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| domingo diciembre 22, 2024

Recorriendo el antisemitismo y el terrorismo en las américas


JAI – Hace una semana en Washington, durante la reunión anual del Comité Judío Americano, el Secretario General de la OEA Dr. Luis Almagro, hizo dos anuncios trascendentes y contundentes.

Uno de los anuncios fue que como Secretario General del organismo multinacional más antiguo del mundo, OEA adopta desde su Secretaría General la definición de antisemitismo que fuera establecida hace un par de años por la Alianza Internacional de Recordación del Holocausto, un organismo creado en 1998 para fortalecer, y promover la educación ,la investigación y la memoria del Holocausto en todo el mundo.

La Alianza tiene 32 países miembros, 28 europeos, Estados Unidos, Canadá , Israel y Argentina (el único de América Latina),y nueve observadores, dos de ellos de América Latina: Uruguay y El Salvador.

La definición de antisemitismo adoptada por la Alianza ha sido un avance rotundo frente a la ola creciente de odio antijudío que viene en aumento desde hace años. Que ya haya 32 países que dieron su acuerdo fue un avance que otros en Europa siguieron y que ahora OEA ofrece que se haga en la región.

Una definición que implica que varias acciones son actos de antisemitismo, desde el odio y la discriminación, pasando por la negación de la Shoá, y la demonización de Israel.

El Secretario General Almagro señaló que ”la OEA trabajará cada día para tener un hemisferio libre de antisemitismo, de terrorismo, de dictaduras”, y agregó que “debemos trabajar más para educar a nuestros pueblos a que no haya ninguna tolerancia al antisemitismo”.

La definición general de antisemitismo por parte de la Alianza es clara: “El antisemitismo es una cierta percepción de los judíos, que puede expresarse como odio hacia los judíos. Las manifestaciones retóricas y físicas de antisemitismo están dirigidas a individuos judíos o no judíos y/o sus propiedades, a instituciones comunitarias judías e instalaciones religiosas.

A partir de allí, la Alianza tiene un texto extenso que ejemplifica dónde encontramos muestras contundentes de la propia definición. Veamos algunas:

Negar al pueblo judío su derecho a la autodeterminación, por ejemplo, al afirmar que la existencia de un Estado de Israel es un esfuerzo racista. Típica agresión que llega desde la Autoridad Palestina y otras naciones árabes. Aplicando dobles estándares al exigirle un comportamiento no esperado o exigido a cualquier otra nación democrática. Esto es la constante de los organismos de Naciones Unidas, muy en particular el Consejo de DDHH.

Usar los símbolos e imágenes asociados con el antisemitismo clásico para caracterizar a Israel o israelíes. Esto se ha reiterado aberrantemente en los últimos meses en varias ciudades europeas, retornando al odio histórico y ancestral de la Edad Media y de la demencia nazi.

Dibujando comparaciones de la política israelí contemporánea con la de los nazis. De vuelta lo dicho antes. Este tipo de agresión es algo común en boca de la Autoridad Palestina y de la izquierda radical que cree que con ese tipo de comparación no demuestra sus sentimientos antijudíos y aduce que son “críticas a Israel”. Falso de toda falsedad. Roger Waters es un ícono de esta salvajada.

Ahora, América Latina tiene su oportunidad de ser clara y precisa con respecto a una de las formas de discriminación que padecemos: el antisemitismo. El Secretario General les acaba de dar la oportunidad no sólo de adoptar la definición de antisemitismo de la Alianza, sino mucho más aún: aplicarla a rajatabla, y no permitir que algunos medios periodísticos, académicos, algunas organizaciones sindicales, partidos políticos, puedan banalizar la Shoá o tratar de nazi al Estado de Israel sin que pase nada, aparte de nuestra profunda indignación y rechazo.

La adopción de la definición no debe ser sólo un acto de convicción política sino también un paso legal hacia adelante.
El que insulta y agravia, debe pagar las consecuencias como incitador al odio y la violencia.

El otro anuncio del Secretario General Almagro fue denunciar públicamente desde su investidura algo que se sabía y se sabe pero que nadie desde ese nivel lo había señalado hasta ahora: ”que Irán y la organización terrorista Hezbollah tiene sólidas bases de operaciones en América del Sur”. Y agregó: ”Los cobardes que atacan la democracia y los valores de la dignidad humana han encontrado terreno fértil para operar en Cuba y Venezuela. Y como el mal alimenta el mal, y la maldad atrae la maldad, los dictadores latinoamericanos del siglo 21 se han asociado con terroristas y organizaciones antisemitas.” El desafío está planteado.

No se trata de excelentes y documentadas investigaciones periodísticas demostrando lo que hace Hezbollah e Irán desde Venezuela. Ahora es el Secretario General de la OEA quien lo expresa formal y públicamente. No es un tema de discusión. Es un tema de decisión. Las democracias tienen la palabra. Con respecto a cómo definir el antisemitismo, lo mismo. Ya no es la Alianza Internacional de Recordación del Holocausto que establece una definición apoyada por sus países miembros, entre los cuales hay uno solo de América Latina como miembro pleno, que es Argentina.

Ahora, la OEA invita a definirse y actuar. Es el tiempo de la acción que tomarán (o no) los otros más de 30 países. Es el tiempo de saber si un Presidente podrá decir alegremente que “Israel comete genocidio”, o el tiempo de la incitación se termina adoptando cursos legales claros.Los tiempos y los hechos no permiten que haya que esperar mucho para saber dónde está realmente situado cada uno.

 
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