Avinoam y Keren Ratzabi junto a dos de sus ocho hijos. SAL EMERGUI
Especial para EL MUNDO Amatzia (Sur de Israel)
Ariel Sharon tomaba las decisiones más trascendentales en el rancho familiar. En la «Granja de Shikmim», a pocos kilómetros de la Franja de Gaza, el primer ministro israelí carburó el plan más inesperado de su larga y polémica carrera como general y político: la retirada de Gaza (incluyendo el estratégico corredor Filadelfia, fronterizo con Egipto) y la evacuación de todos los soldados y colonos.
Hace diez años, el padre de los asentamientos judíos desmanteló los 21 de la Franja y cuatro en el norte de Cisjordania. En ocho días, «Arik» destruyó lo que había construido durante varias décadas.
Bila Shalman adopta un semblante serio cuando escucha el nombre de Sharon. Esta madre de ocho hijos fue evacuada del bloque de colonias de Gush Katif en el corazón de Gaza. «Nunca odié a Sharon pero me decepcionó profundamente. Poco antes de anunciar su plan, le recibimos como un héroe por todo lo que había hecho por nosotros. Su decisión fue dolorosa y equivocada«, comenta a EL MUNDO.
Bilha Shalma enseñando el lugar donde vivía en Gaza.SAL EMERGUI
Como el resto de 8.000 israelíes evacuados en un verano traumático en la historia del país, busca respuestas ante lo que llama «expulsión de Gaza». Algunos buscan también aún un lugar para vivir. Shalman nos recibe en una casa prefabricada en la agrupación comunitaria de Amatzia, al sur de Israel donde vive de forma temporal… desde hace diez años. En unas semanas, se inicia la construcción de una localidad para toda su comunidad evacuada de Gush Katif.
El encargado gubernamental de los evacuados, Jonathan Bassi, niega negligencia y confiesa: «El peor momento fue sacar los 46 cadáveres del cementerio de Gush Katif para enterrarlos de nuevo en Israel».
«Nos dijeron que los palestinos no tocarían las sinagogas que abandonamos por ser un lugar de culto. Pero las destruyeron y desde las ruinas de nuestras casas, los terroristas disparan misiles contra las ciudades israelíes. En lugar de construir hospitales y colegios, Hamas construyó bases y túneles», denuncia Shalman.
No olvida el 22 de agosto del 2005. Nunca lo olvidará. Su último día. «Por la mañana fuimos a rezar a la sinagoga y después a la casa de Hatuel cuya esposa embarazada y cuatro hijas fueron asesinadas en un atentado palestino. Luego, esperamos en casa a los soldados. Hablamos dos horas con ellos. Quería que nos conocieran. Nos fuimos sin resistirnos«, cuenta con dolor una de las últimas evacuadas mientras sus ojos escanean el mapa de Gaza.
Cuando preguntamos a Avinoam Ratzabi qué añora de la colonia de Katif, se emociona. No consigue hablar. Su esposa Keren sale al paso: «Entiéndenos, allí nos formamos como familia y comunidad. Más allá de la gran pérdida que supuso la expulsión de judíos para el pueblo de Israel, a nivel personal es difícil de aceptar«.
Esta profesora de inglés es profundamente religiosa y educa a sus ocho hijos. Su casa es una colección de recuerdos de Katif, juegos de niños, libros de la Torá y sueños. «No sé cuándo pero volveremos. Si yo no puedo, espero que lo hagan mis hijos. Ojalá las nuevas generaciones lleven la antorcha de la vuelta», nos dice con brillo en los ojos.
La evacuación forzosa de una familia, en la Franja de Gaza, en 2005.EFE
Cuando señalamos que Israel puso fin a 38 años de ocupación, Keren replica con rotundidad: «Los que dicen que son territorios ocupados no saben la historia ni han leído la Biblia. No ocupamos sino que nos han ocupado nuestra tierra. Muchos israelíes deben dejar de pedir excusas al mundo por defender nuestras tierras».
«La expulsión fue un error histórico. Dios nos prometió esta tierra. Nos pertenece. A nivel de seguridad el líder laborista Isaac Herzog reconoce que fue un gran error», señala mientras su marido eleva la teoría más extendida en la derecha: «Sharon se retiró porque quiso recibir el apoyo de los medios y la izquierda para superar sus casos de corrupción».
«Es falso. Sharon decidió fijar de una vez por todas las fronteras de Israel. Y primero empezó por Gaza. No tenía sentido mantener a 8.000 israelíes rodeados por más de un millón de palestinos en un ambiente hostil«, replica el ex secretario de su Gobierno, Israel Maimon.
La retirada unilateral de Gaza, su toma de control por parte de Hamas y los 11.600 proyectiles y cohetes disparados desde entonces contra Israel son munición de la derecha para neutralizar la evacuación en Cisjordania. «Teníamos claro lo que ocurriría. En el 2005 dije a gente de Ashkelón que los proyectiles acabarían llegando a su ciudad. Me quedé corta porque Hamas ha llegado incluso a Tel Aviv«, lamenta Keren que advierte a su Gobierno: «Gaza es la lección para Judea y Samaria (Cisjordania). Si nos vamos de allí pasará lo mismo. No se trata sólo de algo territorial o histórico sino moral. Cada vez que nos retiramos, Hamas se siente fuerte».
Los palestinos denuncian que Israel sigue ejerciendo el control aéreo, marítimo y terrestre de la Franja de Gaza. No está dentro pero tiene una de las dos llaves de lo que definen como «cárcel abierta». La otra, en manos de Egipto.
Pese a que la casi totalidad de israelíes se opone a un regreso, Keren promete no rendirse. Si de algo no carece es fe. Y una narrativa expresada en la pegatina que sigue intacta en muchos coches de los evacuados de aquel verano del 2005: «Judío no expulsa a judío».
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