Parece que el Mesías finalmente arribó (o regresó, según la creencia en que uno se apoye) a la Tierra unas pocas semanas atrás. Y aunque Jerusalem debió haber sido su lugar de aparición según las profecías, lo hizo en Londres. O al menos uno debiera ser perdonado por creer eso al advertir el extraordinario desarrollo que tuvo lugar en la capital del Reino Unido a mediados de noviembre último.
En el hotel Gloucester Millennium treinta y dos delegados de quince países árabes se reunieron para participar de un encuentro inédito del recientemente creado Consejo Árabe para la Integración Regional. Una iniciativa más, de las miles del tipo que ya existen en la diplomacia del Medio Oriente, uno podría pensar. Uno estaría equivocado si así hiciese. Puesto que aunque su nombre no sea singularmente original, su misión sí lo es. Basta leer estas palabras de Mostafa El-Dessouki y Eglal Gheita, miembros fundadores del Consejo, para notar ello:
“Boicotear a Israel y a su pueblo solo ha fortalecido a ambos, al tiempo que hace un gran daño a los países árabes, y no menos a los palestinos. Por el bien de la región, ya es hora de avanzar hacia una era posterior al boicot… La paz ha eludido la región por generaciones. Pero estamos decididos a impulsar la cooperación entre el mundo árabe e Israel, convencidos de que los beneficios de la asociación deben reemplazar los estragos de la exclusión”.
¿De nuevo? Estamos tan acostumbrados a que las reuniones de delegados árabes resulten en diatribas incendiarias contra, o en eslóganes gastados sobre, Israel, que esta iniciativa no es menos que sorprendente. Pero justamente, esta no fue una reunión más, y de hecho, los delegados en rigor no fueron enviados oficiales de sus países de origen sino participantes voluntarios en un noble y novel emprendimiento. Algunos asistieron aún bajo la sombra de amenazas de muerte pronunciadas en sus propios países. Ningún israelí pudo ser invitado porque los participantes árabes podrían haber sido acusados del crimen de la normalización al regresar a sus hogares. Y Egipto, la primera nación árabe en forjar la paz con Israel, intentó sabotear este encuentro al presionar a varios de los árabes a que no viajasen a Londres.
Debemos cederles la palabra a algunos de los participantes para -parafraseando el dicho popular- leer para creer. La periodista inglesa Jenni Frazer informó en detalle acerca del inusual contenido de las ponencias.
Muhammed Anwar el-Sadat, sobrino del presidente egipcio que logró la paz con Israel, fue uno de los oradores principales. Reside en su país, donde lidera el Partido de la Reforma y el Desarrollo en el parlamento egipcio. Su ponencia abordó con gran realismo los acuerdos de paz de Egipto y Jordania con Israel, y concluyó que los tratados de paz esencialmente fracasaron debido a que “se pensó muy poco sobre cómo convertir una paz de las élites en una paz de los pueblos”. Lamentó la “tendencia revivida a demonizar a israelíes y judíos en general en Egipto” y criticó a los medios masivos de comunicación de su país, los que con respaldo oficial, “han instalado el miedo y la paranoia en las mentes de la población, y han creado una brecha entre las poblaciones de los dos países”.
Sami Abdul-Latif Al-Nisf, ex ministro de información de Kuwait, quien vive allí, sacudió al auditorio con un discurso de una sinceridad demoledora. Aseguró que había sido un error “insistir en que Israel es un estado racista de apartheid cuando claramente no lo es. Al comienzo de su inmigración a Palestina, los judíos no trataron a los árabes como los blancos trataron a los pueblos indígenas de América, Sudáfrica y Rhodesia. Nunca ha habido instalaciones públicas segregadas en Israel, ni ninguna cuestión de derechos democráticos básicos denegados a los ciudadanos árabes de Israel. Basta de esta farsa ridícula”. No se inhibió de criticar a los palestinos por idolatrar al terrorismo al creer que “los fines justifican los medios y, por lo tanto, no mostrar arrepentimiento por el secuestro de aviones, barcos y autobuses, el bombardeo de aeropuertos y embajadas y, en general, el asesinato de inocentes mediante ataques terroristas. Otros movimientos de liberación, como en Argelia y Sudáfrica, no privilegiaron tales métodos, y las organizaciones palestinas que lo hicieron -desde las de Abu Nidal hasta las de George Habash- nunca fueron criticadas públicamente por el daño infligido a la causa palestina”.
