Si Herzl volviera a la vida en estos días y pudiera visitar Israel no creería que es real todo lo que ve. Ni Herzl ni sus compañeros de generación se imaginaron que en poco más de siete décadas, el estado judío de sus sueños, habría logrado convertirse en una potencia militar, económica y científica que concentraría a la comunidad judía más grande del mundo.
Obviamente hubo otras muchas cosas que a principios del siglo XX no imaginaron. Entre ellas que vendrían al país judío, judíos de todo el mundo que hablarían los más diversos idiomas pero que finalmente se impondría el renacimiento del antiguo hebreo, que pasaría por un proceso de rápida modernización.
A pesar de que a menudo se habla del hebreo moderno como una lengua muerta renacida a la vida gracias al sionismo, esta idea no responde a la realidad. En realidad el hebreo, nunca fue una lengua muerta. Aunque durante un largo período no fue un idioma hablado, sí fue un idioma escrito. Según el hebraísta de la Universidad hebrea, Dr.Jaim Rabin (1915-1996), aunque desde la destrucción del Segundo Templo en el año 70 de la Era Cristiana hasta 1880 no fue un idioma utilizado por nadie en la vida cotidiana, sí se escribieron numerosos libros en él.
En la larga historia del pueblo judío hubo muchos precursores de ese renacimiento, pero indudablemente el hombre que le dio su impulso decisivo fue Eliezer Ben Yehuda (1858-1922) quien realizó una gran labor lingüística, que incluyó la creación de una terminología actualizada y la edición de un monumental diccionario del cual cinco volúmenes de 17 se publicaron durante su vida. Ben Yehuda también fue el primer judío en la Eretz Israel bajo la tutela turca, que habló en su hogar solo hebreo, siendo su hijo Itamar, el primer niño que creció hablando el idioma bíblico.
Pero imponer el hebreo como idioma dominante en la Palestina de comienzos del siglo XX, cuando la comunidad judía estaba dominada por judíos que vivían de la ayuda de organizaciones judías de caridad extranjeras, no fue fácil. Es una extraña ironía histórica que la lengua rival más fuerte para el hebreo haya sido el alemán. A comienzos del siglo hubo una red de escuelas auspiciadas por el “Hilfsverein der Deutschen Juden” (Organización de Ayuda de los Judíos Alemanes). La misma institución también dominaba el Comité Ejecutivo del Instituto Técnico “Tejnión” de Haifa. En ambas, los directivos querían imponer el idioma alemán. Pero al terminar la Primera Guerra Mundial, la victoria del idioma hebreo, ya era prácticamente indiscutida. Entre los años 1916 y 1918 se realizó una encuesta que demostró que el 40% de los judíos de Palestina fuera de Jerusalén, eran hebreo-parlantes. La proporción entre los niños era del 54% y en Tel Aviv y en las nuevas colonias establecidas por el movimiento sionista era del 77%.
En la Palestina del Mandato Británico, a partir de 1922, fue dado el reconocimiento oficial a tres idiomas ; inglés, hebreo y árabe. En 1923 se fundó en Tel Aviv, una organización Gdud Meguinei Hasafah (Organización de Defensores del idioma) para combatir el uso de otros idiomas que no sean el hebreo, por ejemplo, el Yidish y el francés. Hacia 1948, el 80% de la población hablaba hebreo y para el 54% era su único idioma.
El hebreo se convirtió en el idioma oficial del país al establecerse el estado en 1948. La inmigración masiva de los primeros años del Estado, trajo difíciles problemas de adaptación idiomática, especialmente para los judíos llegados de países árabes. Pero el problema fue superado con programas originales de enseñanza básica en “ulpanim”, instituciones de enseñanza masiva para adultos.
