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| domingo diciembre 22, 2024

Bucarest, mucha historia judía y escaso legado


La capital de Rumania, Bucarest, fue uno de las grandes capitales judías de Europa, contando con una población hebrea que rondaba los cien mil miembros y con una buena red de instituciones, escuelas, sinagogas, cementerios y todos los servicios propios de una comunidad. El origen de los judíos rumanos se remota a la Edad Media, más concretamente a la época otomana, pues estos territorios pertenecían a la Sublime Puerta o gozaban de una relativa autonomía si pagaban algunos tributos al sultán turco. Los tres principados que conformaban la Rumania histórica eran Valaquia, Moldavia y Transilvania -región que siempre estuvo más bajo la influencia austrohúngara que rumana pero que fue entregada tras la Primera Guerra Mundial a Bucarest.

Al parecer, según documenta el experto Albert Lázaro-Tinaut, los primeros judíos sefardíes llegaron a Valaquia en 1496. La migración de los judíos ibéricos a los Balcanes, pero sobre todo a Bulgaria, Grecia, Rumania y Serbia, fue favorecida por el sultán otomano Beyazid II, quien incluso llegó a enviar buques de la Armada otomana para transportar desde las costas españolas a numerosos judíos expulsados por los Reyes Católicos en 1492.

Sin embargo, a partir del siglo XIX, los sefardíes, empezaron a perder influencia, cuando comenzaron a llegar a Valaquia y Moldavia oleadas de asquenazíes (literalmente “los judíos de Alemania”), de lengua yiddish, huyendo de las persecuciones de que eran objeto en Rusia y Galitzia. Bucarest, como era la capital de la nueva Rumania tras la independencia, en 1881, se convirtió en un foco de atracción para muchos judíos. En el periodo de entreguerras, las grandes ciudades judías de la región eran Bucarest, Chisinau -capital de Moldavia con más de 65.000 hebreos- y Cernauti -capital de Bucovina con 50.000 judíos.

Desde la independencia de Rumania hasta después de la Primera Guerra Mundial los judíos fueron considerados ciudadanos de segunda, más concretamente eran tratados como «extranjeros residentes» sin apenas derechos, y tan sólo tras la contienda mundial el gobierno rumano aceptó concederles la ciudadanía, aunque como veremos duró poco tiempo. En 1937, una cuarta parte de los judíos rumanos perderían la nacionalidad y los actos antisemitas, en el que seguramente era y es el país más antisemita de Europa del Este, estaban al orden del día, sobre todo alentados y generados por un grupo político pronazi y antisemita, la Guardia de Hierro de Corneliu Codreanu.

Angoso con los guias

TERROR Y BRUTALIDAD EN LA CAPITAL RUMANA

Un año antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, cuya detonante fue el ataque y posterior ocupación de Polonia por parte de Hitler, en Bucarest sucedieron algunos acontecimientos terribles. En noviembre de 1938, el mismo año del que hablan los periódicos de la época de la tensión en Rumania y del apoyo del régimen nazi al fascismo local, el rey Carol mandó estrangular a Codreanu y a trece de sus seguidores, en macabra respuesta al deseo expresado por el mismísimo Hitler de ayudar a su marioneta rumana. Los cánones de la época obligaban a actuar con una crueldad sin contemplaciones con respecto al adversario.

La respuesta de los partidarios de Codreanu, al conocer la noticia, fue organizar una venganza terrible, tal como relata el periodista Robert Kaplan al citar algunas fuentes de la época: “Así pues, los legionarios se aprestaron a vengar a sus mártires. Empezaron asesinando a sesenta y cuatro oficiales y partidarios antiguo régimen de Carol; luego fulminaron el barrio judío de Bucarest, “matando, saqueando e incendiando”, según las palabras de Robert St.John, corresponsal de la Associated Press en Bucarest. Después asesinaron al intelectual rumano más conocido del siglo XX, Nicolae Iorga. Le quitaron, uno por uno, todos los pelos de su larga barba y le hicieron tragar un periódico de corte liberal, torturándole hasta la muerte. (Aunque públicamente antisemita, Iorga era también un intelectual liberal para los rumanos, y más aún para los legionarios). Por fin, los legionarios organizaron un funeral público en Bucarest para enterrar a Codreanu y a los trece legionarios asesinados por Carol dos años antes”.

