«No hay lugar entre nosotros para los colaboracionistas». La pancarta, en medio de una carretera que conduce a un pueblo del sur de Líbano, ilustra la explosiva controversia sobre los miles de libaneses acusados de haber colaborado con Israel.
En el pueblo de Qlayaa, ubicado entre olivos y fértiles campos, los habitantes guardan silencio sobre el destino de sus familiares instalados desde hace 19 años en el vecino Estado judío.
Durante la guerra civil (1975-1990), este pueblo fue el bastión de una milicia proisraelí, mayoritariamente cristiana; el ejército de Líbano-Sur (ELS). Con la retirada de las tropas israelíes del sur del Líbano en 2000, los miembros del ELS, temiendo represalias, eligieron el exilio.
Para algunos libaneses, especialmente los partidarios del poderoso movimiento terrorista Hezbollah, estos compatriotas son «colaboracionistas» y por lo tanto no bienvenidos en el Líbano.
Otros, sin embargo, en particular los partidos políticos cristianos, creen que estos exiliados tendrían el derecho de regresar.
En Qlayaa, muchas casas están abandonadas. «Más de un centenar de ellas están cerradas», dice un habitante, que rehúsa dar su nombre.
El tema del retorno de estos libaneses volvió a plantearse a mediados de septiembre con el regreso inesperado de Amer al Fajury, miembro del ELS, que fue inmediatamente arrestado. Se había ido hace 20 años a Estados Unidos, y fue condenado entonces en rebelión por haber colaborado con Israel.
Habría entre 2.400 y 2.700 libaneses, incluidos niños, viviendo en Israel, según sus familias. Entre ellos, 1.200 cristianos de Qlayaa. Otros exilados en Israel optaron luego por instalarse en Canadá, Alemania o Suecia.
En los pueblos fronterizos del sur de Líbano, este tema es tabú.
Algunos afirman haber cortado todo vínculo con sus familiares exiliados, y señalan que no quieren problemas pues temen ser también «acusados de colaboracionismo».
Los que se han marchado temían represalias de Hezbollah y de las milicias de izquierda, que durante años libraron un sangrienta guerrilla contra los soldados israelíes y los miembros del ELS.
Pero para Amin Said, uno de los notables de Qlayaa, que tiene familiares en Israel, «cada libanés tiene derecho a volver a su tierra».
En 2011, el parlamento adoptó una ley sobre el regreso de libaneses que colaboraron con Israel, pero sus mecanismos de aplicación no están listos y casi nadie ha retornado desde entonces.
(Layal Abou Rahal – AFP)
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