Institucionalmente, el proceso de evolución del hebreo, también tuvo sus dificultades. El primer comité de fomento del idioma denominado “Consejo de la lengua” fue formado en Jerusalén en 1889 y sus miembros fueron Eliezer ben Yehuda (1858-1922) David Yellin (1864-1941) Jaim Hirshenson (1857-1933) y Moses Luncdz (1834-1918). Este comité estuvo estrechamente vinculado con otro similar llamado “Safá Brurá” o sea “Idioma claro”. Ambas instituciones estaban dedicadas al mismo fin: “Extender el uso del idioma hebreo y del hebreo hablado a todas las capas del pueblo”. La labor de ambas instituciones duró pocos meses y durante unos años fueron los maestros de escuela los que en la práctica definieron la orientación que debía tomar el idioma cotidiano. En las décadas que antecedieron a la creación del Estado, David Yellin, un educador de ideas claras, tuvo una gran influencia en la formación del lenguaje y en su libro de enseñanza “Hebreo por medio del hebreo” impuso un sistema práctico de enseñanza del idioma, que sería más tarde decisivo para la absorción de inmigrantes de países árabes del Medio Oriente. Pero indudablemente tuvieron un rol no menos importante la fundación del primer diario en 1919 (Jadashot Haaretz, Noticias del país). En 1918 fue colocada la piedra fundamental de la Universidad Hebrea de Jerusalén que abrió sus puertas en 1925. En 1924 se dieron los primeros cursos en el Tecnión de Haifa y en 1925 se fundó el primer teatro permanente, Ohel (La carpa). Pocos años después, en 1928, el Habima, que más tarde se convertiría en el Teatro Nacional, se trasladó de Moscú a Palestina. Pero si fueron importantes las instituciones, no menos lo fueron intelectuales judíos hebraístas que llegaron de Europa y revitalizaron el idioma en su obra. Entre los más importantes se cuentan los poetas Jaim Najman Bialik (1924) Saúl Tchernijovsky ( 1931) y Uri Zvi Grinberg (1923), autores de prosa como Shmuel Y.Agnon (1924) y Jaim Hasaz (1931) y una segunda generación de poetas encabezada por Abraham Schlonsky (1921) Natan Alterman (1925) y Lea Goldberg ( 1935). Indudablemente, si bien todos estos nombres son importantes en la historia de la moderna cultura de Israel, es indudable que Jaim Najman Bialik ocupa un lugar especial y se le considera el poeta nacional por excelencia. Bialik fue un formidable activista que creó las veladas culturales sabáticas conocidas como “Oneg Shabat” y fue una de las figuras públicas màs populares y más prestigiosas en la aún pequeña comunidad judía en Eretz Israel a fines de la década del veinte y los primeros años de la década del treinta. Bialik fue también un pionero en la traducción de grandes obras de la literatura. Tradujo una versión abreviada de “Don Quijote de la Mancha” de Cervantes, “Guillermo Tell” de Schiller y el clásico del teatro Yidish “El Dybuck” de Anski. Tchernijovsky, que fue sobre todo un gran admirador de la cultura griega clásica, virtió al hebreo “La Ilíada” y la “Odisea” de Homero y “Edipo rey” de Sófocles. Además tradujo obras de clásicos europeos como Goethe, Molière y Shakespeare y el poema épico finlandés “Kalevala”. Abraham Schlonsky que fue un singular innovador del hebreo y un hombre de gran sentido del humor, asimismo realizó algunas traducciones magistrales, entre las que se cuentan “Hamlet” y “El rey Lear” de Shakespeare y varias obras de Blok, Brecht, Gogol y Gorki. Schlonsky fue además un destacado hombre público, particularmente influyente en la izquierda israelí, a tal punto que su liderazgo intelectual fue comparado con el de Jean Paul Sartre en la izquierda francesa.
Lea Goldberg, nacida en Kônigsberg, en el viejo imperio alemán, era una mujer excepcionalmente culta, que hablaba siete idiomas. Fue nombrada directora del Departamento de Literatura Comparada de la Universidad Hebrea de Jerusalén y sus clases atraían a muchísimos estudiantes. Como traductora se especializó en las literaturas rusa e italiana, y tradujo entre otros a Tolstoy (La guerra y la paz), Pushkin, Gogol, Turgueniev, Gorki, Dante y Petrarca.
Otro poeta y escritor que realizó una notable labor como traductor fue Rafael Eliaz (1906-1974). Nacido en Bulgaria, emigró con su familia a los 17 años. A diferencia de otros hombres de letras, Eliaz vivió de su labor como traductor y trabajó regularmente para los teatros de Israel. Tradujo entre numerosas obras teatrales de Brecht, Molière, Feydau, Ibsen y Shakespeare ( Romeo y Julieta y Ricardo III). Fue también el primer traductor importante del español ( En los años cincuenta fue a estudiar español y literatura española en la Universidad de Salamanca) y vertió al hebreo, “Fuenteovejuna” de Lope de Vega y obras de Federico García Lorca, entre ellas el “Romancero Gitano”.
La prensa israelí también contribuyó al enriquecimiento del idioma sea publicando regularmente comentarios sobre la evolución del idioma a cargo de especialistas o publicando poemas o fragmentos literarios de la literatura mundial en diversas traducciones en hebreo en sus páginas literarias.