EL HOLOCAUSTO RUMANO

Pero el terror no paró ahí, sino que siguió su curso en Rumania. Tres años más tarde de esos acontecimientos relatados antes, cuando ya el país era un fiel aliado de los nazis, el 21 de enero de 1941, los fascistas rumanos continuaron con sus acciones Fueron asaltadas las sinagogas, incendiados los comercios judíos, violaron y torturaron a las mujeres hebreas delante de sus maridos e hijos. “Llevaron a un grupo de judíos hasta el bosque de Baneasa, al norte de Bucarest (cerca del aeropuerto que ahora se utilizan para los vuelos nacionales), los dejaron desnudos en la nieve, y les dispararon. Los gitanos acudieron a la mañana después de la matanza para llevarse los empastes de oro de las víctimas. La noche siguiente, los legionarios cogieron a otros doscientos judíos y los llevaron al matadero municipal, donde los desnudaron e hicieron pasar por todas las fases de la matanza en una cinta transportadora, como si de ganada se tratara”, seguía relatando el ya citado Kaplan.

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Aparte de todos estos hechos relatados, que dan cuenta de la crueldad del nuevo régimen del Conducator Ion Antonescu, hay que reseñar que los rumanos colaboraron mano a mano con los nazis en la denominada «solución final» y también en el ataque contra la Unión Soviética, a la que fueron arrebatados algunos territorios que después fueron sometidas la brutal limpieza étnica.

Sobre el grado de colaboración de los fascistas rumanos en el Holocausto da buena cuenta un artículo de Diego Salvador, de que reproducimos literalmente una parte:» Rumania entró en guerra en febrero de 1941 y participó activamente en la invasión de la URSS. Una muestra del celo rumano: solamente en Odesa, los soldados rumanos mataron a 60.000 personas, llevando a cabo un atroz programa de matanzas y deportaciones. El estilo rumano consistía en meter a cinco mil personas en varios vagones de carga, donde iban muriendo de asfixia, mientras el tren recorría sin destino fijo los campos de Rumania. Remataban estas masacres con una perversa guinda: la exposición de los cadáveres de los judíos así exterminados en carnicerías propiedad de judíos. En los campos de concentración rumanos, se dieron episodios de un refinamiento y una crueldad que superaban incluso al peor de los campos de exterminio alemanes, lo que ya era mucho decir. Los mismos nazis se horrorizaban ante las atrocidades que cometían los rumanos contra su población judía. Adolf Eichmann, el funcionario involucrado hasta las trancas en la Solución Final, imploró al propio Ministerio de Asuntos Exteriores alemán en abril de 1942 que se detuviesen los esfuerzos rumanos por exterminar a los judíos, ya que la prioridad era «la evacuación de los judíos alemanes, que estaba ya en período de ejecución». A mediados de agosto de 1942, el Ministerio de Asuntos Exteriores alemán acordó con Antonescu «un orden de evacuación de los judíos de Rumania, que será llevado a cabo por unidades alemanas». Para entonces, los celosos y eficaces rumanos ya habían matado ellos solitos a casi 300000 judíos sin ayuda alemana, algo que molestó enormemente a los nazis».

En 1944, una vez que la suerte de Hitler estaba decidida ante su predecible derrota, los soviéticos entraron en Bucarest e instalaron una administración dócil a sus intereses. El dictador Antonescu, junto con toda su cuadrilla que todavía no había huido, fue arrestado, después procesado y más tarde ejecutado. De los 850.000 judíos que había en toda Rumania en 1939, se calcula que entre 265.000 y 400.000 perecieron durante la contienda, la mayor parte de ellos víctimas de persecución o en los campos de la muerte. En 1950, según un censo de la época, había 280.000 judíos en Rumania, pero la mayor parte de ellos emigraron hacia Israel y Occidente a medida que las condiciones de vida bajo el régimen comunista empeoraban. Un último censo, del año 2018, nos señala que apenas quedaban en el país 8.000 judíos. A continuación te reseñamos algunos lugares que todavía preservan la herencia y la memoria judía en la capital rumana.

1. Museo de la Historia Judía de Bucarest. Es un museo pequeño pero está bien organizado y es muy didáctico, siendo uno de los pocos esfuerzos realizados en este país por recuperar el recuerdo y la memoria de los miles de judíos que residían en estas tierras  antes de la Segunda Guerra Mundial.  Una vida  judía que, al igual que otras partes del continente, se vio sesgada y casi eliminada de cuajo por el Holocausto. «Este museo está ubicado en el Templul Unirea Sfânta, una antigua sinagoga de 1850 que milagrosamente sobrevivió, no solo la Segunda Guerra Mundial, sino los planes urbanísticos del régimen de Ceausescu. Se trata de de un museo más bien modesto cuya misión es divulgar la contribución de la comunidad hebrea rumana desde tiempos medievales, particularmente en los campos de la ciencia, las artes y la arquitectura. Una exposición aparte está dedicada al Holocausto», hemos podido leer en un blog de viajes sobre este lugar. (Fuente citada y consultada).

