Hoy no es un día como los demás. Hoy somos los judíos que asesinaron los nazis que serán recordados en la dimensión
desconocida de la muerte. Hoy vuelvo a Auschwitz con mi esposo a poner rosas en la pira de cenizas en memoria de su tía e hijo ahogados por el gas Cyclon B. Hoy vuelvo a ese día en el que conocí las montañas de pertenencias que les confiscaban. Hoy tengo vuelven las imágenes de la oscuridad del horror de las las literas inmundas infectadas, de los agujeros que hacían de inodoros, de los hornos crematorios, de las duchas, los pabellones, del lugar de los tatuajes, de las ollas con las miserables pociones de comida y más allá la casa con jardín y piano donde estaba la familia del comandante del campo Rudolf Hoess con sus hijos y niñera mientras jugaban y los «otros» famélicos, huérfanos por imposición ideológica eran arriados al matadero. Bajo esa atmósfera plagada de almas se criaban sus hijos ignorando sus tragedias y sordos a los gritos ahogados y del nauseabundo olor de carne humana mascullada, de las Estrellas de David que se iban apagando que buscaban en el espacio la luz del infinito rogando piedad. Ese comandante, que vivía separado del campo por un muro, que para su hija fue un padre ejemplar, fue el mismo que corrigió en los Juicios de Núremberg al Presidente del Tribunal que entre 1940 y 1943, periodo en el gobernó, no habían sido 3.000. 000 millones hombres, mujeres y niños los gaseados si no dijo fueron 2.500.000 y el resto había sido por hambre, enfermedades o agotamiento. Y fue, frente lo que fuera su bonita casa que habitaba como organizador de la esa barbarie que fue ahorcado por los ingleses en 1947.
Entre ese ambular donde los que perdimos familia, a nuestros hermanos y a los que consideraban enemigos, desde el empedrado que abría sus puertas a los pabellones de los que fuera un regimiento polaco hasta su entrada que reza hasta hoy el cartel «El trabajo hace libre», uno caminaba o se arrastraba para ver lo que quedó como testimonio para luchar contra los negacionistas de la Shoá.
Nadie que estuvo allí volvió a ser el mismo y nadie que padeció tanto personalmente como familiares, amigos, conocido y desconocidos saben lo que es capaz el hombre…y el odio…
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