El semanario Kikirikí, en su edición 703, del 26 de junio al 2 julio de 2019, publica un artículo de opinión sin firma… ¡Absurdo! ¿Quién opina? En fin, su contenido es un cuento de ficción, comenzando por el cobarde refugio del anonimato; claro que, de todos modos, Guillermo Linero, director de tan ocioso medio, es el responsable. El artículo se titula “Hace 95 años los judíos se adueñaron del mundo”, en el cual hace uso de las conocidas, arcaicas y absurdas teorías de conspiración: acusa sin pruebas y como todos esos fantasiosos supuestos, culpan a un chivo expiatorio de los males del mundo. El chivo expiatorio más propicio desde principios de la Edad Media, es el pueblo judío; obviamente eso es judeofobia y Kikirikí es un medio furibundamente judeofobo; incluso va más allá del antisemitismo del presente, de esconderse bajo el ropaje de señalar al Estado de Israel; Kikirikí va directo al grano, calumnia a los judíos achacándoles hechos inexistentes, es decir el semanario es desvergonzadamente antisemita.
Cabe señalar que se trata de un medio del partido comunista venezolano, cuyo símbolo es un gallo rojo, de allí su nombre: el canto onomatopéyico de un gallo. El antisemitismo es una política editorial de este medio, que no pasaría de ser un insignificante panfleto propagandístico del interior de Venezuela, en nombre de un partiducho fracasado como el comunista, el cual, en tiempos democráticos, no alcanzó ni al 1% del favoritismo de la población, pero se unió a la ola chavista para hacerse notar. El problema es que, ante el caos imperante en el país, mal que bien, Kikirikí cuenta con papel para poder imprimir su edición cada semana y, pese a tener un precio de venta, no se expende, sino que es distribuido de forma gratuita en los ministerios y entidades del régimen de Chávez y ahora de Maduro.
Volviendo al artículo en cuestión, señala a unas nueve familias de “banqueros-petroleros” de haberse apropiado de la Reserva Federal de EEUU en 1913 y, a partir de esa hipotética acción, son los “dueños y manejadores” del mundo. Se afirma que esas nueve familias son judías, a las cuales se les atribuye estar en todos los flancos políticos, pero principalmente, de ser los jefes de los presidentes de EEUU, de los gobiernos y ejércitos como estrategia de dominación internacional. En la práctica, el libelo de los comunistas reproduce las trampas del pasquín antisemita Los Protocolos de los Sabios de Sión, manipulando hechos, mezclándolos e imputándoles una inexistente autoría; por ejemplo, señala que esta “poderosa élite” financió los atentados del 11 de septiembre de 2001 y se sirvió de las grandes cadenas de televisión para convencer que estos ataques ocurrieron de verdad. Kikirikí, un medio sin ética, plantea una mala broma, una especie de negacionismo superficial, una tonta burla; entre otros aspectos, debería explicar cómo miles de personas pueden callar tamaño secreto.
En realidad, el libraco Los Protocolos… es una falsificación adaptada para culpar a los judíos. En 1921 el diario británico The Times demostró que fue un plagio de la obra Diálogo en el infierno entre Maquiavelo y Montesquieu, o la política de Maquiavelo en el siglo XIX de Maurice Joly, quien se imaginó un complot de Napoleón III para someter al mundo, sin ninguna relación con el pueblo judío.
Los nazis fueron lectores de este abominable remedo. Hitler escribió Mi Lucha sirviéndose de Los Protocolos… Con esta sola nota panfletaria, Kikirikí emula al ministro de propaganda de Hitler, Joseph Goebbels, cuyas máximas pone en práctica: “Patrocinar una única idea, individualizar al adversario en un único enemigo”; “reunir diversos adversarios en una sola categoría que son una suma individualizada”; “adecuar el nivel de la propaganda al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida”; “la propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente. Si una mentira se repite lo suficiente, se convierte en verdad”; “entre más grande es una mentira, más creíble será”. Aquí vemos que los extremismos se sueldan tal como la imagen de una serpiente mordiéndose la cola; la extrema izquierda utiliza las mismas bases de manipulación del nazismo.
Además, ese venenoso texto se escribió en el exterior, hace bastantes años. Es probable que Kikirikí le echó mano para llenar espacio y de paso, promover el odio antisemita, por no pagar servicios de agencias ni tener colaboradores de más o menos prestigio
A hitler y a stalin los unía el odio al judío.
En 1938 se firmó el pacto de no-agresión entre Ribbentrop y Molotov.
En junio de 1941 hitler invadió la unión soviética.
En las «repúblicas soviéticas» de la periferia, nazis y comunistas locales colaboraban estrechamente, entregando y masacrando judíos (incluyendo comunistas).
Antes y después de la SGM, la política interior y exterior soviética fue claramente judeofóbica. En 1952, fueron fusilados 12 intelectuales judíos soviéticos. Recién al morir el dictador stalin un año después hasta el desplazamiento de N. Jruschov en 1964 por el notorio antisemita de brezhnev, hubo una notoria caída de la judeofobia soviética. Esta política de odio hacia el pueblo judío y el Estado de Israel se incrementó claramente con brezhnev y sucesores.