A 26 años de la firma de los Acuerdos de Oslo, cuyo propósito fue la paz permanente entre Israel y los palestinos, pese a las esperanzas que generaron, constituyen un penoso fracaso.
El 13 de septiembre de 1993, en los jardines de la Casa Blanca, fueron rubricados por el Ministro de Relaciones Exteriores israelí, Shimon Peres; por la OLP, Mahmud Abbas, el Secretario de Estado de EEUU, Warren Christopher y el canciller ruso, Andrei Kozyrev; estuvieron presentes Itzhak Rabin, Yasser Arafat y Bill Clinton.
Los acuerdos consistieron en 17 artículos. Acatando su letra, por primera vez se creó una entidad nacional palestina: la ANP, a la cual se le transfirieron las competencias de un gobierno para Cisjordania y Gaza, acorde a la democracia; de hecho, el artículo 3 dice: “se celebrarán elecciones libres, directas y universales, bajo supervisión internacional”.
Los primeros comicios se llevaron a cabo en 1996, Arafat resultó electo presidente y su partido, Fatah, obtuvo mayoría en el Consejo Legislativo. Tras su muerte, en 2005 se realizaron las segundas elecciones presidenciales; fue electo Abbas, quien lleva más de 14 años en el cargo. En 2006, se efectuaron los sufragios legislativos; el triunfo de Hamás desencadenó una crisis política que perdura hasta la actualidad. Fatah tomó control de Cisjordania y Hamás el de Gaza.
Este es uno de los principales motivos del quiebre de los Acuerdos de Oslo: en ninguno de los dos feudos palestinos hay voluntad democrática. Más Hamas que Fatah, pero ambos ejecutan un férreo dominio social sin asomo de libertad.
Estos acuerdos se refrendaron entre partes desiguales. En el lado palestino no se rinden cuentas, mientras en Israel se ejerce la democracia y hay una ciudadanía exigente. Así vimos a Arafat con un doble discurso, ante el mundo occidental aceptó lo pactado, pero como trampa para proseguir de forma clandestina su apoyo a la violencia. Abbas instiga el terror con discursos judeofobos y sueldos a los terroristas. Por otro lado, Hamas y la Jihad Islámica lanzan misiles contra ciudades israelíes, globos incendiarios, túneles para infiltrarse, manifestaciones violentas en la frontera. Los garantes de Oslo y la misma Noruega no protestan, pese a su responsabilidad frente al cumplimiento de lo que se negoció.
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