El reciente impulso urgente de la OTAN para proporcionar un marco defensivo a Polonia y los Estados bálticos no es en absoluto una falsa alarma destinada a apuntalar un sentido de propósito común durante un período de crisis. Refleja una amenaza grave que debe abordarse.
Hace setenta años, al comienzo de la Guerra Fría, la OTAN se forjó como una alianza panatlántica para resistir la agresión soviética. Desde el principio, Estados Unidos sirvió como su pilar principal, proporcionando la mayor parte del apoyo militar y económico. Sin embargo, todos los miembros de la alianza se unieron voluntariamente y compartieron un interés común en resistir a los soviéticos.
El resurgimiento de Rusia como fuerza beligerante ha creado, irónicamente, la grieta más seria en la alianza desde su inicio. Turquía, que alguna vez fue su miembro más débil y vulnerable, ha comenzado a afirmarse como un importante actor político independiente. Rusia, su vecino del norte y su enemigo centenario, ya no es considerada por Ankara como una amenaza para su estabilidad y ambiciones. Esta nueva amistad va mucho más allá de la política. Los lazos militares entre los dos países están floreciendo, culminando con la compra por parte de Turquía de baterías S-400 de fabricación rusa a pesar de las vehementes objeciones de la OTAN y los Estados Unidos.
Pero ese no es el único problema que enfrenta la OTAN. El presidente Donald Trump exige que los aliados europeos contribuyan más. Francia quiere que Europa tenga una voz más independiente en los asuntos de la OTAN, pero no posee los medios para apoyar dicho plan. Alemania quiere comprometer económicamente a Rusia y resistir sus movimientos expansionistas, pero se niega a contribuir con más gasto militar.
Todas estas ideas mutuamente excluyentes juntas han sumido a la alianza en una profunda crisis, incluso cuando se enfrenta al enemigo para el que fue creado originalmente.
Hay una tendencia a descartar la última lucha de la OTAN para fortalecer sus defensas orientales como un truco publicitario desprovisto de sustancia o peligro real. Estas voces afirman que este último grito de batalla es puramente para consumo interno para revitalizar la alianza enferma e inculcar un propósito común. ¿Por qué, preguntan, atacaría Rusia a los estados bálticos? La idea suena absurda. Pero hace diez años, un conflicto militar inminente con decenas de miles de víctimas en el corazón de Europa era difícil de imaginar, sin embargo, esa pesadilla se hizo realidad para Ucrania.
Rusia quiere crear una zona de inestabilidad de amortiguación continua entre sí y la OTAN. Esa zona consiste en conflictos a fuego lento (este de Ucrania, Transnistria, Osetia del Sur, Abjasia) que Rusia controla y puede volver a encender a voluntad. Esto le da a Moscú una gran influencia y evita que muchos de los nuevos estados independientes abandonen su esfera de influencia.
Otro elemento, que muchos en Occidente tienden a subestimar, es la ira del Kremlin contra las antiguas repúblicas, particularmente los tres estados bálticos. Este enojo refleja la envidia de Rusia por su progreso económico desde su independencia. A Moscú le gustaría darles una lección.
Tal como lo hicieron los soviéticos hace años, Rusia está representando a los estados bálticos como entidades fascistas. Bajo los soviéticos, el objetivo era asimilarlos con una afluencia de colonos de habla rusa. Hoy, la máquina de propaganda rusa retrata a esos países como aliados nazis que no se han arrepentido de esa asociación malvada.
El liderazgo ruso es racional y es experto en detectar debilidad incluso a un océano de distancia. Putin sabe muy bien que el fracaso de la OTAN para defender a los estados bálticos sería un golpe mortal para la alianza.
La OTAN necesita existir. Mientras Rusia tenga ambiciones imperiales, debe haber una fuerza militar unificada en Europa para contrarrestarla. También está claro que la OTAN en su forma actual no sobrevivirá a la prueba del tiempo. Los europeos deben contribuir más en términos de fondos y mano de obra. Turquía debe ser expulsada, ya que sus intereses están en conflicto con los del resto de los miembros. Es más un enemigo que un amigo.
La amenaza rusa sigue siendo real, y es urgente que la OTAN sobreviva como una potente fuerza militar para contrarrestarla.
Lev Stesin es un informático .
Traducido para Porisrael.org por Dori Lustron
https://besacenter.org/perspectives-papers/nato-must-survive/
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