Este miércoles por la noche, tras varias semanas de interrupción, volvieron a sonar las alarmas en el sur de Israel. “Ojalá sea una falla técnica”, pensamos. Una falsa alarma. Ya había ocurrido en ocasiones anteriores. Pero no, no era ninguna falla. El sistema de radares había detectado el disparo de un cohete desde la vecina Franja de Gaza, y fue por eso que sonaron las alarmas.
El sistema defensivo Cúpula de Hierro interceptó el cohete en el aire, impidiendo así que impacte en tierra, dentro de una comunidad habitada.
Esto, tras días de lanzamiento cada vez más intenso de globos incendiarios desde Gaza hacia Israel, cuyo objetivo es quemar y destruir. Y lo logran. Ocho incendios el martes, otros ocho el miércoles. A ello se agregaron este miércoles dos globos que llevaban atados artefactos explosivos, los cuales estallaron sobre una comunidad civil israelí.
Israel ha respondido hasta ahora reduciendo, ampliando y volviendo a reducir la zona pesquera alrededor de Gaza. Este miércoles decidió imponer cierre marítimo total, por los globos. Son un arma terrorista, afirma Israel.
En lo que a respuestas se refiere, es complejo. Israel reduce la zona pesquera, y los pescadores de Gaza se preguntan “¿y nosotros qué tenemos que ver?”. También ellos tienen razón.
Este péndulo nada tiene de nuevo. Los altibajos de seguridad son tema de años ya. Muchos años.
Lo interesante es que esto ocurre sin que desaparezca la a menudo alocada normalidad muy singular de Israel.
En la ciudad norteña de Akko (Acre), se lleva a cabo desde el martes el festival “Arabesque”de música árabe clásica y música andalusa, en el cual judíos y árabes amantes de ese estilo, van por cierto juntos a los conciertos, en los que tocan músicos de distintas comunidades. Una de las orquestas invitadas está compuesta por músicos judíos ortodoxos y músicos árabes. Todo esto, en un evento auspiciado por la Municipalidad de Akko, ciudad en la que viven 54.000 habitantes, el 65% judíos y 35% árabes. Entrevisté a Albert Ben Shlush, Director General de la Municipalidad, quien me explicó qué significa vivir juntos en paz en la ciudad. Aunque en hebreo suena mejor, trataré de traducir el sentido: “En Akko no hablamos de COnvivencia”, dijo destacando el CO. “Aquí hablamos de Vivencia, todos vivimos juntos con la mayor normalidad”.
En Jerusalem, con participación de artistas de diferentes partes del mundo, se lleva a cabo el gran evento anual Festival Jerusalem, una fiesta de cultura variada para todos los gustos. Y en todo el país, comenzó la Feria del Libro Hebreo, un milagro que se recuerda todos los años: un idioma usado mucho tiempo sólo como lengua sacra, fue renovado y es hoy motor de nuevos libros todos los años, además de instrumento clave no sólo para el estudio bíblico sino también para tecnología e innovación.
Pero están también las pequeñas grandes cosas de todos los días, como la escena que capté la semana pasada en el cine, el Yes Planet de Jerusalem cuando fui a ver con mi esposo la nueva película Aladino (hermosa). En la fila, en las butacas, en todos lados, había otra magia: las mujeres con el hijab musulmán, los hombres judíos con la kipá en la cabeza. Espacio público compartido con normalidad, como puede y debe ser en un país tan multifacético como Israel.
Todo esto, claro, además de la singular Marcha de Orgullo Gay en Jerusalem que cubrí el jueves pasado, con la participación de unas 15.000 personas, en medio de un gran despliegue policial destinado a garantizar que todo transcurra con normalidad. No faltaron los airados que protestaron por la “profanación de la Ciudad Sagrada”, pero ganó la normalidad de permitir que cada uno ame a quien quiera. La mucho más exuberante y multitudinaria Marcha Gay de Tel Aviv, es este viernes.
Y casi al terminar, recuerdo un Tuit escrito hoy por el periodista israelí Eran Zinger, residente en la ciudad norteña de Haifa, contando sobre un salón de fiestas al que fue-o por el cual pasó, la verdad que no lo tengo claro-y en el que vio : a la derecha, un casamiento árabe, a la izquierda, un casamiento judío. “Sólo en Haifa”, escribió él.
Pero en realidad, no sólo en Haifa, aunque sin duda esta ciudad es hermosa y especial.
El escenario puede ser también el seleccionado nacional israelí de fútbol, en el que juegan judíos y árabes (que les ganaron días atrás a Moldavia y luego perdieron ante Polonia, en las Eliminatorias del Campeonato Europeo 2020), y en el que el muy respetado Capitán es el circasiano musulmán Bibars Natcho.
Hay de todo en este país. De locos realmente. De locos, para bien.
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