Las elecciones del martes 9 de abril en Israel, confirmaron a Biniamin Netanyahu ante todo como el político más hábil y poderoso de Israel. A pocas semanas del anuncio del Fiscal del Estado sobre su decisión de imputarlo, habiendo logrado convencer evidentemente a parte del público israelí de que no es corrupto sino víctima del sistema, logró obtener una victoria casi sin precedentes en las urnas. Desde los años 90 no se veía un partido tan grande en la Knesset, parlamento israelí. El Likud encabezado por Netanyahu obtuvo 35 de los 120 escaños del parlamento. Esto, de acuerdo al escrutinio del 97% de los votos, sin los votos observados, cuyo resultado definitivo se demora por fallas técnicas en el sistema computarizado de la Comisión Electoral Central.
Pero hubo otro ganador, aunque no se lleve tanta gloria ya que no será él el próximo Primer Ministro: Beni Gantz, el ex jefe del ejército que irrumpió hace sólo dos meses a la política israelí, formó su partido “Kajol Lavan” (Azul y Blanco) al que presentó como alternativa a Netanyahu, y obtuvo 35 escaños al igual que el Likud.
En el sistema político israelí, lo que determina no es el tamaño del partido más grande. Si fuera así, podría aún dudarse quién encabezará el próximo gobierno, dado que hay empate. Lo que cuenta es quién tiene respaldo mayoritario entre los partidos electos. Y en este caso, es indudable que el bloque preponderante es el de los partidos de derecha y los ultraortodoxos, los cuales recomendarán al Presidente del Estado que encomiende a Netanyahu y no a Gantz la formación de la coalición de gobierno.
Aunque ello formalmente aún no ha ocurrido, Netanyahu ya ha comenzado los contactos para formar gobierno, un desafío nada sencillo para satisfacer a todos. No menos compleja será la contienda interna en el Likud para distribuir carteras. Con 35 escaños, serán muchos los aspirantes a ministerios.
Tras el escrutinio de todos los votos, salvo los que llegan en sobres dobles (soldados que votaron en sus bases, gente hospitalizada, presos en las cárceles y los diplomáticos israelíes en el exterior), el nuevo Parlamento israelí tendrá un bloque de 65 diputados de la derecha y partidos ultraortodoxos y 55 de centro, izquierda y los partidos árabes. Tendrá 49 nuevos legisladores, 29 mujeres, 32 religiosos, 98 diputados nacidos en Israel y 22 en el exterior, 12 diputados no judíos (la mayoría árabes, pero también drusos) , 5 homosexuales declarados y 10 ex Generales o Brigadier General.
Una de las preguntas centrales es si acaso cabe esperar cambios dramáticos en la política de Israel con el nuevo gobierno que se vislumbra, de carácter claramente conservador. Consultamos al respecto al analista Yaron Dekel, uno de los periodistas más prestigios y experientes de Israel en la cobertura de la situación política interna. Y su resumen no refleja ninguna sensación de alarma: “Más de lo mismo”, nos dice en una entrevista telefónica con un grupo de periodistas. “Netanyahu siempre ha sido conservador en política interna e internacional. No lo veo haciendo ningún cambio radical. Lo que él quiere dejar como legado es la preservación de la seguridad de Israel. Lo dijo explícitamente en televisión antes de las elecciones del 2015”, dice Dekel.
Yaron Dekel considera que “Bibi es muy cuidadoso en todo lo relacionado a operativos militares” y recuerda que “lo hemos visto inclusive en las últimas rondas de choques con Hamas, en las que no ordenó lanzar ningún operativo militar de envergadura”.
“Sé que recientemente Netanyahu prometió imponer la soberanía israelí en Cisjordania , pero yo creo que eso fue por la campaña electoral” , opina este periodista israelí. “ Si no lo hizo en los últimos 10 años de gobierno, no empezará a dar ahora un paso unilateral de ese tipo. Puede que lo hable en las negociaciones para formar coalición, pero sabemos que en general hay un enorme abismo entre las conversaciones y lo que ocurre en el terreno”.
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