La abogada egipcia Eglal Gheita, residente en Londres, lidió con el movimiento Boicots-Desinversión-Sanciones (BDS) bajo el trasfondo de la historia de los boicots árabes contra Israel. “Uno podría pensar que, con tal historial compilado durante más de medio siglo, la ilógica de boicotear a Israel se habría vuelto clara”. Agregó que este movimiento, al no concitar apoyo unificado de los estados árabes, buscó respaldo entre los sectores de la izquierda radical antisionista de Occidente. “El boicot original fue explícito sobre su objetivo de extirpar a Israel como estado judío; el movimiento BDS en general mantiene el mismo objetivo” anotó, y destacó el absurdo subyacente en esa campaña hostil: “Vea un video de un mitin de BDS, y existe una buena posibilidad de que el metraje se haya tomado en un dispositivo que utiliza tecnología israelí: el boicot se rompe antes de que comience”.
El jeque libanés Saleh Hamed clausuró el encuentro con un alegato que no habrá causado ninguna gracia a los poderes de Irán y Hezbolá en su país. “No negamos los derechos de los judíos a tener un país porque son una nación” lanzó, ellos “tienen su religión, idioma, cultura, arte y patrimonio”. Al recordar las expulsiones de los judíos libaneses tras el establecimiento de Israel, los llamó a “regresar al Líbano, recuperar sus hogares y vivir al lado de musulmanes y cristianos y todos los constituyentes del mosaico libanés” y añadió: “Necesitamos que los judíos del mundo árabe sepan que necesitamos sus esfuerzos y presencia, porque la construcción de la nación no está completa sin ellos”.
Del lado palestino hizo acto de presencia el académico Mohammed Dajani, un ex combatiente de Fatah que tuvo prohibido el ingreso a Israel durante 25 años. Había conmocionado al mundo árabe y palestino en el 2014 al llevar a un grupo de treinta estudiantes de la Universidad Al-Quds a Auschwitz, quienes fueron guiados por dos sobrevivientes judíos del Holocausto. Aquél viaje era parte de un programa conjunto sobre “Reconciliación y resolución de conflictos” con la Universidad Friedrich Schiller de Alemania y la Universidad Ben-Gurion de Israel. Mientras el grupo palestino visitó un campo de concentración nazi, el grupo israelí visitó un campo de refugiados palestinos al sur de Belén. Dajani perdió su empleo por ello, su auto fue incendiado y su persona socialmente repudiada. Con un coraje de acero, durante su presentación en Londres propuso crear un programa de postgrado panárabe centrado en la educación para la paz.
Además, el sudanés Ismail Sayyid Ahmed pidió que se inicien diálogos de acercamiento entre árabes e israelíes. La emiratí Maryam al-Ahmedi, activista por los derechos de las mujeres, y la periodista saudita Sakina Mushaykis, instaron a crear lazos de la colaboración cultural con el estado judío, con producciones cinematográficas conjuntas o festivales de música. Delegados iraquíes, argelinos y tunecinos pidieron reconectarse con israelíes cuyas familias eran oriundas de esos países. En un mensaje de video, el ex premier británico Tony Blair subrayó que “las realidades geopolíticas de la región requieren la integración de Israel en la región” y felicitó a los congregados por su valentía y “nueva visión acerca de la construcción de la paz”. El evento contó con el patrocinio del Centro para las Comunicaciones de la Paz, asentado en Estados Unidos.
¿Triunfará este proyecto? La semilla que estos árabes honorables han plantado tiene el potencial de germinar hacia la paz. Su constitución, en cualquier caso, ya es una victoria enorme.
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