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| jueves noviembre 21, 2024

¿China o EEUU? Israel tiene que elegir


Por mucho que les gustara a algunos judíos americanos y a muchos americanos no judíos simpatizantes de Israel, éste no es el 51º estado de EEUU. Aunque les unen los valores comunes de la democracia y la libertad, así como preocupaciones de orden estratégico, Israel es un país independiente que tiene el derecho y el deber de bregar por sus propios intereses económicos y de seguridad.

Lo cual quiere decir que estos dos aliados a veces tendrán que chocar. Por muy dependiente que sea Israel de su superpotencia aliada para obtener una ayuda militar que no podría obtener en ningún otro sitio, hay ocasiones en que los líderes israelíes deben decir “no” a los americanos. Los líderes del Estado judío deberían sentirse siempre con la fuerza suficiente como para plantarse ante Washington cuando se les requiera que sacrifiquen su seguridad o sus derechos, especialmente cuando pudiera correr sangre judía como consecuencia de dichas decisiones.

Eso no quiere decir que el Gobierno israelí haya de considerar que tiene carta blanca paradesdeñar las preocupaciones de EEUU en todo tiempo y lugar. Así, EEUU tiene todo el derecho a decir a Israel que no meta sus narices en asuntos económicos vinculados a su seguridad nacional.

Es el caso de la creciente tensión entre EEUU e Israel a cuenta de un acuerdo suscrito el año pasado y que permitirá a una empresa china controlada por el régimen comunista de Pekín gestionar unas instalaciones en el puerto israelí de Haifa a partir de 2021. Aunque las relaciones americano-israelíes son tan estrechas como siempre, si no más, bajo la presidencia de Donald Trump, el acuerdo con China amenaza con ser un factor formidable de disrupción.

EEUU está amenazando con interrumpir las visitas regulares a Haifa de las naves de su Sexta Flota si el acuerdo sino-israelí es implementado. Aunque la disputa se ha ido cociendo a fuego lento durante meses, puede entrar en ebullición con el lenguaje empleado en la versión que de la Ley de Autorizaciones de la Defensa Nacional está tomando en consideración el Senado norteamericano, y que podría forzar a Israel a elegir entre China y EEUU en lo relacionado con el uso del referido puerto.

¿Por qué el Gobierno de Netanyahu pensaría siquiera hacer algo que podría socavar el buen entendimiento que ha establecido con la más proisraelí de las Administraciones norteamericanas?

La respuesta se halla en el crecimiento de la economía israelí y en el éxito inaudito que el Estado judío viene cosechando en los últimos años en el establecimiento de relaciones comerciales con muchos países que previamente lo ignoraban.

Como en el pasado buena parte del mundo cerraba sus puertas a sus emprendedores y empresas, el instinto israelí ha sido siempre saludar con entusiasmo a cualquier país que osara desafiar el boicot árabe –o al actual movimiento BDS– en sus esfuerzos por aislar al Estado judío.

Aunque las relaciones sino-israelíes datan de la década de los 90, los lazos entre ambas naciones han crecido notablemente en los últimos años. Pero esto sucede en un momento especialmente malo para que Israel sea visto de la mano de China. La gran prioridad de la política exterior de Trump está siendo reconducir lo que considera unas relaciones sino-americanas desbalanceadas. Trump ha mostrado su disposición a librar una costosa guerra comercial con Pekín si el régimen chino no accede a tomar medidas que pongan remedio a sus prácticas desleales. Pero aun cuando, como muchos esperan, China y EEUU acabaran llegando a alguna clase de acuerdo, la Administración Trump seguiría convencida de que Pekín es un rival peligroso.

La Estrategia norteamericana de Seguridad Nacional, publicada en diciembre de 2017, define aChina como un “competidor estratégico” que practica la “agresión económica”. Así que es comprensible que si Israel da su visto bueno al control chino de una instalación militar que comparte regularmente con EEUU –el puerto de Haifa–, el equipo de política exterior de Trump vea ahí una suerte de afrenta.

Israel ha reaccionado a las preocupaciones norteamericanas asegurando que la compañía china sólo administrará una sección del puerto de Haifa. Además, ha puntualizado –para aquellos que ven la hipotética salida de la Sexta Flota como un desastre– que la Armada norteamericana sólo usa Haifa como puerto de paso y que en él no tiene instalaciones militares permanentes. Asimismo, aduce que otro puerto mediterráneo mucho más utilizado por la U. S. Navy, el de Nápoles, ya cuenta con una sección gestionada por los chinos; y que lo mismo cabe decir del de Seattle.

Pero eso no hace más defendible la decisión israelí de aliarse con los chinos.

Israel hace bien en querer tener las mejores relaciones posibles con Pekín, pero no a costa de sus lazos con EEUU. Sean cuales sean los beneficios que podría obtener de hacer negocios con China, no compensarían el daño podrían experimentar acuerdos mucho más importantes. China no es un aliado y no se puede confiar en ella, especialmente en el contexto de un Oriente Medio atomizado en el que Pekín tiene lazos muy estrechos con países hostiles a Israel.

Esto es especialmente importante si se tiene en cuenta que Trump ha apoyado a Israel en cuestiones cruciales para el Estado judío, como la amenaza iraní y la necesidad de pedir cuentas a los palestinos por su apoyo al terrorismo.

Tampoco es la primera vez que EEUU reclama a Israel que eche atrás un acuerdo con China. En 2000, la Administración Clinton forzó a los israelíes a cancelar un acuerdo para la venta a Pekín del radar Phalcon. Si las relaciones sino-israelíes se mantuvieron intactas tras esa disputa, mucho más importante, seguro que sobrevivirán al disgusto de Pekín por no gestionar parte del puerto de Haifa.

Israel puede y debe tener el coraje de rechazar demandas norteamericanas que entrañen amenazas a su propia seguridad, pero éste no es el caso. Israel podría sacar provecho de su acuerdo con los chinos, pero la pérdida en punto a buena disposición de parte de un gran amigo sería muy superior. Por eso debería desechar el acuerdo con los chinos sobre la gestión del puerto de Haifa.

© Versión original (en inglés): JNS
© Versión en español: Revista El Medio

 
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