2. Monumento Memorial del Holocausto. Hay una columna y un pequeño memorial en recuerdo de las víctimas del Holocausto, con un especial recuerdo a las olvidadas víctimas de la Transnistría, una región ocupada por los rumanos donde fueron asesinados 250.000 judíos. Sobre este lugar hemos encontrado esta reseña que reproducimos en su integridad:» Finalmente inaugurado en 2009 después de una larga (y algo controvertida) espera, el Memorial del Holocausto de Bucarest sirve como un recordatorio de los miles de judíos rumanos afectados por el Holocausto. El monumento tiene gran importancia, no sólo para la comunidad judía de Rumania, sino como un símbolo de que el país reconoce su papel en los eventos (a menudo un hecho negado por el gobierno comunista de la posguerra)».Este pequeño monumento, que tampoco tiene nada de espectacular quizá, todo hay que decirlo, se encuentra en la calle Anghel Saligny 1. (Fuente citada y consultada).

3. Teatro Estatal Judío (también conocido como Baraseum). Es una institución central y muy importante para la cultura yiddish en Rumania, que acabó eclipsando a la sefardí tras la llegada de los askenazíes a finales del siglo XIX. El teatro lleva funcionado desde el año 1940 y ha sobrevivido a todos los avatares históricos, incluida la castrante dictadura comunista. Todavía sigue en activo y sigue presentando obras de autores que siguen escribiendo en yiddish en la actualidad o en el pasado. Conviene consultar horarios, funciones y calendario.

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4. Templo Coral. Era y es, sin lugar a dudas, la sinagoga más bella de la capital rumana. Al parecer es una copia de la Gran Sinagoga Leopoldstadt-Tempelgasse de Viena, que se levantó entre 1855 y 1858. El edificio fue diseñado por los arquitectos Enderle y Freiwald y construida entre 1857 y 1867. La sinagoga fue devastada por los Legionarios de extrema derecha a finales de los años treinta, pero luego fue restaurada después de la Segunda Guerra Mundial, en el año 1945, volviendo a ofrecer sus servicios religiosos hasta el día de hoy. Se puede visitar y en el mismo edificio se encuentran algunos de los servicios y oficinas de la comunidad judía de Bucarest.

5.Gran Sinagoga de Bucarest. La Gran Sinagoga de Bucarest es también conocida como la «sinagoga polaca», ya que al parecer fue levantada en el año 1845 por polacos de origen asquenzí llegados a Rumania. Como otros tantos edificios de la comunidad judía, fue atacada por los grupos fascistas en los años treinta y dañada, aunque fue restaurada en el año 1945 y después se han llevado a cabo varios obras. En este lugar se encuentra el Museo del Holocausto que se complementa con un memorial que hay en el interior de la sinagoga en honor a los judíos asesinados por los fascistas y después durante el Holocausto. La Gran Sinagoga de Bucarest se encuentra en la calle  Vasile Adamache número 11.

6.Museo del Holocausto. No hemos encontrado las páginas Web de este museo ni muchas informaciones acerca del mismo. Al parecer, por la información encontrada en google.maps, el Museo del Holocausto se encuentra en la calle Strada Vasile Adamache 11, junto a la sinagoga Unirea Sfanta -Santa Unidad-. y casi adosado a la misma. Al parecer abrió por primera vez sus puertas en el año 2018 y no tengo demasiados elementos que añadir, ya que no lo conozco. Reproduzco esta nota encontrada en el periódico Nuevo Mundo Israelita:

«Rumania, un país que durante décadas negó su papel durante el Holocausto, abrirá el primer museo estatal de la Shoá. La institución abrirá sus puertas en 2018 en la capital, Bucarest, y se centrará en la persecución de los judíos y los gitanos.

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Ilustrará el papel desempeñado por los judíos en la modernización de Rumania, así como la lucha contra los prejuicios y la negación de la Shoá”, indicó Alexandru Florianm, director del Instituto Nacional para el Estudio del Holocausto.

