En alguna columna anterior, me refería a la pluralidad de palabras en hebreo equivalentes a “libertad”, un fenómeno poco habitual en una lengua que rehúye de los sinónimos: hablamos de “dror”, “jófesh”, “jerút” y “shijrúr”, concepto este último que se aproxima al de liberación. Por ejemplo, lo que en otros idiomas llamamos Guerra de la Independencia de Israel en 1948, allí la denominan “miljémet hashijrúr”. Es, además, un ejemplo de cómo la repetición de algunas de las tres letras radicales (según determinadas reglas), puede construir un nuevo significado. En este caso, la raíz última de “shijrúr” son las letras SHin-Jet-Reish, cuyo concepto primigenio (y aquí enganchamos con la columna de la semana pasada dedicada a la luna y al blanco) es el color negro, SHaJóR.
¿Cómo llegamos a la libertad desde las tinieblas? Gracias a la incorporación de significados derivados de la misma raíz, pero que adquieren casi vida propia, como en las ramificaciones biológicas animales que nos llevan de la ameba a Einstein. Porque la negrura celestial precede al resplandor de un nuevo amanecer (SHáJaR), cuando distinguimos en el firmamento al planeta Venus, que los antiguos denominaron “lucero del alba”, y los hebreos “ayélet hashájar”, la gacela del amanecer, tal como aparece citada en el encabezamiento del salmo 22, uno de los más conocidos: ”Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”.
Como es lógico, la misma raíz está ligada a muchos conceptos de negrura, desde el pájaro mirlo (SHaJaRúr), al oscuro coleóptero de los desiertos SHaJaRurít, pasando por la SHaJéRet, una enfermedad (Melanosis coli) que oscurece el intestino grueso. Sin embargo, también genera palabras más abstractas como SHaJaRút, vinculada al “despertar” sexual en la adolescencia, fenómeno que suele preceder a la “liberación” de la que hablábamos al principio, y que impulsará a los jóvenes a perseguir al amanecer cervatillos o cervatillas más carnales que los salmodiados.
En realidad, estas propias palabras son ejemplo de la negritud hebrea, idioma en el que el verbo liSHJóR significa investigar, en el sentido de adelantarse a los resultados, de modo que el propio método científico (que se ha traducido en tantísimos judíos premiados con el Nóbel en estas categorías) deriva de lo mismo: “adelantar” una tesis y traerla, mediante experimentos, de la oscuridad de la ignorancia a la luz del descubrimiento y el conocimiento, liberándola de las tinieblas, como en esa canción de Janucá (la fiesta de “liberación” del yugo griego que coincide con el solsticio de invierno en que las noches empiezan a acortarse): “súra jóshej, ála SHJoR, súra mipnéi haór”: fuera oscuridad y negritud, huid ante la luz. O, como decía aquella famosa canción de verano: “¿qué será lo que quiere el negro?”: que busques y encuentres la claridad.
» …Para que saques de prision a los que moran en tinieblas» (Isaias 42 : 7)
» …Y vió D- que la luz era buena, y separó D- la luz de las tinieblas …» (Genesis 1 : 4)
Convendremos pues que «luz» y «tinieblas» no pueden coexistir a la vez, en términos científicos y espirituales ..en tanto que las tinieblas ellas, quedan ineludiblemente asociadas a la esclavitud y la ausencia de libertad …
Asi pues, «éxtraer» de la oscuridad aquello que es llamado a «relucir» desde el conocimiento, como fruto del estudio, puede resultar «válido» en ese contexto preciso, pero deja de sérlo en términos absolutos …
La luz opáca del conocimiento científico, apenas sirve para alumbrar un trécho del camino, el cual ademas, al estar expúesto al análisis, corre el riesgo de vérse rebatido …
en contraposicion con ello la «Luz Divina» mána de una fuente espiritual diáfana e inagotable, la cual no se sujeta al «razonamiento» de los hombres, y supera con mucho a éste en sabiduria …
¿Cual seriá pues la «funcion» de las tinieblas de existir alguna? …la de por contráste, hacernos amar la luz, y anhelárla en todo momento …
«Porque Contigo está el manantial de vida; en Tu Luz, veremos la luz …» (Salmo 36 : 9)