de viento. ¿Nadie se pregunta por qué en el nido de la ficción y el arte de simular, empollan sus huevos de odio los que dicen enarbolar la verdad? Por fortuna también hay, en España, gentes de bien que no se dejan engañar tan fácilmente.
Mucho antes de hacer su cortometraje Gaza sus realizadores ya tenían in mente qué dirían, a quién atacarían, a quien culparían de todo. El arsenal antisemita varía sus rasgos pero no tanto como para disimular sus viejas obsesiones. Mostrar un solo lado de la realidad es falsear la realidad, protestar sobre la situación en Gaza sin acusar a la cúpula mafiosa que la gobierna-dicho incluso por la comunidad europea-es hacer un flaco favor a la paz. Israel no dejará de existir porque unos monaguillos mediocres, empapados de vieja teología, digan que es ilegítimo, ni porque los iraníes se empeñen en amenazarnos enardecidos por la misma concepción despreciativa. Es sorprendente observar la intensidad, el ardor, la pasión del desprecio antisemita para acabar entendiendo por qué es tan difícil erradicarlo: de hecho se trata de una fe, de una creencia, no de un pensamiento racional y dispuesto a dialogar. A esa gente, cuando mejor nos vaya, peor les parecerá. Tal siempre haya sido así, quizá debamos convivir con individuos de esa laya muchas generaciones más.
Eurovisión en Israel sí, apoyemos un festival que, aunque mediocre, enarbola la libertad, y no hagamos caso de quienes son incapaces de reconocer sus errores de juicio por más que les demostremos, punto por punto, que están equivocados. Es más fácil convertir el plomo en oro que deshacer la rabia antijudía transformada hoy en antisionista.
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