Hasta el momento, el museo de gestión privada en la sinagoga Templo de la Santa Unión de Bucarest ha sido el principal custodio de la historia judía en Rumania.»

7. Templo Unirea Sfanta. Es una de las más antiguas sinagogas, ya que data del año 1850, y sobrevivió a todas las «inclemencias» históricas, como la dictadura fascista, el Holocausto, los ataques aéreos aliados, la ocupación soviética y la larga noche comunista. Pero también al olvido y al abandono durante años tras la marcha de la mayor parte de los judíos del país durante la dictadura «socialista» (1945-1989). Ahora podrías visitar en este lugar un Museo de la Historia Judía de Rumania, ya reseñado en esta misma nota acerca del pasado judío de la capital rumana. Este recinto religioso se encuentra en la calle Strada Mămulari número 3.

8. Sinagoga Esua Tova. Es una de las sinagogas más antiguas de la ciudad y se encuentra en pleno centro histórico de la urbe. Fundada en 1840, este edificio sobrevivió al periodo más negro de la historia de Rumania (1938-1945) y también a la larga dictadura comunista. En febrero del año 2007, fue reinagurada tras un largo periodo cerrada por obras de rehabilitación. Se encuentra situada en la calle Tache Ionescu, 9, muy cerca de las conocidas plazas bucarestinas de Amzei y Romana.

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Ricardo Angoso

9. Cementerios judíos de Bucarest. En Bucarest existen tres cementerios judíos: Giurgiului, Sefard y Filantropía. Los de Giurigiu y Sefard están muy cerca el uno del otro y se pueden visitar andando ambos, mientras el de Filantropía se encuentra situado relativamente cerca -en coche- del centro histórico de la ciudad. Los dos son del siglo XIX y el de Giurgiu es el más grande de Bucarest, con 14 hectáreas, y probablemente de Rumania.

Filantropía se encuentra situado en la parte norte de la ciudad y es el cementerio principal de la comunidad asquenazí. Fue fundado a mediados del siglo XIX, alrededor de 1865, según información oficial de la comunidad judía de la capital rumana. Tiene una salón de entrada grande y elaborado, con cúpula y una puerta de entrada impresionante en Art Deco. Hay muchos monumentos interesantes, incluyendo las tumbas elaboradas de familias prominentes, casi todas del siglo XIX y principios del XX, y un monumento a los soldados judíos muertos en la Primera Guerra Mundial. Sigue en uso al día de hoy, aunque hay pocas tumbas de fechas recientes debido a lo menguado que está la comunidad. (Fuente empleada).

Concluyo esta nota sobre los cementerios de Bucarest con esta noticia curiosa aparecida en el diario 20 Minutos de España, que reproduzco a continuación: «Aquí descansan los restos mortales de Adolf Hitler. Fallecido el 26 de octubre de 1892 a la edad de 60 años. Rueguen por su alma», se lee en rumano y hebreo en una tumba del cementerio judío Filantropía de Bucarest. No se frote los ojos, es cierto. La historia de este bucarestino de fe mosaica la cuenta el cronista de la judería rumana Marius Mircu en un libro titulado «Filantropía, un cementerio lleno de vida». Sorprendido por esta coincidencia digna del más irreverente humor negro, Mircu rastreó en los archivos y descubrió que nuestro Adolf Hitler de Bucarest tenía un taller y una tienda de sombreros en la calle Real de la capital y era originario de Rumania. El sombrerero Adolf Hitler se fue de este mundo antes de que el nazismo se abatiera sobre el continente, pero tener el mismo nombre que el «Führer» perturbaría por décadas la paz de su memoria. En plena II Guerra Mundial, un empleado del cementerio reparó por casualidad en la inscripción de aquella piedra que aparentemente no tenía nada de especial».

Direcciones de los tres cementerios:

  • Giurgiului Giurgiului 162
  • Sefard: Calea Serban Voda 249
  • Filantropía B-Dul Ion Mihalache 91-93
 
Comentarios

Visité esa ciudad en el año 1999, y me fue dificil en aquel entonces, hallar la menor reminiscencia judia por alguna parte …se diriá que ésta núnca existió como tal, a diferencia de lo que sucede en ciudades como Budapest Sofia o Praga, donde la presencia de lugares de culto reconocibles, otorga a la comunidad judia, una «visibilidad» de la que carece en Rumania …resulta lastimoso en cualquier caso, observar, este olvido del pasado, en lugares donde los judios tuvieron tanta significacion …

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