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| jueves noviembre 21, 2024

EKEV 5779


Moshé continúa su discurso final a los Hijos de Israel, prometiéndoles que si cumplen los preceptos de la Torá, van a ser prósperos en la tierra que están a punto de conquistar y de establecerse, cumpliendo así la promesa de Di-s a sus patriarcas.

Moshé también los reprende por los fallos en su primera generación como pueblo, recordando la idolatría del Becerro de Oro, la rebelión de Koraj, el pecado de los espías, su incitación de Di-s en Taverá, Masá y Kivrot Hataavá; «Tú has sido rebelde contra Di-s» les dice «desde el día en que te conocí».

Sin embargo, también habla del perdón Divino y de las Segundas Tablas de la ley que Di-s escribió y les dio luego de haberse arrepentido.

Los 40 años en el desierto, les dice Moshé, durante los cuales Di-s los alimentó con el diario maná del cielo, fueron para enseñarles que «el hombre no vive solo de pan, sino de la palabra de Di-s vive el hombre».

Moshé describe la tierra a la que van a ingresar como una tierra que «fluye leche y miel», una tierra bendecida por las siete especies (trigo, cebada, uva, higo, granada, aceite de oliva y dátiles), como el lugar que es el foco de la Providencia Divina en el universo. Les ordena destruir los ídolos de los habitantes anteriores de la tierra, y ser cuidadosos de no volverse soberbios y pensar que «mi poder y la fuerza de mi mano me dieron esta riqueza».

Un pasaje clave de esta sección es el segundo capítulo del Shemá, que repite los preceptos fundamentales enumerados en el primer capitulo del Shemá y describe la recompensa por observar los preceptos de Di-s y el resultado adverso (hambruna y exilio) por no cumplirlos. También es la fuente del precepto de orar e incluye una referencia a la resurrección de los muertos en la Era Mesiánica.

 

TODO VIENE DE ÉL

 

Generalmente cuando alguien tiene éxito en sus emprendimientos comerciales, en sus actividades deportivas o en cualquier otra área que pueda desempeñarse un ser humano, el primer pensamiento que viene a la mente de esta persona es: “Mi trabajo… mi entrenamiento… mi inteligencia  lograron esto”. Entonces viene nuestra Parashá y nos dice: “No, no puedes decir: «mi poder y la fuerza de mi mano me dieron esta riqueza» sino que debes tener en cuenta que “…de la palabra de Di-s vive el hombre»”. Como está escrito en el Libro de los Salmos: “Si Adonái no edificará una vivienda, sus constructores trabajan en ello en vano. Si Adonái no protegerá una ciudad, inútil es la vigilancia de su guardián. Es en vano para vosotros, quienes os levantáis temprano, permanecéis hasta tarde, y coméis el pan de la aflicción, pues de hecho El brinda sueño a Su amado” (Salmos 127)

 

El mundo es una plantación de cocos

¿El mundo es un lugar bueno o malo?

 

Por Tzvi Freeman

 

¿El mundo es un lugar bueno o malo? Claramente eso depende de lo dispuestos que estemos a encontrar el verdadero sabor de las cosas.

Verán, el Zohar describe el mundo como un huerto de frutas deliciosas y nueces exóticas. Suena maravilloso, ¿no es cierto? Pero este huerto presenta un problema. Cada uno de esos deliciosos manjares está recubierto por una cáscara dura y gruesa. Por ejemplo, el coco. Uno podría morir de hambre en una plantación de cocos.

Y ese es sólo el comienzo. Los verdaderos problemas surgen cuando empezamos a meternos con esa cáscara, a darle más importancia de la que tienen en verdad, como si el único objetivo del fruto fuera servir de sostén para la cáscara que lo recubre.

Los frutos representan el verdadero significado de la vida, de aquello para lo que fuimos creados. La cáscara representa el contexto, el escenario en el que todo transcurre. No debemos confundir aquello que constituye el plano principal y lo que forma parte de la escenografía. Si esto ocurre, probablemente nunca terminemos de encontrar el verdadero sabor de las cosas. Y entonces sí que nos veremos envueltos en una situación verdaderamente angustiante.

La cáscara que recubre al fruto está allí por un buen motivo: para proteger al fruto en su interior y permitirle que madure y se vuelva dulce, hasta que llegue el momento indicado en que podamos romper la cáscara y extraerlo. Y en ese momento, hasta la propia cáscara puede convertirse en algo útil.

Observen el siguiente ejemplo:

Ir al trabajo día tras día, soportar el tránsito de la hora pico, lidiar con jefes insensibles, tratar con clientes enojados y trabajar con colegas incompetentes puede resultar un gran fastidio. Si somos capaces de ver el fruto que hay en el interior de toda esta situación, toda la angustia y el dolor que sentimos desaparecerá.

El fruto es el objetivo detrás del trabajo que realizamos. Se trata de enfrentar el mundo de forma ética, dignificante y humana. Establecer nuestras prioridades, como dedicar tiempo al estudio de la Torá y a nuestra familia. Tratar a los clientes con integridad, para transmitirles verdaderos valores y así asegurarnos de que el mundo que dejemos sea mejor que aquel en el que vivimos. Y usar el dinero que ganamos para cosas buenas, como hacer actos de caridad, o asegurar una educación en los valores de la Torá para nuestros hijos y ofrecer maravillosas cenas de shabat para muchos invitados.

Eso es quitarle toda la cáscara al fruto y quedarse con el interior, que es la parte más dulce y jugosa. Y una vez que encontramos el fruto, debemos celebrarlo, para que todo lo demás se vuelva aún más dulce. (www.es.chabad.org)

 

“Podemos encontrar a Di-s dentro de nosotros, y podemos inclusive encontrar al Di-s que está muy por encima de nosotros. Es nuestro deber, reconocer la diferencia entre la realidad humana y la realidad Divina, y aceptar las oportunidades que Él nos ha dado de transportarnos de un plano al siguiente”.

 

 
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