Moshé reúne al pueblo de Israel y les reitera el mandato de observar el Shabat. Luego les transmite el mandato Divino de construir el Mishkán (Tabernáculo).
El pueblo dona los materiales requeridos en abundancia, trayendo oro, plata, cobre, lana teñida de colores azul, púrpura y rojo, pelo de cabra, lino, pieles de animales, madera, aceite de oliva, hierbas y piedras preciosas. Moshe se ve forzado a pedirles que dejen de traer.
Un grupo de artesanos de “corazones sabios” construyen el Mishkán y sus utensilios (como es detallado en las secciones de la Torá anteriores de Trumá, Tetzavé y Ki Tisá): tres capas de cobertura en forma de techo; 48 paneles recubiertos de oro para las paredes, 100 bases de plata para el fundamento; el Parojet (cortina) que separa entre los dos cuartos internos del Santuario y la Masaj (pantalla) que va en el frente; el Arca y su cobertura con los Querubím; la Mesa y el Pan de la Proposición; la Menorá de siete brazos con su aceite especialmente preparado; el Altar de Oro y el incienso en él quemado; el Aceite de Unción; el Altar Externo para las ofrendas quemadas y todos sus utensilios; las cortinas, postes y bases para el Patio; y el Kior para el lavado ritual, junto a su pedestal, hecho de espejos de cobre.
Moshé hace un recuento del oro, plata y cobre donado por el pueblo para la construcción del Mishkán – Tabernáculo. Betzalel, Ahaliav y sus asistentes confeccionan las Ocho Vestimentas Sacerdotales – la túnica larga de lino, los pantalones de lino, el turbante de lino, el cinturón, el delantal de lana, la placa del pecho, la túnica de lana y la placa de oro para la frente, de acuerdo a las especificaciones dadas a Moshé en la parashá Tetzavé.
El Mishkán es completado junto a todos sus componentes y traído frente a Moshé, quien lo erige y unge con Aceite de Unción e inicia a Aarón junto a sus cuatro hijos en el sacerdocio. Una nube aparece sobre el Mishkán, significando que la Presencia Divina vino a morar dentro de él.
PARASHÁ SHEKALIM
Cuando el Santo Templo estaba en Jerusalén, cada judío contribuía con medio shekel anual para el Templo.
Los fondos recaudados eran usados en un principio para adquirir ganado para los sacrificios comunales. El dinero sobrante era usado para varios propósitos comunales, incluyendo proveer los salarios de los jueces y el mantenimiento del Templo, sus utensilios y las murallas de la ciudad.
Este impuesto anual, conocido como el Majatzit Hashekel debía entregarse el 1 de Nisan. Un mes antes, el 1 de Adar, los tribunales comenzaban a enviar recordatorios sobre esta obligación bíblica. En conmemoración, la lectura de la Torá del Shabat que cae en o antes de Adar es complementada con los versículos (Éxodo 30:11-16) que relatan el mandamiento de Di-s a Moisés con respecto a la primera entrega del medio shekel.
La haftará de Shekalim (II Reyes 11:17-12:17) continúa con el mismo tema, discutiendo los esfuerzos del Rey Jehoash (siglo 9 AEC) para destinar fondos para el mantenimiento del primer Templo Santo.
«Parashá Shekalim» es la primera de las cuatro lecturas especiales agregadas inmediatamente antes o durante el mes de Adar (las otras tres son Zajor, Pará y HaJodesh).
La lectura de Shekalim también está relacionada con la próxima festividad de Purim. De acuerdo con el Talmud, el decreto de Haman fue evitado en mérito a la mitzvá de majatzit hashekel.
Recaudar fondos y los niños
Por Elisha Greenbaum
Los recaudadores de tzedaká de puerta en puerta son una visión común en la mayoría de los vecindarios judíos. Tanto representantes de instituciones de caridad como recaudadores para sus propias necesidades, son tradicionalmente bienvenidos en la casa, reciben una palabra amistosa y una donación, y luego continúan su camino. Nuestra tribu disfruta una reputación de corazones y billeteras abiertos, y es una cuestión de orgullo que cuidamos como propio.
Cuando éramos niños peleábamos por llegar primeros a la puerta para recibir a los meshulajim (recaudadores). Mi familia daba su donación y luego era nuestro turno. Entregábamos uno o dos dólares y nos daban un recibo. Los meshulajim nunca parecían pensar en una imposición, divertidos o perplejos por la seriedad con que tratábamos la transacción. Conservo mi colección de recibos en el primer cajón y vívidamente recuerdo el haber comparado y contrastado los diferentes tipos de recibos con que las diversas instituciones equipaban a sus representantes en sus viajes.
Obviamente mis padres esperaban instilar en nosotros la comprensión de que dar tzedaká es un privilegio, no una carga, y que el pobre hombre que golpea a tu puerta es un huésped bienvenido y no una molestia.
Hay un Midrash fascinante en la sección de esta semana de la Torá que se ocupa de este punto. La construcción del Tabernáculo fue financiada por las generosas donaciones de todos los judíos en el desierto. Hombres, mujeres y niños se pusieron en fila, ansiosos por contribuir para la causa. Difícilmente uno se puede imaginar que la donación de los niños era de mucha importancia para un proyecto tan grande como el del Tabernáculo. En efecto, la Torá relata que poco tiempo después de su primer pedido de fondos, Moisés se vio obligado a cerrar las puertas, abrumado por la espontánea generosidad de su pueblo. Claramente ellos animaron a los niños para que contribuyeran por motivos educativos más que por necesidad.
El Tabernáculo era la casa de Di-s, un lugar para que Di-s morara. Todos compartimos la habilidad y responsabilidad de cambiar al mundo, trayendo lo Divino a nuestras vidas. Si esperan demasiado en entrenar a sus hijos para que hagan su contribución para la sociedad, pueden darse cuenta que es demasiado tarde. Dando la bienvenida y alentando a los niños a que den de lo suyo para la causa común, ayudamos a que crezcan como ciudadanos plenos, con una valorización de sus dones y disposición para compartir.
Si podemos criar a nuestros jóvenes con esta amplitud de visión y generosidad de espíritu, pronto mereceremos ser convocados para el proyector de construcción máximo: el tercer y definitivo Templo de Jerusalén. (www.es.chabad.org)
¿Qué aprendemos del medio shekel? Una de las cosas más importantes que aprendemos de él es que un judío solo, es nada más que medio judío. Únicamente cuando dos mitades (dos judíos) están unidas forman un entero
El Eterno nuestro D- nos llama a una vida activa y comprometida con los valores que de ÉL hemos recibido, a fin de procurar justicia a los que de ella carecen, y restituir a los menesterosos aquellos bienes de los que fueron privados …se trata pues de compartir, y contribuir asi a mejorar el mundo en el que vivimos,lo que viene a ser «tikum olam» … educar desde la infancia es tarea primordial, y transmitir a las generaciones venideras, los principios de vida en los que hemos sido instruidos, una tarea ésta, que a todos nos atañe en la medida de nuestras capacidades, y del nivel de compromiso contraido con Aquel que nos llamó a Su Luz Admirable …