Queda demostrado que los críticos de la política del presidente Trump hacia Irán se equivocaban: las sanciones estadounidenses están ejerciendo una considerable presión sobre los mulás y su capacidad para la financiación del terrorismo.
Antes de que el Departamento del Tesoro de EEUU estableciera sanciones secundarias contra el petróleo y el gas iraníes, Teherán exportaba más de dos millones de barriles diario de crudo. Ahora exporta menos de 200.000, lo que representa un descenso de aproximadamente el 90%.
Irán tiene las segundas mayores reservas mundiales de gas natural y las cuartas mayores confirmadas de crudo, y la venta de estos recursos representan más del 80% de sus ingresos por exportaciones. Así pues, la República Islámica tiene una gran dependencia de los ingresos petroleros para financiar su aventurismo militar en la región y a su plétora de milicias y organizaciones terroristas. Los Presupuestos de Irán para 2019 ascendían a casi 41.000 millones de dólares, y el régimen esperaba obtener unos 21.000 millones del petróleo. Esto significa que alrededor de la mitad de los ingresos estatales provienen de la exportación de petróleo.
A pesar de que el Líder Supremo iraní, ayatolá Alí Jamenei, presuma de que su país es autosuficiente, varios altos cargos han admitido recientemente que la situación económica es muy grave. Desde la ciudad de Kermán, el presidente Ruhaní reconoció por primera vez el pasado día 12 que Irán está viviendo “uno de sus años más difíciles desde la Revolución islámica de 1979”, y que se encuentra en “una situación anómala”.
Dijo más Ruhaní:
Aunque tengamos otros ingresos, lo único que puede mantener el país en marcha es el dinero del petróleo. Nunca hemos tenido tantos problemas con la venta del petróleo. Nunca hemos tenido tantos problemas para que siga navegando nuestra flota petrolera. ¿Cómo podemos gestionar los asuntos del país cuando tenemos problemas para vender nuestro petróleo?
Gracias a la política estadounidense de máxima presión, la economía de la República Islámica ha quedado bastante maltrecha. Recientemente el Fondo Monetario Internacional (FMI) volvió a ajustar sus previsiones para Irán y apuntó que se espera que en 2019 la economía iraní se contraiga un 9,5%, en vez de un 6%.
Una de las razones del sombrío panorama que presenta el FMI es la decisión de la Administración Trump de no ampliar su exención de sanciones a los ocho mayores compradores de petróleo de Irán: China, la India, Grecia, Italia, Taiwán, Japón, Turquía y Corea del Sur. En lugar de presentar crecer, en 2019 la economía iraní se verá reducida al 90% de su volumen de hace dos años, según un informe reciente del Banco Mundial.
La moneda nacional de Irán, el rial, también sigue perdiendo valor: ha caído a mínimos históricos. Un dólar estadounidense, que equivalía a unos 35.000 riales en noviembre de 2017, se cotiza ahora a casi 110.000.
La República Islámica se afana por compensar la tremenda pérdida de ingresos. Así, hace unos días las autoridades triplicaron el precio de la gasolina. Parece una señal de desesperación para generar ingresos a fin de financiar su aventurismo militar en la región y apoyar a las organizaciones terroristas de su órbita.
La subida llevó inmediatamente a la gente a protestar contra el Gobierno. En los últimos días, varias ciudades se han convertido en escenario de protestas y manifestaciones generalizadas. Las protestas estallaron primero en Ahvaz y después se extendieron a muchas otras localidades del Juzestán, así como a la capital, Teherán, y a Kermanshah, Isfahán, Tabriz, Karaj, Shiraz, Yazd, Bushehr, Sarí, Jorramchar, Andimeshk, Dezful, Behbahan y Mahshahr.
La mengua de recursos también ha llevado al recorte de los fondos destinados a la organización terrorista palestina Hamás y a la milicia libanesa Hezbolá. Hamás se vio obligada a imponer “planes de austeridad”, mientras que Hasán Nasrala, líder de Hezbolá, ha llamado al brazo recaudador de su organización a “posibilitar la yihad con dinero y a contribuir a esta batalla en curso”.
Para probable consternación de los críticos de Washington, la política iraní del presidente Trump ha ido en la dirección correcta. Al intensificar las sanciones económicas, los mulás y sus satélites se están arruinando. Otros países deben unirse ahora a EEUU y adoptar una política de máxima presión, por mucho que prefirieran seguir haciendo negocios con Irán y debilitar a la Administración Trump: si Teherán logra desarrollar con éxito su capacidad para fabricar armas nucleares, acabará utilizándola para chantajearles con ellas.
© Versión original (en inglés): Gatestone Institute
© Versión en español: Revista El Medio
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