Me preguntaron por qué cambié mi voto de abril a septiembre, primerea y segunda “fecha” de las elecciones en Israel 2019, de Azul-Blanco (Gantz – Lapid) a Unión Democrática (Meretz + Stav Shaffir + Ehud Barak), así que aquí va.
Unión Democrática (Majané Democrati) no existía en abril. Toda la vida había votado a Meretz, pero en los dos ultimos comicios ya no pude. La realidad había cambiado demasiado desde los años de Oslo, cuando se consolidó el frente de izquierda Meretz, pero su plataforma no cambió sustancialmente. En concreto, los palestinos ya no eran ni son la misma parte “indefensa” en el conflicto. La Autoridad Palestina es un proto-estado con tres poderes, con fuerzas armadas (policía y servicios secretos varios), sistema de justicia, sistema de gobierno, responsabilidad de estado por su población y por la creación de consenso a favor de un acuerdo de convivencia con Israel en base a dos Estados. El liderazgo palestino tiene una parte importante en el estancamiento del proceso de paz, tanto como la parte israelí.
Dos argumentos nos guiaban en los años ’90: 1) Israel es más fuerte y controla a otro pueblo, por lo tanto es el que puede definir el fin de la ocupación y del conflicto con solo “apretar un botón”. 2) Yo como israelí puedo ocuparme de los extremistas de mi lado; que de los extremistas palestinos se ocupen ellos.
El problema es que, desde Oslo, no siempre gobernó la derecha y, sin embargo, todos los intentos israelíes por avanzar en el proceso de paz fracasaron por el rechazo palestino, justificado o no, pero acompañado de violencia, en lugar de contrapropuestas y continuación de negociaciones. Incluso la retirada de Gaza, que, aunque fue hecha sin acuerdo constituye un claro “principio del fin de la ocupación”, también fue respondida con violencia. Una violencia que arrastramos hasta hoy.
Voté primero a Itzjak (Buyi) Herzog, no porque el Laborismo pareciera una fuerza viable, sino porque Herzog decía lo que yo, en tiempos del operativo Margen Protector: “No hay otra, hay que dar un golpe fuerte al Hamás. Pero después hay que ir a tocar la puerta de Abbas y buscar una solución política”. En otras palabras, lo cortés no quita lo valiente, y viceversa.
Después, en abril de este año, voté por Kajol-Laván, como voto estratégico, para poner fin de una vez a la hegemonía de Netanyahu y la decadencia moral que su gobierno ha traído, junto con el estancamiento de todo proceso de paz y el “clima de anexión” que se va instalando en el discurso, dos elementos que nos pueden acabar llevando a un Estado binacional y al fin del Estado con mayoría judía en Israel. Israel no es el único responsable de la perpetuación del conflicto, pero eso no significa que esté haciendo lo suficiente por ponerle fin. La intransigencia palestina sólo le provoca un placer casi orgásmico a Biniamín Netanyahu.
Entonces vino la unión de Meretz con Stav Shaffir y Ehud Barak. Este último no es santo de mi devoción. Barak es, después de Netanyahu, el mejor sinónimo de ego y corrupción (sin igualarlo). Pero su paso al costado, colocándose como irreal número 10 en la lista, lo redime aunque sea en parte. Su discurso combina la necesidad de volver a la mesa de negociaciones con una firme concepción de seguridad y defensa.
Stav Shaffir, por su parte, no sólo trae juventud, también trae una lucha a capa y espada contra la corrupción, una acción ya demostrada en la Comisión de Finanzas por la transparencia presupuestaria, y un discurso que devuelve la palabra “sionismo” sin vergüenza a la izquierda sionista israelí. Quiero un Estado que no se avergüence de su carácter nacional judío, con respeto, con la mano tendida, con igualdad y libertad a las minorías, pero orgullosamente judío. Es por lo que luchó la izquierda sionista desde siempre, y es en lo que creo.
Cuando la gente de Meretz me dice: “¿Pero dónde leíste que Meretz no se considere orgullosamente sionista? ¿Cuándo nos viste aplaudir la intransigencia de Mahmud Abbas?”, yo respondo que tampoco he visto lo contrario. El orgullo sionista, así como la condena al terrorismo (o, aunque más no sea, una amistosa pero firme crítica constructiva) a la parte palestina en el conflicto, no pueden ser por omisión.
Pero en lo demás sigo coincidiendo con Meretz: un Israel inclusivo, progresista, la necesidad de modificar la Ley Básica: Israel, cuna nacional del pueblo judío, de modo que incluya la dimensión democrática y de igualdad para todos sus habitantes al mismo nivel que su carácter nacional judío, y la devolución al árabe de su carácter de lengua oficial junto con el hebreo; la defensa de los débiles de la sociedad; la igualdad de derechos para la comunidad LGTB, la lucha contra la violencia de género, el fortalecimiento de los resortes del Estado de bienestar, la separación entre religión y Estado y el fin de la compulsión religiosa como políticas públicas -es decir, desde el respeto y tolerancia hacia los religiosos en sí-, etc. En general, una concepción de mirada hacia el futuro, con democracia, con inclusión, con tolerancia, sin complejo de inferioridad, con capacidad para, una vez más, tomar la historia en nuestras manos con optimismo y, en alerta, pero sin paranoia.
En lo táctico, el frente de Gantz-Lapid gozaba de buena salud, pero la existencia de Meretz, Majané Democrati, y el bloque de la izquierda en general, quedaban en peligro de extinción, otra razón para votar por el espacio de mis amores.
Por todo eso, mi voto por Majané Democrati fue natural, una especie de “regreso a casa”. El resultado pudo haber sido mejor. Pero yo gané.
No conozco a Marcelo, pero con mínimos detalles de diferencia, me ubico en la misma posición. Fui presidente de Meretz-Uruguay hasta casi mi aliá, pero al vivir aquí me dí cuenta que en sus declaraciones los dirigentes de Meretz no tenían los pies en la tierra, creían en los Reyes Magos. Pasé a apoyar a Avodá no con gran entusiasmo, y la vez anterior no quise votar a Kajol Laban por no seguir lo que casi siempre me obligaron las circunstancias, que es votar en contra de… y no votar a … Esta vez volví a Meretz y me siento mejor. Pero sabiendo de antemano que el resultado no iba a traer sorpresas, deposito todas mis esperanzas en lo que haga nuestro presidente Reuben Rivlin, de quien espero que maneje las negociaciones necesarias para lograr un nuevo gobierno, sin Netanyahu, que aunque sea de derecha vaya por una senda más positiva y correcta, y que comience los movimientos necesarios en búsqueda de una paz, un tipo de paz posible. No tengo ningún optimismo en cuanto a la parte palestina, pero por lo menos tendríamos un gobierno que vuelva a intentar alguna solución. No queremos ni sería positivo otro camino, que solamente vislumbro una estúpida tercera votación, o quién sabe si no un golpe de estado de mano de militares, algo que jamás imaginamos en Israel. Muchos políticos olvidaron el significado profundo de la palabra «sionismo».