Pero el hebreo no solo se enriqueció con la labor de los traductores. La dinámica de la vida del país, hizo surgir diferentes formas de “slang”, desde el del Palmaj, fuerza de choque del ejército del Ishuv, o sea la comunidad judía de Eretz Israel hasta el del ejército regular, con toda su terminología técnica.
Por lo demás, el hebreo ha absorbido todo tipo de influencias de idiomas extranjeros, particularmente del ruso, el Yidish, el árabe y el inglés. Un buen ejemplo de esas influencias lingüísticas puede encontrarse en los dos muy ingeniosos “Diccionarios mundiales del hebreo hablado” de Dan Ben Amoz y Netiva Ben Yehuda (el primero editado en 1972 y el segundo en 1982). Sin duda, ambos son complementos necesarios a los diccionarios académicos como el Sapir o el de Yehuda Gur. Como escribe el Prof. Jaim Blank en su prólogo al segundo tomo (que no se conforma con el título convencional: “Diccionario mundial del hebreo hablado” sino que en traducción del slang hebreo al slang español se llamaría ”Diccionario macanudo (o macanudazo) del hebreo hablado”) : “El lector que domina el hebreo hablado encontrará en estas páginas un enfoque fresco de uno de los más importantes desafíos de un problema muy complejo: “un idioma antiguo en una nueva realidad”.
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¿ A qué responde la extensa exposición previa acerca del idioma hebreo en la actualidad?
En que a mi juicio el gran desafío del sionismo contemporáneo es la conversión del idioma en un idioma universal que abarque no solo a los judíos de Israel sino a los judíos de todo el mundo. Si el pueblo judío pudo superar las tragedias del siglo pasado, desde el Holocausto a la destrucción de la élite cultural judía en la ex Unión Soviética y el estado de Israel logró superar todas las expectativas, a pesar de la hostilidad militante de gran parte del mundo, la universalización del hebreo como idioma de judíos y no solo de judíos en todos los rincones del planeta es casi un desafío menor.
Prácticamente el movimiento sionista en la Diáspora no tiene ningún cometido histórico concreto en la actualidad, a no ser la lucha contra el odio anti-judío. La Diáspora no puede ser ni una alternativa ni una duplicación de la diplomacia israelí. Tampoco tiene sentido importar de Israel todas las luchas intestinas del país. Ya los enemigos de Israel las aprovechan lo suficiente para llevar agua a su molino. El tema vital es la defensa de la existencia del Estado y la gran lucha ideológica contra todas las formas de antisemitismo. Nunca en la historia el pueblo judío enfrentó enemigos tan numerosos.
La Alemania nazi tenía ochenta millones de habitantes. El número de partidarios del nazismo fuera de Alemania era reducido. Israel enfrenta una potencia tan expansionista y tan virulenta en su expansionismo como Alemania, en Irán, que a su vez cuenta con la complicidad de numerosos grupos armados en distintos países del Medio Oriente. Hoy se puede decir, que en un cálculo nada exagerado, hay en el mundo entre 20 veces más antisemitas que en los 12 años de hitlerismo en el poder en el siglo pasado.
Pero solo con una actitud defensiva frente a las fuerzas hostiles en el mundo no es suficiente. El tema es ¿ qué contenido dar hoy al judaísmo? Hay una pequeña minoría para la cual la vida religiosa es parte integral e irrenunciable de su vida. Pero para muchos la religión es solo una manera nostálgica de honrar a padres o abuelos, o es una forma simbólica de manifestar su pertenencia a una comunidad histórica. Pero para una gran mayoría hoy el judaísmo es un vacío espiritual a llenar. Y la forma de llenarlo implica un claro desafío cultural.
Una vieja definición del sionismo decía que el sionismo es el retorno al judaísmo antes del retorno a la tierra de Israel. Hoy la mejor forma de retorno al judaísmo es cruzar el puente idiomático de la diáspora a Israel mediante el conocimiento del idioma hebreo. Es también en el mundo de hoy, una clara manifestación de orgullo por la herencia judía y de rechazo simbólico al antisemitismo.
Es cierto. El estudio del hebreo no es fácil. Pero las satisfacciones que su conocimiento puede brindar justifican plenamente todo esfuerzo. La hebraización de la Diáspora debe ser una meta esencial para el pueblo judío en este turbulento siglo en que estamos viviendo. Y es una meta que espero sea alcanzada con la misma eficacia con la cual Israel ha logrado colocarse al frente de los mayores avances de la era tecnológica en que vivimos.
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